Emily
Era tarde y ni Sebastián ni su padre aparecían para llevarnos. Linda y yo estábamos sentadas frente a su casa conversando acerca de lo sensuales que había quedado nuestros outfis con nuestra falda negra un poco más arriba de la rodilla, nuestra camisa blanca y la corbata vino tinto que se veía tan ridícula que ambas parecíamos colegiales de un anime. Y no solo bastaba con eso, sino que Linda me había hecho colocar unas medias un poco más largas. Truco que ella usaba para que su falda se viera más corta, no lo entendía, pero decidí llevarle la corriente. Yo llevaba el Bleiser vinotinto en la mano, bastaba como estaba vestida para decir a gritos que era una niña rica y mimada y eso me ponía de mal humor. Pero debia parecer una empresaria o aparentarlo...
Sentadas en la larga espera, Linda comenzó a quejarse de lo tarde que llegarían si no se daban prisa. Comenzó a idear un plan para ir a buscar su auto—un Audi a3 nada más y nada menos— con la excusa de que era de vida o muerte. Sin embargo aunque lla fuera mayor estas familias tenian una regla no darle toda la herencia hasta que no se profesionalizaran.
—Llegaremos tarde— se quejó por décima quinta vez levantándose de la acera. Yo rodé los ojos suspirando para controlar las ganas de golpearla— ¿Y si le pedimos a Janet que nos lleve?
La toma por la mano y la obligue a sentarse estampando su trasero en la acera
—Por décima vez Janet ha salido de compras… Esperemos cinco minutos. Si no salen nos robaremos tu auto ¿Vale?
Asintió con sus ojos vidriosos llenos de maldad. Sonreí ante su reacción, aunque por dentro sabía lo que estaba pasando —Seguramente Sebastián se había negado a ir en el mismo auto que ella— Estaba más que claro… Me detestaba. Lo ha demostrado todas estas semanas y no cabe duda que o seguirá haciendo.
—¡Al fin! —. Exclamo perturbando mi silencio—. Ahí está el cabezota, ese— Dijo Ly levantándose para señalarlo.
Levante mi mirada y ahí estaba parado al otro lado de la calle, impecable, aclamado y muy sexi. Aunque cuando su mirada se cruzó con la mía, sentí una decepción profunda hacia mí, lo que hizo que mi corazón palpitara a mil por hora. Fruncí mi ceño para tratar de descifrar lo que había pasado, pero en ocasiones las miradas son más claras que las palabras. Fue allí donde un miedo me embargo. Él había descubierto la verdad. ¡No podía ser posible!
Había descubierto, mi trato con sus padres, podía ver en sus ojos el odio y la decepción reflejados en un mismo destello de luz. Trate de advertirle con la mirada para que no se acercara. Pero fue inútil, dio un paso hacia adelante y todo mi cuerpo tembló de miedo.
Sentí que todo por lo que había luchado estas semanas se iba a la borda. Y no lo podía permitir. Yo tenía derecho a tener una nueva vida, ahora no solo tenía un techo, sino que también tenía a dos seres que estaban dispuestos a luchar conmigo. Además, de una amiga que había llegado a querer en tan poco tiempo. Todo eso valía para mí y ahora podría destruirse en tan solo minutos por alguien de mi pasado que tenía muy clara que jamás encajaría en mi vida. Menos ahora.
Entonces me di cuenta de que se detuvo en medio de la calle.
No paso un segundo cuando Linda grito su nombre sobresaltándome en gran manera. En medio de la conmoción cerré mis ojos y cuando los abrí estaba tirado a la orilla de la calle. En un segundo. Ese auto...
En un segundo se me fue la vida.
—¡¡Sebastián!!— Volvió a gritar Linda corriendo en su dirección para socorrerlo.
No pude moverme, mi respiración se cortó. Estaba petrificada de miedo, dolor, rabia, sorpresa. Estaba sumergida en un océano de emociones, en un océano oscuro. Quería ir a ayudarlo, pero mis pies no me lo permitían, mi cuerpo no me obedecía, de repente un recuerdo cruzo por mi mente. —El impacto que recibimos mi madre y yo, sus últimas palabras repitiéndose una y otra vez en mi cabeza—, todo se volvió negro a mi alrededor, Caí de rodillas y comencé a temblar y a llorar incontrolablemente. Posteriormente, perdí el control de mis actos.
Intente abrir mis ojos trastornados intentando evadir un dolor que provenía de mi muñeca derecha. Al abrirlos estaba en una habitación blanca, desconocida y muy iluminada que quemaba mis pupilas, intenté moverme, pero el dolor de mi mano me lo impidió, desperté completamente y vi una tarita en mi muñeca. Estaba en el hospital.
¿Pero cómo fue que llegue aquí?
Y de repente el recuerdo llego a mi mente como un golpe en mi cabeza.
Sebastián…
Mi corazón se aceleró y el terror volvió a invadirme. Intenté quitarme la solución, mis manos temblaban, mis pies no me respondían… Comencé a moverme, pero cuando logré sentarme una alarma sonó. Emitiendo un pitido desagradable. Tapé mis oídos aturdidos y cerré mis ojos para canalizar mis pensamientos que se venían como torrentes uno de tras de otro.
—Señorita Smith ¡Por favor recuéstese! —Me ordeno una enfermera que entro rápidamente en la habitación.
Trate de quitar las manos de mis oídos, pero no podía… Aunque la alarma dejo de sonar, los pensamientos fluían desagradablemente sin parar.
—¡Emily! —. Exclamo una voz conocida abrazándome contra ella, quite las manos de mis oídos y me aferre a su cuello asustada —Tranquila. Entraste en una crisis nerviosa. Etas bien ahora. Estás a salvo. Estoy aquí—. Me aseguraba acariciando mi cabello con cada palabra.
Asentí con cada palabra.
Después de cinco minutos la enfermera inyecto algo en mi solución que me tranquilizo. Janet me obligo a recostarme nuevamente y cerré mis ojos con fuerza para desear que todo fuera una pesadilla. Me volví a dormir…
Al abrir nuevamente mis ojos, Janet y Carlos se encontraban sentados a mi alrededor con sus ojos llenos de preocupación. Levante mi cabeza y Janet quien sostenía mi mano, la apretó con fuerza mostrando una tierna sonrisa.