Amores equivocados

Capitulo XXV: Malos pasos.

Sebastián 
 

Conocía a Daniel desde los ocho años, porque nuestros padres siempre fueron grandes amigos. Cuando Daniel llego de España a los 9 años, su familia decidió juntarlo conmigo para que de esta manera la amistad se transmitirá de generación a generación. Cosa que no fue así. Yo siempre fui el típico niño de los buenos y exagerados modales, en cambio Daniel era exactamente lo contrarío. A sus ocho años no existía una mala palabra que él no decía y no había un límite que no quisiera cruzar. 

 

Motivo por el cual, cada visita se me hacía insoportable porque siempre acababa siendo el blanco de sus bromas o de sus malas intenciones. Aún recuerdo los castigos por su culpa y las cosas que tuve que hacer bajo su obligación. No lo soportaba y aún no podía soportarlo. 

 

Antes que volviera a recordar las veces que metió tangas en mi mochila o la vez que había metido un condón en mi cartuchera de colores a los 12 años, todos los niños me miraron raro y la maestra me castigo un mes entero. 

 

—Entonces, ¿Te da gusto verme? 

 

—No sabes cuánto. 

 

 

No pienses que dudo de tu palabra… Es que, se me hace imposible pensarlo. 

 

Hizo una mueca y miro a un lado —Bueno. ¿Nos abrazamos y nos besamos? 

 

—Deja la hipocresía. Me debes una explicación. 

 

 Alzo ambas cejas y me miro interesado. 

 

—¿Estás seguro de que el golpe no te ha afectado la cabeza? 

 

—Para Daniel. Sabes exactamente de lo que te estoy hablando. 

 

—Ah ya.  

 

—¿Y bien? 

 

—No sé de qué me hablas 

 

Me estaba tomando el pelo y se me estaba acabando la paciencia. 

 

—¿Por qué te has atrevido a acercarte a Emily? 

 

Soltó una carcajada —Sí que te ha afectado la cabeza. 

 

—¿Qué le has hecho?

-Nada que ella no quisiera—Respondió con doble intención subiéndome la sangre a la cabeza. Emily no había querido hablar de ese día con Linda. Y para lograrla dominar había que hacer algo que la lastimara o la asustara. 

 

—No te hagas el idiota conmigo—Dije en tono amenazante—. Ambos sabemos que con solo mirar a Emi nos damos cuenta de que no es la típica chica que podamos controlar. Y hasta el momento no ha querido ni mencionar tu nombre ¿Por qué? 

 

—¿Idiota? — Su semblante se tensó—. Te recuerdo que tú fuiste el que me pidió que la mantuviera vigilada. Así que pienso que el capullo dentro de esta conversación eres tú. 

 

—Bien, dejemos el tema hasta aquí. Aunque si me entero de que le has tocado un solo pelo o la has amenazado te juro que… 

 

—¡¿Qué Sebastián?! —Me interrumpió empujándome con una mano haciendo que perdiera el equilibrio por unos segundos. Empuño mi camiseta sosteniéndome fuertemente— No te atrevas a amenazarme. Al parecer todos aquí necesitan que le recuerden quien es el que manda. 

 

—No te tengo miedo. Sé muchas cosas sobre ti que no te conviene que se sepan. 

 

—Así que a todos les ha dado por abrir la boca—. Me empujo con fuerza—. Te recuerdo que, si yo caigo, tú te pudres conmigo. No te la quieras dar de santo socio. 

 

—Sé muy bien donde estoy metido—. Le recuerdo estirando mi uniforme. Mi brazo izquierdo comienza a palpitar por el golpe y el dolor me invade. Hago una mueca y la disimulo de inmediato—. Solo que, no tienes que arrastrar a las chicas en todo esto. 

 

—Yo no las he arrastrado a nada. Si tu estúpida novia no hubiese abierto la boca ante la chica, ella estaría fuera de esto. 

 

—Ella no sabe nada de esta mierda. 

No me quieras ver la cara. Ella lo sabe, me lo ha dicho… 

 

—Emily no sabe nada. Lo que haya dicho seguro lo dijo sin ninguna base. Linda solo le advirtió de ti, más no le dijo quien eras exactamente. 

 

—¿Advertirle sobre mí? —Sus ojos se volvieron oscuros de ira. 

 

—Linda solo quería protegerla. Emily es alguien muy especial para nosotros. 

 

Daniel negó con la cabeza y de la nada me soltó un golpe que impacto contra mi mejilla. Retrocedí unos pasos intentando mantenerme de pie. 

 

—Pues, te aviso que ya es muy tarde, no pienso alejarme de ella. 

—Me encargaré de mantenerla callada y alejada de nuestros negocios, déjala en paz—Suplique, viendo como varios estudiantes se habían detenido a observar la disputa. Daniel miró alrededor exasperado y les grito que se largaran, cosa que hicieron al instante. 

 

—Y a ti—. Se dirigió a mí mientras me estampaba contra un coche detrás de mí. — Te voy a dar una lección para que aprendas a no amenazarme. Voy a estar tan cerca de la chica como me dé la real gana. Ahora ella me pertenece. 

 

Intente empujarlo y mi hombro izquierdo envió un rayo de dolor dejándome en desventaja, momento que Daniel aprovecho para darme otro derechazo en el rostro. 

 

—Aléjate de ella, no es como nosotros—Grite furioso. 

 

A eso le llamo consecuencias querido amigo—Dijo tranquilo de un momento a otro, levanto un dedo como esperando que algo sucediera y entonces el timbre sonó. —El deber llama. 

 

—Te lo suplico. No la metas en esto. Ella ya ha sufrido lo suficiente. 

 

—Me vale.  

 

—Juro que te mataré si le haces el más mínimo daño—Amenace tratando de lidiar con el dolor. 

 

—No he dicho que le vaya a hacer daño—Dijo. 

 

La confusión se apoderó de su rostro y sin decir otra palabra se marchó. 

 

Sus últimas palabras me cabrearon a niveles desconocidos. 


Eso no podía ser verdad. Todo lo que Daniel tocaba se hacía cenizas, no podía permitir que la chica más importante de mi vida estuviera cerca de alguien como él.  




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