Amores complicados

Es momento de dejar ir

Capítulo 

 

 

 

Los últimos días antes de la presentación estuve meditando acerca de mi vida, también asistí a la terapia de grupo, la cual me ayudo mucho y pude ver el mundo de un modo distinto. Sabía que Vladímir no volvería, pero poco a poco aprendía a vivir sin él, me dolía aun cuando lo recordaba, pero aprendí a pensar en aquellos momentos felices como algo maravilloso que él me dejó, antes de partir ese último beso fue lo único que conservaba de él, entonces lo atesoré en un lugar importante de mi corazón pensando que fue lo mejor que podía pasarme en la vida

 

Esa noche salí del museo para irme a casa, me despedí de los chicos, ya que al día siguiente era la gran presentación. Todo estaba listo para recibir a los críticos que darían la evaluación, yo estaba tan nerviosa que me costó poder conciliar el sueño, desperté unas cuatro veces en la madrugada y como no podía dormir me desvele dibujando algunos bocetos para la siguiente planificación, si todo resultaba bien, me permitirían seguir creando galerías en la ciudad para exhibiciones públicas, que serán de beneficio para las fundaciones de ayuda a personas que sufrían depresión. 

 

Me puse de pie para irme a la ducha y mientras el agua corría, lloré una vez más recordando a Vladímir, le dije que lo extrañaba mucho. Sentía su ausencia justo en el pecho, pero recordé los consejos en las terapias y traje a memoria los momentos buenos a su lado, eso calmó y finalmente, salí de la ducha.

 

Me vestí lo más formal posible, ya que era un evento importante, primero sería exhibido ante los críticos y ellos tomarían la decisión si era acto para el público. Respiré cruzando los dedos y mientras mamá conducía el auto, la cabeza me daba vueltas en torno a ese pensamiento, volví a tomar aire y cuando llegamos al museo que observé el sitio a través del cristal, un nudo se formó en mi estómago. 

 

Recosté la cabeza en el asiento del coche cerrando los ojos, y sentí la caricia de mamá dando me animó. 

 

—Todo saldrá bien cariño, sé que hiciste un excelente trabajo —me alentó y bajamos del auto. Mamá caminaba adelantando mientras yo me quedaba rezagada, era fácil distraerme con tanta presión sobre mis hombros, avanzamos y justo antes de llegar a la entrada principal nos tomamos con una grata sorpresa, se trataba de Bere y Max. Ambos hablaban con Ana, quien apenas me vio señaló en mi dirección. 

 

Yo saludé con nerviosismo, cosa que no era común en mí, pero durante los últimos meses yo había cambiado cosas en mi vida, las cuales antes hubiera pensado podrían ser una idiotez dejarlas. 

 

—¡Clara! —exclamó mi panzona amiga, parecía que estaba a punto de reventar. Y por un momento pensé en pincharle para barriga como un globo para que saliera el aire. Ella solo se encontraba a unas semanas de dar a luz, por otra parte, Max sostenía a la pequeña Abigail quien apenas se me acercó, saltó a mis brazos. La besé en el rostro muchas veces porque en realidad extrañaba a esa mocosa.

Desde que Vladímir partió no iba tan a menudo para visitarlos y cada vez nos volvíamos más lejanos.

 

No obstante, Bere nunca dejó de llamarme intentando que esa amistad de años, permaneciera intacta. 

 

—Sí, Mahoma no va a la montaña —pronunció ella viéndome con una sonrisa y esa sensación de emoción me abordó, sostuve sus manos viendo aquellos ojos preciosos penetrantes. 

 

—Gracias por venir, de verdad no sabes cuanto me alegra verte —expresé con cierta nostalgia, porque únicamente pensé en esos momentos tan valiosos para mí, donde Berenice estaba siempre involucrada.

 

—A mí también me alegra verte, aunque me hubiera gustado que me ofrecieran siquiera una botana —bromeó y ambas compartimos un momento de sonrisa, que fue interrumpido por Max.

 

—Por favor, no le den más comida, ella está a un Hot dog de reventar —intervino con ese tono preocupado, pero a la vez bromista. Bere lo fulminó con la mirada y yo no pude evitar soltar una carcajada.

 

—Parece que hoy dormirás en el sofá mi querido Maximilian —consolé poniendo la mano sobre su hombro. Él se lamentó de haber metido la pata, yéndose con el rabo entre las piernas. Yo lo observé adentrarse en aquel lugar e hice un gesto con la boca a modo de malicia. 

 

—A veces dice cosas que van fuera de sitio —comentó Bere.

 

—Así son ellos —contesté sin pensar y de pronto me empecé a sentir triste, se vino a mi cabeza Vlad, y no pude evitar bajar la mirada. Bere se dio cuenta, por lo cual sostuvo mi mano levantándome el rostro.

 

—También lo extraño mucho, pero sabes. Es momento de que sigas adelante, él no hubiera querido verte así —manifestó conteniendo las lágrimas, yo observé que sus ojos estaban brillosos, obviamente también le afectaba esa partida repentina, pero tenía razón en algo. Debíamos aprender a soltar ese dolor y comenzar a enfrentar la realidad de nuestras vidas, ya Vladímir no volvería jamás. 

 

—Lo sé, pero es tan difícil hacerlo —me contesté a mí misma en voz alta, sin darme cuenta lo que dije, abrí los ojos de par en par, y Berenice se me acercó para rodearme con sus brazos. 

 

—Te entiendo, pero aquí estamos Clara, para apoyarnos —confesó envolviéndome con cariño. 

 

***

 

El momento de la presentación había llegado y mi estómago daba unos giros horribles, sentía náuseas y mareos. Todo eso mezclado con las extrañas ganas de ir al baño, mi vejiga gritaba, pero no podía moverme debido a que los críticos aún estaban tomando la decisión. Todos se veían tan tranquilos tomando sus copas de vino y botanas, mientras que yo prácticamente me comía las uñas por los nervios.

 

—Te ves pálida como un papel —mencionó Bere, yo contenía la respiración y cada dos minutos me tomaba otro trago de gaseosa para evitar emborracharme, porque a esas alturas, si hubiera tomado vino, escribiera hecha un desastre. 




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