La noche se hacía larga, después de horas y horas de dar vueltas en su cama, sin dormir por pensar en el cambio drástico de su vida, decidió bajar a la cocina en busca de un vaso de agua para calmar la ansiedad. Aunque no conocía muy bien la casa, pudo recordar que la cocina estaba a dos pasillos del salón, al ver el reloj, noto que aún era temprano, aproximadamente las 2:30 am.
Se acomodó el pijama la cual constaba de un mono y una camiseta ilustrada con una gran guitarra y se dispuso a bajar. Al llegar a la cocina la Luz estaba apagada, y la casa completamente a oscuras, cosa que no era problema para ella, pues en el orfanato la única luz que veía era la del día irónicamente.
Al dar dos pasos hacia el refrigerador, sintió que su cuerpo colisiono con el de alguien. Al sentir la presencia de otro cuerpo su corazón comenzó a latir fuertemente, y trato de clamarse, tal vez serian una de las jóvenes del servicio, pensó para tranquilizarse. Pero otra idea llena su mente alertándola: "Un ladrón".
Observando aquella silueta oscura que estaba en la cocina y viendo que cada vez se acercaba sin mencionar una sola palabra, tomo lo primero que alcanzo, y lo ataco con una escoba que había detrás de la puerta, pero ese golpe jugo en su contra, pues tuvo que forcejear contra el intruso, realizando una maniobra evasiva, para luego golpearlo fuertemente con el puño, no sabía con certeza si le había pegado o en donde, debido a que todo se encontraba muy oscuro, pero escucho como cayó al suelo al mismo tiempo que sintió que fue tomada por la pierna haciendo que perdiera el equilibrio para que cayera al suelo. El extraño individuo se colocó encima de ella asegurando que sus manos y piernas estuvieran bien sujetas, haciendo que de la garganta de Emily saliera un grito de angustia.
—Auxilio, hay un ladrón en casa— dijo, pero de una manera amortiguada que no le aseguraba que el grito fuera fuerte, estaba asustada y casi no podía mover su cuerpo pues aquel hombre tenía una fuerza que la superaba. En ese instante, el hombre soltó una de sus muñecas y tapo su boca con ella, pero de forma muy suave como si no quisiera agredirla. Todo su cuerpo estaba encima del de ella. Sin embargo, no la maltrataba pesar de la resistencia de Emily, solo impedía que siguiera gritando o que lo golpeara nuevamente.
—No te asustes, no grites por favor, despertarás a todos no soy ningún ladrón—. Le aseguro el joven de forma amable. —Me levantaré y te soltaré para encender la luz solo si me prometes que no gritarás, ni intentarás matarme—. Condiciono el hombre tratando de no soltarla.
A Emily, no le quedaba otro remedio que obedecer debido a las circunstancias, ella asintió con su cabeza con un suave movimiento. El hombre la soltó lentamente, se levantó dejándola en el suelo y se dirigió hacia la pared para encender la luz. Al sentarse, Emily se levantó rápidamente tomando lo primero que encontró para golpearlo en caso de que quisiera hacerle daño. Pero al encenderse las luces su mandíbula cayo, al ver el rostro del hombre que ella pensaba que era un ladrón.
-No puede ser— susurro, dejando caer el sartén que había tomado de la mesa. Al escuchar el brusco sonido, el hombre se dio vuelta, para encontrarse a una pálida Emily en frente de él. Lo que hizo que sus pupilas se dilataran precipitadamente.
—¿Tú? — Dijo el joven abriendo y cerrando su boca. —Pero claro, Janet y Carlos iban a traer a una joven prodigio a casa— respondió para sí mismo sonriendo. Emily no dejaba de mirarlo llena de sorpresa. —¡Así que eras tú! — Exclamo aun sonriendo.
—Sebastián... —susurro Emily, seguido de un leve suspiro. Era él, el hijo del Sr. Páez, pero no podía ser, que hacía en la casa de sus tutores academicos a esa hora, eso era algo inesperado para ella. Luego de unos segundos de aturdimiento Emily observo que su labio inferior estaba enrojecido, al parecer le había pegado.
-Tienes unas manos muy fuertes, Emily — le dijo haciendo énfasis en su nombre — Creo que si me hubieras dado en un ojo lo hubiese perdido. No has cambiado en nada—. Dijo llevándose la mano hacia sus labios sangrantes.
—Tu culpa— le respondió, levantando sus manos al cielo. — Me has tomado por sorpresa, he pensado que eras un ladrón y te he atacado.
—Y volvió la antigua niña rebelde—, respondió Sebastián con una sonrisa, una delicada y bella sonrisa. Emily se encogió de hombros tratando de parecer casual ante la situación. —Y dime ¿Qué haces aquí chica de las cavernas? — le pregunto Sebastián ladeando la cabeza.
—Pensé que ya lo sabías — dijo Emily en tono burlón. Sebastián la miro con curiosidad. —Siempre tan despistado— Exclamo Emily poniendo sus ojos en blanco.
—Ilumíname— agrego Sebastián arqueando una ceja.
—Creí que estás aquí porque tus padres te lo habían dicho— Expreso cansada.
—Como lo puedes notar no he tocado mi casa— le respondió señalando su vestuario.
—Sí y también por tu odioso olor a licor y a tabaco— le respondió Emily frunciendo el ceño y haciendo una expresión de desagrado.
—Las cosas han cambiado, así como tú— le respondió recorriendo el cuerpo de Emily a través de una fugaz mirada.
—Todo cambia, así que déjame presentarme — Le dijo amenazadoramente subiéndose a la encimera de la cocina. Sebastián Bufo y cruzo sus brazos esperando algo más... —Mi nombre es Emily Smith y soy la nueva estudiante becada bajo la tutoria de Janet y Carlos—, expreso sonando algo extenuada del tema. —Y al parecer tu vecina—. Agrego con aburrimiento.
—Así que serás mi peor pesadilla. Emily sonrió y trono sus nudillos, cosa que a Sebastián le pareció una clara afirmación. Para Sebastián Emily estaba cambiada solo de apariencia, pues en el fondo aún seguía siendo aquella chica de las cavernas que conoció. Aunque sabía que esa forma de actuar no era su culpa. Ese solo era el resultado de las circunstancias de su vida. El aún no olvidaba aquella niña que llego al orfanato vestida de rosado, con coletas con una triste y perdida mirada.