Emily
El abrazo de Linda hizo que algo dentro de mí se moviera provocándome dolor. No sabía si era el miedo, rabia, culpa o simplemente alegría por estar en casa otra vez.
Comencé a llorar sin darme cuenta.
—No llores Emi ¿Qué tienes?
—No es nada Linda. Son tonterías mías.
La observé y vi que aún llevaba la ropa de la universidad como yo, seguro había estado buscándome toda la tarde. La culpa me golpeo de nuevo y comencé a sentir rabia hacia mí. Debía haberle hecho caso e irme con ella. No podía creer lo estúpida que había sido en confiar en un completo desconocido. Tenía suerte de haber llegado viva y completa, sabiendo lo adinerado que son mis padres adoptivos, hubiese podido causar un grave problema, era una estúpida.
—Emi no sabes el susto que me has dado. Sé que es mi culpa…
—No. No te culpes. Tú me lo advertiste y yo como siempre lo eche a perder.
—No es así, solo hiciste lo que creíste que era correcto y no es como si tuvieras muchas opciones en ese momento. Con Daniel no se puede esperar actuar coherentemente.
—No quiero hablar más del tema. Quiero entrar a casa.
Si por supuesto. Pero antes déjame llamar a Sebastián, sé que él no tiene ningún derecho en saber como estás por lo que hizo, pero se quedó muy preocupado por ti y eso no le ayuda en nada.
—Está bien. Llámalo.
Linda asintió y se alejó de mí buscando señal.
Una parte de mí quería gritarle que ni se molestara en llamarlo. En parte, todo esto era su culpa. No lo hice. Sabía que no debía. Porque el único problema dentro de sus vidas era yo. A veces es tan difícil despegarte de tus malas experiencias, no porque no intentes olvidarlas, sino porque la vida se empeña en recordártelas con lujos y detalles.
—¿Sebas? Ella está conmigo. Sip… Está perfecta. Eh no creo que sea buena idea…—. Me miro—. Definitivo. No es buena idea. Descansa, mejórate para que arregles el lío que has armado. Te lo repito esta bien. Ok, te amo.
Aparte la vista para fingir que no había escuchado.
—Vamos, te acompañaré.
—Quiero estar sola. Bastante has hecho por mi hoy.
—Oye, no me alejes ahora. Me necesitas.
—Lo único que necesito es estar sola—Repetí alzando un poco la voz mientras Linda asentía lentamente.
—Daniel te hizo daño ¿Verdad? —. Sus ojos me examinaban —¿Él…? ¿Él te toco?
¡Dios no! —. Le respondí exasperada. Él no me había puesto ni un solo dedo encima a pesar de que me lo advirtió. Él no me hizo nada. Solo fue un poco grosero.
—No te creo.
—Linda confórmate con saber que estoy bien. Además, no puedo contarte nada de lo ocurrido, esa fue su única condición para dejarnos en paz.
—Bien Emily Smith. Confió en ti. ¿Lo sabes?
—Lo sé.
—En quien no confió es en él.
Maldecí por lo bajo y le dediqué una mirada de advertencia.
—¡Yo sé por qué te lo digo!
—Al parecer, lo conoces muy bien. ¿Cuál es la historia Linda White? ¿Quién es Daniel para que le tengas tanto respeto y miedo a la vez?
Linda se puso blanca con el papel y negó con la cabeza. Comenzó a sudar y sus ojos se humedecieron. Había algo más detrás de toda la historia de ese chico que no me estaba contando. Le exigí que me lo contara una vez más y rompió a llorar.
-Linda perdón. Yo no sabía que el tema te pusiera tan mal.
Seguía llorando.
—Si no paras de llorar te golpearé. Para ya.
Linda alzo la vista y comenzó a sollozar.
—Iré a casa. Ve a la tuya y hablamos cuando ninguna de las dos representemos una amenaza para la otra. ¿Bien?
—No puedes huir toda la vida— grito cuando me di la vuelta— Eres una guerrera, pero hasta los soldados más fuertes necesitan que los apoyen cuando están en medio de una batalla.
Sus palabras me estremecieron. Ella me necesitaba y en el fondo sabía que yo también la necesitaba. Solo que la vida me ha enseñado que las mejores batallas se pelan solo, porque tienes dos opciones: O mueres y te llevas la satisfacción de que no arrastrarte a nadie contigo o, vives y sigues peleando hasta el final.
—Hablamos mañana. Lo prometo.
Me di la vuelta tome aliento y presione el timbre de la casa. De forma rápida una sirvienta abrió la puerta y sus ojos se abrieron de par en par cuando me vieron. Era seguro que todos estaban hablando de mí este día. Pase por su lado y camine rápido hacia las escaleras con la esperanza de o encontrarme a nadie por el camino.
—Emily ven aquí— Escuche a Carlos.
Resoplé fastidiada y obedecí. Bajé las escaleras y me detuve en frente de ellos. ¿Dónde estabas?
No quería darles explicaciones no estaba de humor.
—Te he hecho una pregunta.
—Y la he oído—. respondí con insolencia.
—Emi estábamos preocupados—susurro Janet.
—Lo siento. No estoy a acostumbrada a dejar una guía turística para que sepan a donde voy o con quien estoy— Sé que esa no era la mejor manera de responder. Y me arrepentí de inmediato.
Apego evitativo
El rostro de Carlos se arrugó en desaprobación y Janet bajo la vista, sin saber qué hacer. No quería desquitarme con ellos porque no tienen la culpa de mi desastre, pero si seguía en esta conversación todos lo íbamos a lamentar.
—Sube, te llevarán la cena a tu habitación. Y no salgas hasta mañana. Es una orden—. Dijo Carlos con mala cara y yo hice una mueca de rabia.