Emily
Mis palabras salieron tan deprisa de mis labios, que me detuve y analicé lo que había dicho. Estaba empezando a sonar como mi madre, —estaba hablando como ella—, estoy segura que, si estuviera aquí conmigo en estos momentos, estaría orgullosa por mis palabras…
—Emi, te quiero— soltó Ly dándome un abrazo de oso. —No vale la pena pelear por esto, tienes razón. Todo pasa por algo y sé que pase lo que pase nuestra amistad perdurara.
—Te pasas mucho tiempo con Janet verdad.
—¿Por qué lo dices? — me respondió mirando al cielo para verse distraída.
Alce una ceja colocando mis manos como jarra alrededor de mi cintura.
—Un poquito— admitió juntando sus dedos para medir la cantidad
Sonreí.
—Bueno, sí ¡Lo admito! —dejo caer los brazos exageradamente —Si llego a vivir muchos años seré una gran psicóloga como ella.
Si llega a vivir muchos años… Decidí ignorar aquella oración.
—Oye, no es que te menosprecie ni nada, pero no te veo dando consejos.
—¿Por qué?
—Bueno—, sonreí.
Como decírselo sin que lo tome a mal.
—Imagínate que llegue una persona, que no quiere vivir y te suplica que le digas como salir de sus problemas, tu respuesta sería tipo... —. Me quede pensando.
—Tipo, aquí está un mecate, ¡ahórcate! —. Me respondió sonriendo.
—No lo dije yo—. Levante mis manos al aire.
Ly soltó una carcajada.
—Emi, las apariencias engañan…
—No lo creo. Vamos a al auto mejor, llegaremos tarde—. La tomé de la mano para bajar, pero me detuvo.
—Y ese sentido de la puntualidad Señorita Smith ¿después de pascuas hallacas*? —Cambios inesperados—. Le dije sin más, empujándola para que bajara.
En parte era verdad desde hoy, tomaré mi vida en serio, nadie podrá decirme que no soy buena nunca más. Ayudaré a Ly y a Sebastián para que estén juntos de nuevo y sean felices, aunque se me parta la mitad del corazón que me queda en el intento. Trataré de obtener buenas calificaciones, conseguiré un trabajo de medio turno y después que sea toda una mujer independiente, buscaré a mi padre y le demostraré que con él o sin él podía salir adelante, que yo sí servía para algo en esta vida.
Estaba decidido.
Bajamos las escaleras a empujones y en el último escalón Ly me dio un empujón que hizo que perdiera el equilibrio, tropezando mi pie varias veces con los escalones para tratar de no caerme hasta que Carlos me detuvo en seco.
—¡Muchacha! —, exclamo sosteniéndome del brazo para mantener mi equilibrio.
—Gracias—. Le dije a Carlos cuando me sentí a salvo.
Ly estallo a carcajadas…
—Búscate tu muerte natural—. Amenace borrando su sonrisa estúpida.
—Ups, I ‘m sorry —, se disculpó intimidada.
—Señoritas compórtense— nos regañó Carlos. —Esas actitudes y Juegos no son agradables. Parece que ambas tuvieran ocho años. Y son unas adultas.
—Lo siento, no volverá a pasar—. Me disculpé dándole un fugaz beso en la mejilla.
Carlos se quedó inmóvil y Linda sonrió. De repente, una sonriente y juvenil Janet entro por la puerta del salón, sacándolo de su estado de shock.
—¡Pero que llevas puesto! —. Exclamo con desaprobación. Al observar tan críticamente como nosotras su atuendo. Llevaba unos jeans apretados, una camiseta ajustada que decía PlayBoy y unas converse blancas, y como toque final había recogido su cabello en una coleta que la hacía parecer toda una colegiala.
—Ropa—. Le tomo el pelo y se acercó a nosotros de la manera más mona posible.
Carlos abrió y cerró su boca.
—¡Janet! — grito escandalosamente Linda a mi lado —Te ves Ca-lien-te.
Y eso fue la gota que derramo el vaso, si su aspecto de quinceañera nos había sacado de onda. Los ánimos que le estaba dando Linda nos terminaban de matar.
Me llevé la mano a la frente y Carlos negó con la cabeza, estando de acuerdo conmigo. Esta era una familia de locos, aunque no podía evitar divertirme con ellos.
—Como hoy es su primer día de clases, quise llenarme de su energía juvenil y que más apropiado si vestirme como tal. ¿Qué opinas Emi?
Estaba sin palabras, bueno, no sin palabras; pero si habría mi boca mi sinceridad podría acabar con la buena relación que teníamos estos últimos días, no era que se veía mal, todo lo contrario, pero para su edad, era un poco —Era como buscar a Megan fox, quitarle su ropa y colocársela a Sophia Vergara—, desaliñada.
—Creo que Emi y Mi gordo han quedado sin palabras Ly, ves deberías anotar este tips, siempre que quieras tener nuevas energías vístete como ellas.
—Anotado—. Dijo Ly con entusiasmo.
