Ver a los jóvenes dioses despedirse cuando se alejaban, cada uno con una peculiar manera que era reflejo de esa porción del Dios Todopoderoso que contenían: mientras que Viktor agitaba una de sus manos como señal de despedida y lucía muy alegre, como un niño cuando se va de viaje a encontrarse con alguien a quien ama, Viktoria le lanzó un saludo militar acompañado de una media sonrisa. Aunque las diferencias son notorias, él sabía que ambos jóvenes dioses le deseaban lo mejor, y eso lo motivó a iniciar una nueva forma de vida, lejos de la que estaba acostumbrado y que por tantos millones de años había disfrutado. Y justamente por ello, por el gozo que sintió al ser uno de los Príncipes del Inframundo, se preguntaba mientras caminaba surcando las dunas del desierto, si podría acostumbrarse a una vida diferente de la que ya conocía.
Tras simplemente manifestar el cambio de sus ropas, estas se transformaron en unas más apropiadas para la época y el lugar. Asimismo, materializó una billetera de fino cuero y detalles en oro que se encontraba llena de billetes de alta denominación de una moneda internacionalmente aceptada y varias tarjetas de crédito de las más exclusivas. Y es que durante las temporadas que habitaban entre los hombres para sembrar en los corazones de los mortales las semillas de los pecados que representaban, los hijos de Satanás aprovecharon sus dones y forjaron grandes fortunas, utilizando una identidad humana que en el caso de Belial era la de Didier Beau, así que solo tuvo que atraer lo que en realidad era suyo y no crear una ilusión. Después de un largo viaje, ya que había olvidado que ir de un lugar a otro siendo un humano puede tardar varias horas, hasta días y semanas, según el medio de transporte elegido, llegó a París, la ciudad que hace varios siglos atrás había elegido para habitar en medio de la humanidad.
Al salir del aeropuerto estuvo tentado a teletransportarse hacia el fabuloso apartamento de lujo que tenía en el distrito siete, aquel que tiene a la Torre Eiffel y demás edificios gubernamentales e históricos en su territorio, haciendo de este uno de los más lujosos de la Ciudad Luz; sin embargo, decidió tomar un taxi, como lo haría cualquier humano. La verdad es que tomar un taxi en ciudades grandes y fabulosas como París es toda una odisea, ya que no es fácil que un taxista decida parar y aceptar que subas para proveerte del servicio, pero la apariencia de Belial seducía a cualquiera, sea varón o mujer, y todos se rendían a sus pies con tal de obtener de él la más mínima e insignificante expresión de afecto posible, como una sonrisa, cosa que soñaban los más avariciosos, mientras que el resto de los seres humanos solo esperaban que ese hombre de tremenda belleza y poder económico solo los mire, aunque sea con desprecio y asco. Mientras que varios turistas esperaban que algún taxi pare para abordarlo y salir del terminal aéreo, Belial solo tuvo que levantar uno de sus brazos, señal de que requiere el servicio, y más de un taxista se enrumbó hacia el lado de la acera donde esperaba mostrando su atlética figura, larga cabellera rojiza y delicado rostro.
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Editado: 27.01.2025