Sebastián.
Al llegar a la parte baja del estacionamiento, nos dirigimos hacia la camioneta que había tomado prestada de casa. Sé que mi padre se molestara toda la eternidad por mi acción, pero vale la pena. No había dudado en venir ni un segundo cuando recibí el mensaje de Daniel. Todo el día había sido fatal para mí, porque no podía parar de pensar en los miles de formas que lo haría pagar si le tocaba un solo pelo.
Gracias a Dios todo había resultado un simple susto. Emily se encontraba en perfectas condiciones o al menos eso demostraba. Tenía que haber escuchado un poco más a Linda cuando me aseguro que su hermano jamás le haría daño porque sabía lo importante que era Emily para ella. Y tenía razón. Daniel puede ser un delincuente, pero jamás haría algo para lastimar a Linda porque estoy seguro de que es la única persona que ama con toda su alma a pesar de las situaciones por las que ambos pasaron.
Al llegar a la camioneta, Emi seguía en silencio, dirigiéndome miradas fugaces de vez en cuando. Sabía que algo le molestaba desde que salimos de ese departamento. Ella jamás es tan callada y nunca suspiraba tanto. Me detuve en frente de ella para observarla antes de abrir la puerta.
Se veía hermosa, su rostro pálido denotaba aún más sus labios color rosa y su cabello negro resaltaba sus ojos oscuros de una manera espectacular. Se dio cuenta de mis miradas y alzo una ceja. Quería besarla y abrazarla hasta asegurarme de que era real. Tenerla junto a mí representaba la presencia de sentimientos que deje hace algunos años cuando me canse de esperarla. Sentí el mundo detenerse cuando su mirada quedo atrapada en la mía y tuve que apretar las manos para no besarla en ese estacionamiento cuando su mirada baja a mis labios. Ella estaba pensando lo mismo y por más que quisiera hacerlo, no podía. Ahora nuestra realidad era muy diferente que cuando éramos niños. Yo no podía hacerle esto a Linda y sabía en el fondo que ella tampoco. —Tierra llamando a Sebastián —Dijo sonriéndome.
—Estoy aquí —Le devolví la sonrisa.
Se mordió el labio inferior y reprimió otra sonrisa.
—¿Nos vamos? —Señalo la puerta de la camioneta.
—Claro —Reaccione abriéndole la puerta para que subiera—. Su mano doncella
Miro mi mano unos segundos y me dio un golpe en el brazo donde estaba el yeso.
— Auch, mujer de las cavernas —me queje simulando una exagerada mueca de Dolor.
—¿Por qué te lo has quitado? —Pregunto con seriedad.
—Ya no lo necesitaba —Me encogí de hombros y la ayudé a subir a pesar de sus protestas.
Con la camioneta en marcha Emily se volvió a quedar en silencio y eso me estaba matando. Ya que no podía besarla al menos tendría la oportunidad de conversar un poco con ella y disfrutar de su compañía. La miré de reojo y tenía su cabeza apoyada a la ventana con la mirada perdida más allá del cristal. Me alarmé. Algo malo pasaba. Ese no era su estilo.
Se veía tan perdida que mis ojos visualizaron a la niña que conocí en el orfanato. Miles de ideas llegaron a mi mente sobre las posibilidades de que Daniel la hubiera maltratado y la sangre se me congelo.
—Emi —Logre llamarla—. ¿Te encuentras bien?
Asintió sin dejar de mirar el cristal.
—No sé. Estás muy raras.
—Quiero preguntarte algo —Mascullo entonces mirándome por fin.
—Lo que quieres princesa. Sabes que puedes hablar conmigo de lo que desees.
Suspiro.
—¿En qué negocios están metidos Daniel y tú?
Esa pregunta no me la esperaba, ahora entendía por qué estaba tan rara y callada.
Apreté el volante con más fuerza de la normal y medite mi respuesta. Ya no valía la pena que ella se enterara de todas mis andadas con Daniel, ya eso se había terminado y juro por el cielo que jamás me dejaré envolver otra vez. Mi mundo de libertinaje sin control se había acabado. Desde ahora mi vida será diferente.
—Eso no es asunto tuyo —Respondí con la mirada fija en la carretera.
Entonces su reacción me dejo helado.
—¡Detente! —Ordeno.
—¿Qué?
—¡Que detengas la maldita camioneta! —Exclamo echa una furia pateando la puerta.
—¿Qué te pasa? Vas a estropearla si sigue pateándola así.
—Te he dicho que pares Sebastián. ¡Para ya!
Y aparqué a la orilla de avenida. Emily no tardo un segundo para abrir la puerta y salir corriendo.
Me bajé inmediatamente y la seguí.
—Emily ¿Qué te pasa? ¿A dónde vas? —Grite persiguiéndola por el medio de las personas que se encontraban en la acera. Tenía que detenerla, no me gustaba donde estábamos y tampoco me gustaba su estado.
—¡No quiero que me sigas, yo llegare sola a casa! —Me grito sin dejar de correr.
—¿Qué es lo que dices? Emily detente por favor. Vamos a hablar. No puedes irte sola a casa. He prometido llevarte sana y salva y eso hare.
Finalmente se dio vuelta en medio de varias personas que no dejaban de mirarnos.
—¿Llevarme a salvo? —Dijo gesticulando con las manos —. Eres increíble.
—Si Emi llevarte a salvo. Te has metido en muchos problemas últimamente. Es hora que alguien se encargue de ti.
—¿Qué yo me he metido en problemas? —Repitió con incredulidad—. No doy crédito a lo que escucho Sebastián, cuando lo único que he hecho desde que estoy en esta maldita ciudad es ingeniármelas para salir adelante soportando a unos compañeros de clases que no paran de molestarme por ser adoptada. Adaptándome a una familia que no conozco, huyendo de mis miedos por aceptar querer a las personas en mi vida otra vez. Soportando en silencio lo que siento por ti para no lastimar a mi mejor amiga. Y tú dices que lo único que estoy haciendo es meterme en problemas.