Al no necesitar muebles que llevar y tener muy pocas cosas de valor, la mudanza de Brigitte, Camille, Antoine y el cachorro Noir hacia el lujoso apartamento de Belial no tomó más que un solo viaje. Para ellos era la primera vez que pisaban ese barrio tan exclusivo, cuyos costos de alquiler eran imposibles de pagar para la humilde familia, y ni hablar de adquirir una propiedad, aunque sea la más pequeña de todas. Para evitar las habladurías de los demás residentes del edificio y los empleados, Belial soltó un hechizo sobre las mujeres para que sus ropas lucieran decentes, detalle que Antoine percibió y comentó a su madre y abuela cuando subían por el ascensor. Ambas mujeres habían empezado a retar a Belial por ese detalle, pero cuando las puertas del elevador se abrieron y la belleza de esa enorme habitación les golpeó en la cara, ambas simplemente callaron y caminaron hacia los ventanales para apreciar mejor el bello paisaje de la Torre Eiffel.
Tras dedicarse unos días a explicarles las labores a las que se encargarían y coordinar el cambio de escuela de Antoine por una más cerca del apartamento, Belial pudo dedicarse al 100 % a reflexionar sobre lo ocurrido con Amélie Dupont. Pidiendo no ser interrumpido por ningún motivo al encerrarse en el estudio, aunque pasen varios días, ya que el hambre y la sed no le afectaban, Belial empezó a analizar cada uno de los pasos que dio al permanecer menos de un año asistiendo a una iglesia porque pensó que ahí encontraría a su predestinada. «¿Y qué tal si no es París la ciudad donde la encontraré?», se preguntaba Belial tras llegar a pensar que quizás era mejor empezar a viajar por todo el planeta, buscando aquella a la que estaba unido por el don de predestinación que el Dios Supremo le había concedido. Sin embargo, descartó la posibilidad de que no sea París donde la hallaría porque recordó que El Cristo le recomendó no alejarse de la vida que ya conocía, la que había forjado entre los humanos, por lo que París era la ciudad donde debía estar.
Al recordar el consejo que le entregó El Cristo, Belial pensó en regresar a la dirección de Beau Models, pero al prestar atención a esa parte que el Hijo del Dios Supremo señaló, que si era necesario hacer cambios, que los haga, supo que no debía volver a buscar a su predestinada en ese mundo que era muy banal, superfluo y morada de varios pecados. Tras identificar que su fracaso se basaba en lo complicado que era conocer realmente a una persona, ya que estas suelen ocultar las verdades que guardan en sus corazones y mentes, mostrándose como alguien que no son, empezó a analizar las circunstancias que había experimentado cuando descubrió la real esencia de aquellos que trataba y le estaban mintiendo. Al darse cuenta que en todos los casos cuando pudo desenmascarar a los farsantes, estos habían perdido el control de sus emociones al haberse manifestado la ira, supo que elevar la irascibilidad de los humanos era el secreto para saber realmente lo que pensaban, identificando de inmediato los principios y valores sobre los cuales habían cimentado sus ideales.
Estuvo varias horas pensando sobre la manera más adecuada, y que no cause graves consecuencias, de exponer la esencia humana, llegando a la conclusión que los calores que nacen de una buena discusión son los propicios para sus fines. Sin embargo, faltaba concluir sobre el mejor lugar donde podía iniciar debate para alcanzar sus fines, ya que, tan solo para ejemplificar, discutir en un bar no era algo muy bueno porque mezclar la ira con el alcohol nunca ha dado resultados favorables. Al darle varias vueltas al asunto, llegó a la conclusión que el mejor ambiente para promover el discurso y desenmascarar a las personas era hacerlo en un lugar donde se pueda exponer casos hipotéticos cuyo debate no genere mayores complicaciones. Y así fue que después de tres días encerrado en el estudio, Belial comunicó a sus nuevos empleados que a partir de ahora sería un catedrático universitario.
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Editado: 27.01.2025