Amores Dormidos: Will y Jessica

WILL 4

 

 

 

 

«Entonces así se siente ser correspondido», pensaba cuando advertía que eran las tres de la mañana y Jessica y yo seguíamos texteando entre nosotros.

Tenía la impresión de estar soñando. Por fin estaba ocurriendo lo que por tanto tiempo soñé.

Cuando me pasaba algo bueno en la universidad, no podía esperar contárselo a ella. Mensajes de texto iban y venían. El sonido de notificaciones en el celular no dejaba de sonar. Le compartía mi felicidad y mis tristezas. Yo por mensajes de texto puedo escribir mucho, sin parar, y ella muy pacientemente me leía.

Luego pasamos al siguiente nivel: hablar por teléfono. Sin darnos cuenta hablábamos todos los días, por horas y horas.

Al principio sentía miedo por dar el paso a llamadas de voz, ¿tendríamos de qué hablar? Pero nuestra química no tardó en demostrarnos que no nos faltaban los temas de conversación.

Nunca faltaron las risas.

Me contó toda su vida:

 

Sobre su familia: su mamá, la señora Esenia, era la única dueña de un negocio de variedades. Súper estricta, estoica, antes le pegaba a Jessica casi todos los días por casi cualquier cosa. Los golpes han disminuido por los años, pero siguen doliendo.

Jennifer, su hermana tres años mayor. Sobre la cual dicen que es más bonita que Jessica. Al principio estaba de acuerdo con eso, pero ahora me parece que Jessica es mucho más linda. Siendo objetivos, Jessica aniquilaría a Jennifer en un concurso de lindura. Nota personal: debería inventar los concursos de lindura. Sería multimillonario. Nota personal 2: Ya existen esos concursos…se llaman concursos de belleza… ¡Rayos! Los que se inventaron eso ya deben ser multimillonarios.

Sobre sus amigas del colegio: ¿Yoleima? ¿Yesenia? ¿Gloria? No…esa última es una profesora. Em… ¿Katrina? ¿Karina? ¿Karima? ¿Lily? Creo que esa última ni siquiera le cae bien porque es mayor… ¿O era menor? Nota personal 3: Tengo que prestar más atención cuando me habla de sus amigas.

Sobre sus gustos musicales: La oreja de Van Gogh.

 

Recuerdo que, en uno de los tantos días de universidad, en horas de la tarde, quería llamarla, pues no habíamos conversado en todo el día. Y el cuerpo me pedía a gritos que tomara el celular para escuchar su voz. Normalmente era ella quien me llamaba. ¿Por qué no lo había hecho? Ni idea.

¿Estaría enojada conmigo? ¿Se habría aburrido de mí?

Le daba vueltas al asunto. De verdad quería llamarla. No, NECESITABA llamarla. Me comía las uñas, temblaba, sudaba. Seguía posponiendo la llamada. Pero yo en el fondo sabía que iba a llamar, por más dudas que tuviera.

¿Cómo la saludaría?

El saludo era importante. Pensaba que era buena idea ser ingenioso, gracioso. Algo tipo: “hola, te llamo porque has sido merecedora de un premio”, y ella diría: “¿un premio?”, y yo: “¡sí! El premio es una conversación conmigo ¡Felicidades!” y ella “ja, ja, ja, ¡tonto! ¿Y por qué me gané ese premio?”, y yo: “Por ser tan linda” y ella diría: “awwww, ¡qué lindo!” y se enamoraría de mí. Nos casaríamos y seríamos felices para siempre.

Fin.

Pero no. No era capaz de decir algo como eso. La clave era la confianza. Y confianza era lo que me hacía falta.

Posibles saludos:

“¡Hey, que tal!”

«No. Muy simple»

“Hola, preciosa”

«¿Preciosa? No, no, no, no»

“¿Qué onda?”

«N-O»

Me temblaban las manos.

Ansiedad al 100%

La llamé.

── Hola…

── ¡Hola! ¿Y eso que me llamas? ──me preguntó.

── Quería escuchar tu voz…──fue lo primero que se me ocurrió responder. Tampoco era mentira──. ¿No te parece mejor así?

── Tal vez…tal vez…

── Em…este…eh…──no sabía que decir.

Me reí de los nervios. Ella también.

── Me gusta tu voz ──me dijo.

── ¿Ah sí?

── Sí. Es sexy.

¿Sexy? ¿Mi voz es sexy? ¡Que carajos!

Estallé en una carcajada.

── ¿Y esa risa?

No podía responderle porque no paraba de reír.

── Okey…esperaré a que al señor se digne a dejar de reírse ──dijo en tono despreocupado, nada molesta.

── Lo…lo siento…──me intenté excusar──. Es que me rio cuando estoy nervioso…

── ¿Y estás nervioso ahora?

── Quizás…tal vez…a lo mejor…

── ¿Y por qué te pondrías nervioso?

── Nunca me habían dicho que tengo la voz sexy…

── Oh, lo siento…

── ¡No, no! No lo sientas…es que…me gusta…──le confesé apenado. En voz baja, como si contara un secreto.

── ¿Qué cosa?

── Que me digas que tengo la voz sexy ──respondí rápido.

── Oh, ja, ja, ja, entiendo. ¡Pues la tienes! ¡Y me gusta tu voz!

── A mí me gusta que te guste mi voz ──dije y luego lancé la pulla──: ¿Sabes? Por allí leí…no recuerdo donde, que a las mujeres les gustan los hombres con voz grave, es más…que se enamoran por el oído…

── ¿Ah sí? Interesante…

── ¿Estás de acuerdo con esa teoría?

── No sé…Habría que ponerle a prueba.

No pude resistir y volví a estallar en una carcajada.

── ¿Nervioso? ──preguntó.

── ¡Sí! ──respondí entre risas.

── También me gusta tu risa. Tu risa me da risa.

── ¿Es en serio? ¡No voy a parar de reírme!

── ¡Dale! ¡Ríete! ¡Yo no me enojo, je. je!

Me reí un poco más y volví a la conversación.

── ¿Sabes? Cuando era niño y me pasaban al tablero en el colegio, me echaba a reír sin control y a los profesores les daba rabia y me castigaban ──le conté.

── Uno cuando es niño es bobo.

── Ah, entonces yo soy un niño.

── ¿Crees que eres bobo?

── ¡Pues me echo a reír cuando me dices que te gusta tu voz!

── ¡Eso no es ser bobo!

── ja, ja, ja, está bien, está bien. Pues…yo era un niño muy bobo.

── Yo también fui una niña muy boba. ¿Habrá alguien en este mundo que no haya sido un niño bobo?




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