“Dracul” (palabra que proviene del latín draco, que significa dragón) fue el apelativo que se le entregó a Vlad II, Príncipe de Valaquia, cuando formó parte de la “Orden del dragón” a la que pertenecían los nobles europeos que en el siglo XV se reunían en secreto para planear las estrategias que frenarían el avance otomano en Europa. A su hijo Vlad Tepes se le entregó el apelativo de Draculea, que lleva el sufijo rumano patronímico, por lo que significaría “hijo del dragón”. Sin embargo, en rumano el prefijo “drac” no significa dragón, sino diablo o demonio, de ahí que Vlad Tepes fuera conocido como “El hijo del diablo” antes de que se convirtiera en “El Empalador” por la sádica práctica de ejecutar a sus enemigos atravesándolos con un palo que ingresaba por el recto y salía por la boca, o viceversa. El miedo que nacía en aquel que escuchaba las historias llenas de crueldad que se contaban sobre él por toda Europa le hizo ganar una reputación que los historiadores se han encargado de comprobar, descubriendo que los relatos no estaban tan alejados de la verdad. Sin embargo, lo terrible que en verdad fue escapa del conocimiento humano, ya que fue después de su supuesta muerte cuando el deseo de venganza sacó de él todo el terror que contenía en lo más profundo de su alma.
Vlad Tepes nació en 1431, y cuando apenas tenía trece años de edad fue llevado, junto a su hermano menor y los hijos de otros nobles, a tierras de los invasores como aval de que su padre sería aliado del Imperio Otomano. Poco tiempo después, su padre y hermano mayor fueron asesinados por los miembros de la Orden del dragón al considerarlo un traidor, y de ahí su único impulso para seguir vivo fue convertirse en el sucesor de su progenitor. Años pasaron, preparándose en el arte del combate y esperando la oportunidad de encontrar aliados que le permitan conseguir su objetivo, y en 1456 logró convertirse en el Príncipe de Valaquia. Los años en el poder sirvieron para crear una imagen terrorífica que hacía que los ejércitos enemigos se mantuvieran al margen, lejos de sus dominios, pero la traición de uno de sus generales hizo que los otomanos nuevamente lo redujeran y volviera a ser prisionero de ellos, acabando su gobierno en 1462. En los siguientes años, tras conseguir su libertad por la intercesión del rey húngaro Matías Corvino, intenta una vez más llegar al poder de Valaquia, pero los otomanos le dan muerte en 1476. Este es el resumen de su vida como humano porque Vlad Tepes no murió.
Una fuerte amistad nació en 1444 cuando los hijos del príncipe y de sus nobles partieron a territorio otomano para servir de aval. Ioan, un niño de apenas ocho años, lloraba inconsolable ante la violencia que lo alejaba del cuidado de su madre y la protección de su padre. Al ser aún muy joven para entender lo que ocurría, el miedo lo embargó, pero fue Vlad quien calmó sus descontroladas emociones al jurarle que nada malo le ocurriría porque él sería su protector a partir de ese día en adelante. Durante el secuestro que esos niños sufrieron, los otomanos intentaron manipular sus mentes para que al hacerse hombres lucharan a favor del emperador, pero Vlad se encargaría de impedir que las palabras de esos extranjeros que invadieron sus tierras calen en las mentes de sus compatriotas, especialmente en la de Ioan. Así fue que los niños aprovecharon el que sean adiestrados en el arte del combate y la guerra, convirtiéndose en temibles guerreros que, cuando pudieron dejar territorio otomano, no dudaron en luchar por apoyar al legítimo heredero de Valaquia a recuperar su cargo.
Durante los años de gobierno de Vlad, Ioan fungió de su mano derecha, ejecutando las órdenes de su señor, que era más que eso al considerarlo su amigo, su hermano, y juntos hicieron posible los miles de empalamientos que han quedado en la historia de la humanidad como uno de los actos más macabros y crueles que sirven de ejemplo de la miseria humana en tiempos de guerra. Al ser derrotado y nuevamente apresado por los otomanos, Vlad logró un aliado poderoso, Matías Corvino, Rey de Hungría, y fue este quien lo ayudó a conseguir su libertad y la de sus nobles que cayeron junto a él en manos de los invasores extranjeros. La idea que tenía el rey húngaro era que Vlad regresara como señor de Valaquia, pero los otomanos superaron sus fuerzas y, supuestamente, lo asesinaron. Hasta aquí llegó la existencia de Vlad Tepes como lo conoce la humanidad, y empieza una sobrenatural entregada por la sangre de un pecador que era capaz de seguir caminando sobre La Tierra, aunque hayan pasado milenios desde su nacimiento.
Siendo humano, Vlad fue obligado a desposar a aquellas mujeres que las relaciones con otros reinos le impusieron. Durante su segundo matrimonio, tras caer derrotado por los otomanos y terminar su gobierno, se separó de su esposa e hijo, quienes fueron refugiados en territorio húngaro al ser la esposa prima de Matías Corvino. En ese segundo período prisionero de los invasores, conoció a una mujer que se convertiría en su verdadero amor. Ante ella, todo lo sanguinario que Vlad podía ser en la batalla, se ocultaba en su interior, dejando solo ver las finas y buenas maneras que había aprendido al provenir de una familia noble. Ella no era de alta alcurnia, era una simple mujer búlgara que los otomanos habían hecho prisionera cuando asaltaron el pueblo donde vivía, y al necesitar de quienes hicieran las labores domésticas, la dejaron vivir para tenerla como esclava. Entre 1463, año que conoce a Raia, y 1476, ellos permanecieron juntos en territorio ocupado por los otomanos, amándose como si se trataran de adolescentes que descubrían ese sentimiento por primera vez. Cuando logró su libertad con ayuda de Matías Corvino, llevó a Raia escondida entre los hombres que lo siguieron, otorgándole su libertad.
Vlad y sus nobles llegaron a Bran, frontera de Transilvania con Valaquia, y se asentaron por esos días en el castillo que alguna vez su abuelo había habitado cuando invadió el principado vecino. Al avivar entre los hombres que habitaban los pueblos cercanos las ganas de enrumbarse a batalla para sacar de sus tierras a los otomanos, logró reunir un gran número de soldados que no dudó en llevar consigo a la guerra. En esos días, Raia se había percatado que estaba embarazada, de unos tres meses, y al comunicárselo a Vlad, hizo de este el hombre más feliz de todo el universo. Motivado con la idea de que debía recuperar lo suyo para que su hijo tuviera un futuro, olvidándose de que tenía una esposa y un hijo legítimo, salió a enfrentarse contra los otomanos, pero al ser superado en número, perdió la batalla y a la gran mayoría de sus hombres. Estuvo a punto de perder la vida también, pero Ioan, su leal amigo, evitó que sea mortalmente herido, y lo ayudó a huir hacia el Castillo de Bran.
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Editado: 27.01.2025