Sin embargo, a pesar de mis súplicas, mi padre solo volteo su rostro, tomo mis cosas y salió por la puerta rápidamente, desde ese día no me volvió a dirigir la palabra.
—Y esa es mi historia—, concluyó la jovencita dirigiéndose a la pareja que la miraba con dulzura y admiración. — ¿Y? Sienten lástima por mí — les pregunto desinteresadamente incapaz de ver sus rostros. Aún no entendía qué hacía ella en una entrevista como esa si ya era mayor de edad y no adjudicaba para una familia.
— ¡Por supuesto que no! —respondió la pareja observándola con asombro, a pesar de todo lo que habían escuchado en el relato, ella seguía de pie con una mirada fuerte y un semblante relajado. —Eres la indicada, queremos llevarte a nuestra casa, aunque ya eres mayor y puedes decidir, queremos que continúes la universidad —, soltó de prisa la pareja sonrientemente, provocando que la cara de la Joven perdiera su color y los mirara con desconfianza.
—No quiero que lo hagan por lástima, no quiero su lastima ni la de nadie, además yo solo aplique a esa prueba de admisión por equivocación—. Les recalco frunciendo el ceño.
Ellos sonrieron y negaron con la cabeza.
—Nos hace felices poder traerte a casa, y ayudarte con tus estudios. Eres brillante—expreso la mujer quien se había levantado con la intención de abrazarla.
Pero ella se alejó sintiendo como su corazón latía fuertemente, debido a que no había sentido un abrazo desde hacía años, sus manos temblaban con el simple hecho de recordarlo y restregó sus ojos para ver si no estaba alucinando o por si la horrible comida del orfanato la había intoxicado al fin.
El hombre se levantó, tomo la mano de la Joven.
—¡Oh! — Exclamo apenado —que prototipo de padres o tutores académicos tan inexpertos somos hemos olvidado presentarnos—dijo avergonzado. —Mi nombre es Carlos — sonrió.
—Y el mío, Janet —replico su esposa. — Ambos somos algo despistados.
La joven los miro y sonrió al notar su nerviosismo.
—El mío es... — intento decir cuando fue interrumpida por una palabra unánime por parte de ambos.
—¡Emily, lo sabemos! —sonrieron.
Ella sonrió al escuchar su nombre con tal entusiasmo, y sus ojos se llenaron de lágrimas, algo que en años no había pasado. Ni durante todas las entrevistas para su adopción cuando era pequeña, y le parecía absurdo que ahora con 21 años esto pasara, sin embargo, esta vez era diferente, se sentía diferente, solo a dos parejas había contado su historia hacía años cuando era pequeña y querían conocerla para adoptarla y la anterior había tartamudeado y salido corriendo al conocer que era una chica problema, pero ellos no aún estaban allí, y sabían su nombre.
2 días después de aquel suceso inesperado, la Sra. Susana, la cual era la directora del orfanato, llamo a la puerta de la habitación de Emily, donde ella se encontraba acostada con sus pies reposados sobre la desgastada pared, con un trozo de papel viejo y un lápiz del tamaño de un menique, escribiendo.
Estos últimos años habían desarrollado en ella un pasatiempo algo raro para ella "Escribir" ... Era como hablar con ella misma, pero de una forma más creativa, absolutamente nadie sabía que escribía Emily, pues no tenía muchas amigas en el orfanato, debido a que la mayoría le tenían miedo, pues solía ser la típica chica ruda e intimidante.
—Emily —pronuncio con voz agitada la Sra. Susana.
— ¿Qué necesita? —dijo la chica malhumorada abriendo la puerta rápidamente.
—Menos mal hoy sales de aquí porque si no el látigo no te va a dejar muy linda tu estirada espalda muchachita malcriada —Gruño empujándola hacia adentro de la habitación. —Recoge tus porquerías, te espero en 5 min abajo vienen por ti cucaracha malagradecida —. Dijo, dándole la espalda y cerrando la puerta bruscamente.
Abrumada, recogió su ropa, la cual no eran más de dos pantalones negros ya rasgados de tela bastante mala, que le habían dado la donación del año pasado, y cuatro camisetas, generalmente grises y negras.
Se podría decir que, con el tiempo, ella tenía un aspecto gótico, con una mezcla varonil e intimidante para evitar que los demás huérfanos se metieran con ella, ya no era aquella niña de coletas vestida de rosado. Ahora su cabello era largo y rubio y sus ojos eran grises y brillantes, generalmente alta, de piel blanca como la nieve, con un color rosa en sus finos labios y con una contextura muy delgada que le hacían verse generalmente atractiva.
Pasado diez minutos, Emily bajo a la oficina de la Sra. Susana, ansiosa por saber qué estaba pasando. Para su sorpresa, al abrir la puerta se encontró con CARLOS Y JANET, esperándola con la misma sonrisa que tenían la primera vez que los conoció.
Emily sintió una sensación extraña en su cuerpo, no podía ser verdad, porque la elegirían a ella si existían muchos niños y niñas adorables pequeños que podrían adoptar, y que no poseían una historia tan problemática como la de su vida y más siendo adulta. Sintió un escalofrío y pensó en los niños que dejaría solos con la terrible Susana, pero aquello era una oportunidad que su corazón estaba prohibiéndole dejas pasar. Su corazón latía fuerte, muy fuerte, como tratando de decirle: baja la guardia, todo está bien, comenzó tu nueva vida, ahora podría estudiar y comenzar de nuevo. Sin embargo, con algo en su mente que le advertía: No confíes en nadie, mantente alerta...