¿Psicóloga? Baaa.... Donde obtuvo su título de una caja de serial.
—Sin comentarios—, dijimos Carlos y yo al mismo tiempo.
—Aburridos—. Dijeron ambas sacándonos la lengua.
Si Linda no fuera rubia, había jurado que Janet era su madre ¡Par de Niñas!
—El auto llego Señora—. Dijo la chica de servicio.
—Perfecto, dile al chofer que se vaya, yo las llevaré el día de hoy.
—¿¡Qué!? —, grito Ly mirándola como si no estuviera hablando en serio.
—No creerás que me lo coloque para quedarme en casa ¿No es cierto?
—No, no, tú no sales así—. Gruño Carlos a mi lado.
La chica del servicio sonrió y se encogió de hombros, como si esas situaciones fueran de lo más común. Nos hizo seña a ambas y la seguimos a la cocina, mientras que Janet discutía con Carlos acerca de la Libertad femenina. Y otros aspectos sobre el matrimonio, la aceptación…
Ly tomo un par de frutas, y yo hice lo mismo.
—Iré por mi coche—, me susurro —porque si nos lleva, nuestra reputación bajará en picada.
Asentí
—Voy contigo.
Pero no pudimos escaparnos a tiempo.
Al llegar a la puerta escuchamos una voz muy familiar.
—Intento Fallido Señoritas— nos dijo Janet, levantando y paseándonos las llaves del auto por nuestros rostros.
No tuvimos otra opción, nos subimos a su Explorer 4x4 y tomamos asiento resignadas. Al ingresar al camino, Janet había encendido el reproductor, colocando Cool of the summer de Demi Lovato… Minutos después Linda que iba en el puesto del copiloto y ella, parecían un karaoke andante dentro de la camioneta. Cosa que me avergonzó, pues el reproductor estaba a todo volumen. Cuando llegamos al semáforo las personas de los demás autos nos miraban de forma extraña, yo bajé lo más que pude mi cuerpo para que no me observaran hundiéndome en aquel asiento trasero. Y cuando pensé que mi Vergüenza no podía empeorar un automóvil Deportivo Rojo, se detuvo a nuestro lado, mientras el chico que lo conducía nos gritaba:
—¡Va a llover!
—Cállate Daniel —, le grito Ly sobre la música, mostrándole el dedo del corazón.
No pude evitar reírme al ver la cara de Janet que inmediatamente bajo el volumen. El chico sonrió de una forma atractiva y altanera e hizo lo mismo gesto. No pude evitar sonreír ante aquella situación. La camioneta avanzó unos pocos centímetros dejándome a la par con el Coche rojo y como los vidrios de la camioneta eran transparentes, me podía ver sin ninguna dificultad.
Fue entonces cuando el Joven me miro ladeando la cabeza y me lanzo un beso, despertando la ira en mí.
—IDIOTA... — le di a entender moviendo mis labios, mientras colocaba mis ojos en blanco.
Elevo ambas cejas y sonrió negando con la cabeza.
El semáforo cambió a verde, haciendo avanzar a Janet, lo cual agradecí.
—Casi llegamos—, anuncio después de 20 minutos apagando el reproductor.
—¡No lo apagues!
—Hemos llegado.
El auto se estacionó y alce la vista para fijarme en el lugar. —Y ahí estaba—, en la universidad de los ricos de la ciudad, ASTROM. Todo parecía una mansión, era gigante, y eso que desde el estacionamiento solo podíamos ver la fachada, con excelentes jardines y una gran fuente, todo era extravagante. No me extrañaba para nada que los que estudiaban en este lugar fueran unos idiotas como me los describió Sebastián. Últimamente, todo en mi nueva vida era extravagante.
Sebastián, ¿Cómo estarás en estos momentos?
Sacudí mi cabeza y me olvidé del pensamiento.
Al bajar del auto mis ojos no podían distinguir si estaba en una preparatoria o en una agencia de modelaje. chicos lindos, con cuerpos tan perfectos que parecían de plástico, chicas delgadas, y extremadamente maquilladas —Haciéndome sentir fuera de lugar—. Yo a duras penas llevaba un labial trasparente para darle brillo y humedad a mis labios, mi cabello estaba recogido en una coleta alta, y no llevaba accesorios de ningún tipo. En cambio, Ly, ella era toda una señorita de clase, maquillada a la perfección, bien peinada. Con su atuendo de manera impecable, excepto por la falda que visiblemente y por capricho la llevaba más corta...
—Vamos—, dijo Ly Notando mi incomodidad. Asentí y caminamos hacia la entrada. Hasta que un sentimiento llego a mí y me detuvo.
—Espera un momento.
Me observo confusa.
—Solo un minuto—. El deje sola y me acerqué a Janet dándole un gran abrazo.
—Gracias por traernos mamá, nos vemos en casa.
Sus ojos se humedecieron, entonces la besé en la mejilla y me dirigí hacia Ly. No era psicóloga como ella, pero sabía que el único objetivo de vestirse así era agradarme y hacer que me sintiera cómoda en esta vida, en esta preparatoria... No podía ser desagradecida, cuando se estaba humillando por mí, dándome a entender que todos somos iguales sin importar la situación.
