Simón nunca pensó que encontraría algo significativo en una app de citas. El invierno había sido largo y monótono, y mientras pasaba por los perfiles, algo en la foto de Lina lo atrapó. No porque fuera atrevida o fuera de lo común, sino porque apenas se veía entre un grupo de amigas. Era un misterio en sí misma. Al deslizar hacia la siguiente imagen, sus ojos verdes, labios rojos y mejillas rosadas lo cautivaron por completo. El perfil decía: “La magia de la vida no está en encontrar a la persona perfecta, sino a la correcta para tu alma. Si crees que podemos ser nosotros, escríbeme”.
Simón, quien siempre había sentido una fascinación por las chicas tímidas, no pudo resistir la curiosidad. Empezó a escribirle, y cada conversación con Lina lo absorbía más. Era brillante, divertida, y auténtica, y pronto se encontraba pensando en ella constantemente. Durante seis meses intercambiaron mensajes sin parar. Él estaba convencido de que ella era la correcta, aunque no habían tenido ni una sola videollamada.
Sus amigos pensaban que estaba loco. "Para ser un actor famoso y administrador graduado de Cambridge, eres muy ingenuo", le decía Matt, su mejor amigo. "Vas a volar a Latinoamérica para conocer a una mujer que solo has visto en fotos... ¿y ni siquiera la has escuchado hablar?". Pero Simón lo sabía: Lina era real. Y estaba dispuesto a cruzar medio mundo para comprobarlo.
Mientras tanto, en Medellín, Luisa, la hermana menor de Lina, sentía una mezcla de emociones. Amaba a su hermana, pero le frustraba que nunca le diera importancia al amor. Luisa, ya casada, había intentado de todo para emparejar a Lina con amigos y conocidos, pero siempre fracasaba. En un acto desesperado, Luisa había creado el perfil en la app de citas, fingiendo ser su hermana.
Lo que empezó como una broma se había salido de control. Luisa y su esposo, Santiago, conversaban con Simón por meses, haciéndose pasar por Lina, basándose en consejos y comentarios que la propia Lina daba, sin saberlo, para responderle. Pero ahora Simón estaba tan involucrado que Luisa no sabía cómo frenar la situación.
Lina, por su parte, vivía feliz y tranquila, completamente ajena al caos que se estaba gestando. Psiquiatra clínica, su vida estaba llena de propósito. Ella creía firmemente que quien debía estar en su vida, llegaría cuando fuera el momento adecuado. La presión de Luisa por emparejarla siempre la había incomodado, y aunque había intentado conocer a varios hombres, ninguno parecía ser el indicado.
El día de su cumpleaños, mientras terminaba algunos informes en la clínica, recibió una sorpresa inesperada. Un enorme ramo de globos y una nota: "Sé que no te gustan los actos públicos, pero no pude evitarlo. Creo que ya sabes quién soy. Si quieres comprobarlo, te espero en la salida."
Intrigada, Lina salió a encontrarse con el sol de mediodía cegándola por un momento. Cuando su vista se aclaró, vio a un hombre alto, con gafas de sol, ramo de rosas en mano, sonriendo. Lo primero que pensó fue: "¿Un domiciliario?". Pero cuando el hombre la abrazó con fuerza y le dijo: "Sabía que eras real", todo cambió.
Confundida, Lina empujó al hombre suavemente. "Lo siento, creo que te has confundido". Él empezó a hablar rápidamente en inglés. "Eres Lina, ¿verdad? Hemos estado hablando durante seis meses. Vine a sorprenderte por tu cumpleaños."
Lina se quedó paralizada. Al ver el perfil en la app que Simón le mostró, la verdad la golpeó como un rayo: ese número le era muy familiar. Con furia, tomó las rosas, la mano de Simón y lo arrastró hasta su oficina. Hizo una videollamada a Luisa, su hermana. "¿Tienes algo que contarme, Luisa?". Luisa se quedó sin palabras cuando vio a Simón en la pantalla. "Lo puedo explicar...", murmuró.
Simón, aún sosteniendo las rosas, miró a Luisa a través de la pantalla, tratando de entender el motivo de tanto secretismo. Luisa, en la pantalla de la videollamada, buscaba las palabras, pero Lina no le dio tiempo.
—¡Seis meses, Luisa! ¿Realmente pensaste que esto no lo descubriría nunca? —Lina le lanzó una mirada severa—. ¿Por qué hiciste todo esto?
Luisa respiró profundamente, su expresión era una mezcla de arrepentimiento y vergüenza.
—Lina… solo quería que conocieras a alguien especial. Sabía que no ibas a abrirte sola y… Simón parecía la persona ideal para ti.
Simón miró a Lina y luego a Luisa, sintiéndose atrapado en una extraña farsa de la que nunca quiso formar parte.
—Entonces... ¿todo fue un montaje? —preguntó él, con una mezcla de tristeza y frustración.
—No, no del todo —respondió Luisa rápidamente—. Todo lo que hablamos era verdadero, eran cosas sobre Lina, sobre su vida y sus pensamientos. Solo… solo fui yo quien lo escribió. Quería que tú, Simón, conocieras a la verdadera Lina, pero no sabía cómo hacer para que ella diera el primer paso.
Lina suspiró, dejando que sus emociones se calmaran un poco. Miró a Simón, quien sostenía las rosas y parecía igual de confundido.
—Simón… lamento que te hayas visto atrapado en esto. No era mi intención que te ilusionaras bajo una falsa identidad. Yo… yo ni siquiera sabía que existías hasta hoy.
Simón asintió, procesando la revelación. Sin embargo, una leve sonrisa apareció en su rostro.
—Lo curioso, Lina, es que todo lo que Luisa me contó… me hizo admirarte mucho. Ahora sé que fue ella quien habló conmigo, pero también siento que, de alguna manera, ya te conozco.
Lina se quedó en silencio, sorprendida por la sinceridad de Simón.
—No sé si quiero empezar algo de esta manera, Simón. Todo se siente tan... irreal —admitió Lina, bajando la mirada.