Amores Emblemáticos: Otro libro de la Saga La Profecía

La búsqueda de Belial: Predestinados

  • Al aceptarme como su abuelo, pude ofrecerle mi ayuda para que tenga una vida feliz. Lo primero que hice fue arreglar todo el asunto de su identidad y gestionar sus documentos como mayor de edad, ya que, cuando la encontré, acababa de cumplir los diecinueve años, y lo siguiente fue contratar a una psicóloga para que la ayude a superar sus traumas –soltó Lambert tomando asiento en uno de los sofás de la pequeña sala que había en su oficina después de narrar cada detalle de lo que tuvo que pasar para encontrar a Angèle.
  • ¿Dónde está ese hombre que tanto la dañó? –preguntó Belial aún luciendo su apariencia demoniaca.
  • En Reims –respondió cortante Lambert.
  • ¿No le hiciste pagar por lo que le hizo? –preguntó nuevamente Belial.
  • Ganas no me faltaron de contratar algún mercenario para que matara a ese sucio bastardo y a sus malnacidos amigos, pero no soy esa clase de hombre, Belial. He dejado en las manos de Dios el que ese maldito reciba su castigo –respondió Lambert mirando fijamente al inmortal, cuyo cabello rojizo encendido en llamas parecía querer quemarlo todo.
  • ¿No temes que un día pueda aparecerse en la puerta del cabaret e intentar llevarse a Angèle? – la voz de Belial se escuchó gutural, como si esa idea lo hiciera enojar mucho.
  • Si lo hace, sabré que Dios me da permiso para encargarme de él –la determinación de Lambert en proteger a Angèle, fue del agrado de Belial, por lo que el inmortal soltó una sonrisa de lado llena de satisfacción-. Mi nieta no volverá a ser una víctima de él ni de ningún otro hombre o demonio –Adrien estaba dejando bien en claro que protegería a Angèle también de él.
  • ¿Qué te hace pensar que le haría daño? –preguntó Belial mostrándose muy serio.
  • No me gustó para nada como te expresaste al comentar que la querías conocer. Me parece que eres incapaz de controlar tus bajas pasiones, y te diré algo, mi nieta habrá sido prostituida por el asqueroso de su padre, pero no es una meretriz, así que olvídate de que podrás “conocerla” –y Lambert pronunció esa última palabra enfatizando el doble sentido al dibujar con sus dedos índices y medios unas comillas.
  • Ella despierta en mí pasión y deseo como ninguna otra fémina, humana, demonia o sobrenatural lo haya logrado, y eso ha hecho que me cuestione si ella es mi predestinada –comentó Belial la idea que había llegado a su mente mientras se dirigía al cabaret para hablar con Lambert.
  • ¿Qué es eso de predestinada? –preguntó el abuelo de Angèle, y el inmortal empezó a explicarle sobre el don de predestinación entre los sobrenaturales y por qué recibió la promesa por parte de El Cristo de ser bendecido con conocer a su predestinada-. ¿Y por eso piensas que mi nieta puede ser aquella que se te prometió?
  • Cada especie sobrenatural tiene una manera particular de detectar la presencia del predestinado, pero yo no pertenezco a ninguna de las seis existentes en La Tierra, por lo que puede ser que lo que siento al escuchar el canto de Angèle sea la señal que indica que ella es quien encarnó para ser mi compañera en esta vida y por el resto de la existencia –Belial empezaba a sentirse seguro al creer a cada minuto que pasaba que el deseo y la pasión que sentía por Angèle al escuchar su voz era la señal de que ella era su predestinada.
  • Una manera muy romántica de detectar a tu predestinada –ironizó Lambert.
  • Soy hijo de pecadores; nací y crecí en el Inframundo; hasta hace menos de treinta años era uno de sus príncipes, el representante de la soberbia, uno de los guías de las poderosas legiones de demonios hacia la guerra contra los sobrenaturales. ¿Qué esperabas? –lo dicho por Belial tenía mucho sentido, y Lambert no lo pudo negar, dejando ver en su expresión facial que esa pequeña pelea la había ganado el inmortal.
  • ¿Por eso ayudas a las meretrices, porque son pecadoras como tú? –preguntó Lambert tratando de encontrar las verdaderas intenciones que tenía ese ser no humano que estaba enfrente de él.
  • Solo lo hago porque conozco de primera mano que muchas veces los humanos encuentran en el pecado la única oportunidad para sobrevivir en esta vida, como fue el caso de madame Brigitte y madame Camille –dijo Belial, y Lambert afirmó con un ligero movimiento de cabeza-. Por eso no he querido hondar en los corazones de cada una de las meretrices porque, si encuentro que alguna es pecadora de lujuria por gozo, porque esa vida le gusta, tendría que dejar de ayudarlas a todas para que esa en verdad pecadora no se beneficie de mi ayuda.
  • Y si hicieras eso, caerías en un grave error –añadió Lambert ante lo dicho por Belial-. En este mundo, humanos y moradores del Inframundo no estamos libres del pecado, por lo que ayudarnos entre nosotros simplemente significa hacer por los demás lo que nos gustaría que hicieran por nosotros. La única manera de evitar el pecado es fortaleciendo la fe, la cual solo crece en nuestros corazones cuando realizamos obras de bondad o recae alguna en nosotros. No te preocupes por lo que cada quien guarda en su corazón, sino por lo que tú tienes en el tuyo, que eso es lo que hará que tu fe crezca y te conviertas en luz para los demás, una que es muy necesaria ante tanta oscuridad –Lambert acababa de darle una importante lección a Belial, además que entendió mejor por qué ese hombre no había matado con sus propias manos al padre de Angèle.
  • Eres noble, Adrien Lambert. Aunque hayas sufrido mucho en esta vida, tu corazón no se ha ensombrecido –comentó Belial expresando una muy ligera sonrisa aprobatoria.
  • El amor que guardé para mi Sophie, luego para mi Joséphine y que ahora entrego a mi Angèle es el que me mantiene alejado de la oscuridad. Cuando la voz de mi nieta despierte en ti amor y no simplemente ganas sexuales, consentiré que la conozcas y la cortejes. Así que, mientras no reconozcas el amor que tienes en tu corazón, aléjate de Angèle. No te tengo miedo, por lo que no dudaré en ir en contra tuya con tal de protegerla.




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