Amores Emblemáticos: Otro libro de la Saga La Profecía

Lena y Darius: El poder del don de predestinación

Al despertar después de haber dormido solo un par de horas porque las demás se las pasó llorando, Lena no quería dejar su habitación. Ayer Kiram la había confrontado de una manera como nunca lo habían hecho en su familia. Ella creció pensando que su forma de ser era aceptada, pero resultó que había pequeños detalles que debía cambiar para evitar causar daño a los demás. Y tras haber reflexionado en lo que su hermano mayor le dijo, había concluido que él tenía razón. Sin embargo, no entendió por qué Kiram se había molestado tanto de cómo había tratado a Darius. «Sé que es su cuñado, pero tampoco es que ame más a su cuñado que a mí, que soy su hermana. Él pudo decirle al tal Darius que ese no era momento para saludarme, que estábamos bailando, que después de terminar la pieza nos acercábamos a él y así Kiram me lo presentaba, pero no, solo se dedicó a regañarme, como si el vampiro no hubiera hecho algo fuera de lo común al llegar al medio de la pista de baile para saludarme», analizaba la situación Lena, pero al desconocer un importante punto de la historia que la relacionaba con Darius, no pudo llegar a una conclusión que la satisfaga.

Al ser más de las 10 am y tener hambre porque no pudo cenar, la joven bruja decidió enfrentar a toda la familia con tal de poder llegar al refrigerador y tomar los alimentos necesarios para saciar su hambre. Mientras caminaba hacia la cocina, Lena fue mentalizándose sobre la complicada situación que viviría porque, si todos pensaban como Kiram, iba a escuchar varios regaños. Sin embargo, cuando llegó a la cocina y se encontró con su abuela Marie, tía Amelia y Calipso, ninguna le planteó reproche alguno, más bien la llenaron de besos y le ofrecieron distintos manjares para desayunar.

  • ¿Se encuentran bien? -preguntó Lena hablando bajito, mostrando preocupación.
  • Sí, ¿Por qué estaríamos mal? -respondió Marie de una manera bromista.
  • Pensé que me iban a retar por lo ocurrido ayer -soltó Lena esperando que llegue la crítica.
  • ¿Por qué? ¿Acaso hiciste algo malo? -preguntó Amelia mientras dejaba el plato con un enorme sándwich que acababa de preparar para Lena.
  • Creo que no. ¿O sí? -la joven bruja ya no sabía si hizo bien o mal porque el comportamiento de esas tres no iba acorde con lo que se esperaba hallar.
  • Pues, Darius también tuvo mucho de culpa -soltó Calipso. Marie y Amelia la miraron alertándola de no decir nada más, pero Lena en verdad no había captado lo que la primera fratricida expresó.
  • Sí, no debió acercárseme en plena pista de baile, pero tampoco debí hablarle de esa manera -lo último que dijo Lena llamó la atención de las tres mujeres.
  • ¿Por qué lo dices? -preguntó curiosa Calipso.
  • Porque le hice pasar una gran vergüenza enfrente de todos, y pues, eso estuvo mal. Qué me costaba agradecerle por su presencia y recibir el regalo que traía consigo -al recordar la bonita caja blanca y listón del mismo color que Darius cargaba, Lena preguntó si sabían dónde estaba.
  • Debe de estar con los demás regalos -comentó Marie, y de inmediato agregó un detalle más-. Hoy tu padre se levantó muy temprano para devolverlos, además de ofrecer sus disculpas del caso, pero nadie aceptó la devolución. Todos indicaron que esos detalles los habían preparado pensando en ti, y que no había otro ser en todo el planeta que los pudiera usar. Todos manifestaron que te apreciaban y que estaba bien que te quedaras con ellos -lo comentado por Marie hizo que las lágrimas empezaran a caer de los ojos de Lena. Ella era muy segura de sí misma, pero el saber que muchos guardaban buenos y tiernos sentimientos hacia ella, la conmovió, haciendo que moje el pan de su sándwich.

Al regresar a su habitación, se encontró con que Kiram e Ileana estaban tocando la puerta pidiendo permiso para ingresar. Al notar que Lena venía caminando por el corredor, Ileana apuró el paso hacia ella para aferrarse a la bruja en un abrazo.

  • No te preocupes por nada, querida Lena, todo está bien. Más bien disculpa a mi hermano, que no tuvo intención alguna de hacerte pasar un mal rato -lo dicho por Ileana tranquilizó a la joven bruja, pero al mismo tiempo despertó la duda, que si en verdad todo estaba bien.
  • Hermanita, te quiero pedir perdón -escuchó que Kiram le hablaba mientras Ileana no dejaba el abrazo-. No debí hablarte como lo hice. Darius también se equivocó, y no fui capaz de advertirlo, dejando que caiga en ti la responsabilidad de lo que ocurrió anoche -tras la vampira soltar el abrazo, el licántropo atrajo a la joven bruja a sus brazos para expresarle con un abrazo su amor.
  • Gracias a ambos. Desperté muy temprano, pero no me atreví a salir de mi habitación para desayunar con la familia pensando que todos estaban enojados conmigo, pero más me preocupaba ustedes dos, que son muy cercanos a mí. Ahora puedo estar tranquila -lo mencionado por Lena guardaba mucha verdad, pero al mismo tiempo había despertado en ella la sensación de que algo no estaba del todo bien.

Al llegar el siguiente inicio de semana, Lena continuó con su vida como la conocía. Todos en su familia se mostraron comprensivos y tolerantes con la actitud que manifestó ante Darius, por lo que todo estaba bien, pero como ya recalqué, había algo que no la dejaba estar completamente tranquila. Los deberes de la universidad atraparon su atención por las siguientes dos semanas, pero tras regresar a tener algo de tiempo libre, una sensación extraña que nacía en su pecho y se extendía por todo su cuerpo empezó a manifestarse. Ella era una bruja, así que podía averiguar lo que le sucedía, y así lo hizo. En un ritual que no evidenció a su familia, logró conectar con la Madre Luna, quien le revelaría la depresión en la que había caído Darius. La bruja no entendía por qué percibir la tristeza que ahogaba al vampiro la dañaba. Esa sensación que nacía en su pecho empezó a doler más y más, como si algo la estuviera atravesando. «Nadie te dirá la verdad si no la buscas. Confía en aquella que dejó su existencia inmortal en manos de tu familia, ella es la única que podrá ayudarte», fue el mensaje que la Madre Luna le entregó al final, y le sirvió para saber a quién debía recurrir, pero sin tener claro lo que debía preguntar.




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