Amores equivocados

Capitulo XX: Me encargaré.

Sebastián 
 

Había pasado toda la mañana con la sangre hirviendo, como pude ser tan imbécil para mandar a Daniel a resolver mis problemas, justo a él. Ahora se ha interesado por Emily y no sé cómo voy a solucionarlo. 

 

A esta hora Linda y Emily, han salido de clases. Seguro vendrán a verme, ya quiero ver a Emi, la extrañé tanto estas horas, ese beso tan mágico... Sus ojos, su rostro... Dios, la sigo amando tanto como aquella vez. 

 

… 

—Sebastián tienes una llamada. 

 

Corrí inmediatamente hasta la dirección del internado militar, con el corazón en la boca. Era ella, tenía que ser ella. 

 

—Tienes cinco minutos. 

 

Asentí y le arrebaté el teléfono de las manos. 

 

—¿Emi? Emi, te he extra… 

 

—Oh, no cariño. Soy tu madre. Yo… 

 

—Lo… lo siento. Yo pensé que era… 

 

—Lo sé, cariño. Debes dejar de esperar sus llamadas. Ya han pasado seis meses. 

 

—Ella lo prometió mamá. 

 

—Cariño, eres muy joven todavía. Ambos lo son. No puedes simplemente atascarte. Tienes que seguir adelante. 

 

—La quiero mamá. Es tan difícil de entender. 

 

—Olvídate de ella. 

 

Y escuchado esto colgué la llamada y salí de la habitación con el alma en las manos. 

 

… 

 

 

Los recuerdos aún siguen formando parte del amor que sentía por ella. Aunque no puedo dejar a Ly a un lado, ella me quiere, y no puedo jugar con sus sentimientos de esa manera, después de enamorarme de Emi nunca volví a sentir algo parecido por ninguna chica.  

 

Hasta que conocí a Linda White. Con ella todo cambio. 

 

 

 

En ese momento tocaron la puerta. 

 

—Adelante 

 

—¡Qué alegría verte despierto! —Exclamo con una brillante y cansada sonrisa — Esta mañana, te deje dormido y aproveche para buscar tus cosas a la casa. ¿Cómo te sientes? 

 

—Mamá. 

 

Logre pronunciar recordando que por su culpa Emily había sido separada de mi lado.  Y que, gracias a ellos, tuvo que mentirme. 

 

—Sé que parte de esto es nuestra culpa. Si tan solo hubiésemos sido más abiertos. Lo siento tanto. 

 

—Yo soy tu hijo, elegiste lo que creíste correcto para mí. Conmigo no tienes que disculparte. Con la que si debes hacerlo es con Emily, ya que no tenías ningún derecho para manipularla de esa manera. 

 

Ella me observo y sus lágrimas recorrieron su rostro. 

 

—No sabes cuánto lo lamentamos. Esa joven se ha convertido en alguien tan excepcional.  

 

—Siempre lo ha sido, solo que su filtro de alta sociedad nunca se lo permitió ver. 


Y no hubo respuesta por parte de mi madre. Al mirarla noté el dolor que ella sentía. 

 

—Si ella no tiene nada que perdonarte, mucho menos yo, sé que todos cometemos errores y no llores por favor, este accidente no fue tu culpa. Quizás las cosas malas nos sirven de lección, gracias a esta situación, la verdad salió a luz. 

 

— ¿Y si no hubieses sobrevivido? 

 

—Pero lo hice, mamita estoy aquí, mami mírame, te amo y doy gracias al cielo por tenerte a mi lado. 

 

Habían cometido errores sí, pero que ganaba con revivir el pasado si ya no existe, lo importante era que estábamos vivos y nos teníamos uno al otro, en estos momentos el orgullo es estúpido, como puedes dejar de aun lado a quienes te quieren. 

 A veces nos lastiman, es cierto, pero nadie es perfecto, todos cometemos errores, y en ocasiones esos errores son producto del amor. Y el amor duele. Pero al final sigue siendo el sentimiento más hermoso del mundo.  

 

Solo se puede amar mientras estemos vivos, aquí y ahora. Porque mañana no sabemos si estaremos o si quienes amas estarán. 

 

Me abrazo fuertemente llorando y susurrando que me amaba, ella era mi madre y la tenía conmigo y me amaba, muchos no la tienen, no la conocieron o los abandonaron, pero yo la tenía aquí que más podía pedir. 

 

Sin embargo, el momento fui interrumpido cuando escuchamos un ruido de afuera, se separó de mí lentamente y fue abrir la puerta para revisar. 

 

Y allí estaba Linda, inmóvil en la puerta. 

 

—Buenas tardes, Linda, nos da gusto que vinieras. — Dijo mi madre saludándola con besos en las mejillas. 

 

—Buenas tardes. 

 

—Los dejo solos— dijo mi madre sonriéndome y saliendo de la habitación. 

 

Y finalmente me miro. 

 

Allí estaba, impecable, como siempre. Con su cabello cuidadosamente peinado y su rostro maquillado de manera profesional. 

 

¿Dónde estaba Emily? 

 

Sus ojos eran un completo laberinto, no sé si me miraba con ternura u odio, lo que si podía ver era que no estaba bien. Y que seguramente ya se había enterado de todo lo demás. 

 

—Hola. 

 

—Hola — me dijo aún inmóvil. 

 

Algo pasaba, usualmente se hubiese lanzado en mis brazos. 

 

—¿Qué pasa? —decidí preguntarle. 

 

—Lo sé todo 

 

Y allí estaba lo que no quería escuchar. 

 

Nos quedamos en silencio unos minutos, hasta que tome las fuerzas necesarias para hablar. 

 

—Así que lo sabes todo. ¿Qué es todo lo que sabes? 

 

Soné como un completo idiota 

 

—Emily, tú, el orfanato, la mentira de tus padres, el beso… 

 

Diciendo aquella última palabra rompió a llorar y me grito. 




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