Ly tenia la boca ligeramente abierta de la impresión. No me importaba en lo absoluto, porque cuando las cosas buenas pasan el “qué dirán” de los demás esta devaluado. No me importaba parecer una niña ante mi acto. Es más, quería serlo. Me motivaba recuperar las épocas que había perdido.
Tengo un lema que dice así: Amor con amor se paga
—Así que cambios inesperados ¿Eh?
—Así es Ly, así es.
Caminamos por los alrededores de aquel gran edificio que se hacía llamar Colegio. Mientras que Ly me mostraba y me enseñaba todo con respecto a aquel lugar. Me mostro donde estaban los baños, la cancha, el Jardín Botánico, El Auditorio, la Dirección… Hasta que entramos en ascensor —Si en ascensor—, al pasillo donde estaba el secretariado que me daría mi horario.
Al llegar al pasillo, mis piernas dolían por haber recorrido todo el edificio. Jamás imaginé que fuera tan grande, tan lujoso, tan nada apropiado para mí.
—Retiremos nuestro horario, tú tendrás que ir a esa oficina, porque eres nueva, mientras yo iré a esa otra— señalo la otra puerta — porque soy una alumna regular.
—Está bien—. Mire la puerta que tenía escrito "Centro de estudiantes" en un pequeño recuadro de vidrio. La puerta era de Cristal, pero no se podía ver nada, con cuidado y con temor a romperla toque suavemente.
Toque varias veces hasta que alguien se dignó a abrir. La mujer rubia elegantemente vestida se me quedo mirando con desaprobación.
—Buen día—, dijo entre dientes más por educación que por cortesía —¿en qué puedo ayudarle?
—Eh… soy nueva y me dijeron que tengo que retirar mi horario por aquí.
—Este año hay muchos nuevos— se quejó abriendo más la puerta —Adelante.
Al entrar a la impecable oficina, tome asiento cuando ella me lo indicó. No sabía el porqué, pero no había tardado 10 segundos escuchándola y ya me caía de la patada —Porque la vida no era como en los libros, siempre que llega una chica nueva, saben quién es y mágicamente tienen su horario listo—. Tuve que autocontrolar mi mal genio y la escuche pacientemente, mientras me daba las indicaciones, reglas, estatutos y no sé qué más condiciones por ser nueva.
Cuando termino su discurso, bajo sus lentes a media para observarme con detenimiento. La miré fijamente y ella arqueó una ceja sonriendo con superioridad.
—Nombre Completo—, me pidió mientras revisaba una carpeta.
—Emily Smith.
—¿Edad?
—21 años
Saco una carpeta y me miro con escepticismo.
—Eres becada.
El tono que uso para decírmelo no me agrado en absoluto.
—Soy la dependiente de tutoria de los Sres Smith—, le respondí para hacerla olvidar el término.
—Becada—, me repitió haciendo hincapié
Respiré profundo y conté hasta diez para intentar calmarme, porque si me seguía hablando de esa forma tan discriminante, ese moño que tenía soldado en la cabeza, no iba a durar. Yo que me quería portar bien y el universo confabulaba contra mí.
—Tiene mi horario, necesito ir a clases—. Le dije de la forma más civilizada posible.
—Es este—, puso frente a mí una carpeta, cuando la iba a tomar ella la alejó —Tres faltas y estás expulsada— me recordó mientras volvía a empujar la carpeta.
—Creo que estaré por aquí mucho tiempo—. Le aseguré, tome la carpeta y me levante, cuando cerré la puerta tras de mí, lo hice con fuerza. Con toda la mal intención del mundo.
—Vas a estropear la puerta—. Me regaño Linda que ya estaba sentada en un sofá frente a la oficina.
—Ya tengo mi horario, ¿Nos vamos? — La ignoré. No tenía ganas de recordar aquella vivencia, que por poco me arruina el día.
—Sí, andando— me fulmino con la mirada.
—Si las miradas mataran…
—Cállate—, me dijo divertida tomándome del brazo.
Caminamos otro rato despreocupadas porque aún nos quedaba media ahora libre.
La universidad era exageradamente grande, si no fuera por Ly me hubiese perdido.
Subimos al tercer piso y llegamos a un gran salón de clases. Al entrar, todos me miraron—No sabía si eran ideas mías por los nervios—, pero el hecho fue que me sentí incómoda, al notar que el alboroto se había convertido en silencio. Finalmente, decidí ignorarlo y busqué un lugar para sentarme.
Elegí un pupitre que se encontraba cerca de la puerta, en la parte del frente, busqué otro para Ly, pero ella había desaparecido de mi vista. Cuando alguien me toco el hombro por detrás.
—Guapa—, me dijo un chico asiático, con cabello negro y liso. —Ese asiento está ocupado.
—Yo no veo a nadie—. Le dije colocando mi bolso sobre la mesa.