Amores equivocados

Capitulo XLVII: El perdon

Emily

—Sera mejor que te llevé a casa —Escuché a decir a Diego mientras me abrazaba.

 

Asentí en su pecho.

 

—Vamos.

 

Cuando estuvimos fuera de las instalaciones del aeropuerto, vi a Paulina recostada sobre su camioneta, cuando se dio cuenta de nuestra presencia camino con prisa mirando a todos lados en busca de su hijo. Sin saber que decir, negué con la cabeza y bajé la mirada al suelo. Sebastián se había ido para siempre.

 

—Debimos evitar que se fuera —Dijo a su esposo con voz quebrada.

 

—No era nuestra decisión, cariño. Sebastián tenía que hacer algo para salir de esa depresión. No sé si alguna vez te lo conto Emily, pero a Sebastián todo lo que paso entre ustedes más su separación cuando eran niños le hizo ser más vulnerable, ahora al perder a Linda y a ti simultáneamente no lo pudo soportar.

 

—Sé que todo es mi culpa, nunca debí abandonarlo cuando más me necesitaba.

 

—No es tu culpa, ambos estaban muy dolidos por la muerte de Linda y permitieron que el miedo a volverse cercanos a causa de su desaparición los separara. Mi niña, los dos son tan leales que serían incapaz de traicionar la memoria de Linda a costa de su felicidad. —Paulina me consolaba con cariño.

 

—Igual me siento mal. Yo le falle y eso no se puede cambiar.

 

—Es mejor que todos nos vayamos a casa para pensar y tranquilizarnos. —Dijo Diego con expresión neutra. Paulina estuvo de acuerdo y señalo su camioneta. —Yo no me iré con ustedes —Dije sorprendiéndolos a ambos—, yo, tengo que hacer unas cosas en la ciudad. —Mentí. No tenía nada pendiente, lo único que necesitaba era tomar aire y pensar en todo lo que estaba pasando.

 

—Si quieres te podemos dar un aventón hasta donde vayas —Ofreció Paulina.

 

—No se molesten. Tomare un taxi, es por aquí cerca.

 

Diego y Paulina compartieron miras y luego me observaron dudosos.

 

—Ok. Entendemos que quieras estar sola, pero si necesitas algo, no dudes en llamarnos. ¿Entendido? —Diego usaba el tono paternal que me hacía recordar los momentos en los que estuvo conmigo dentro del orfanato. Ellos siempre me cuidaron mientras estuve en ese lugar espantoso y me ayudaron a recuperar las esperanzas de volver a tener una familia.

 

—Entendido —Dije empezando a caminar en otra dirección—. Y gracias, por todo.

 

Con una breve sonrisa ambos se despidieron.

 

Mirando hacia los edificios intente mantener la calma y pensar.

 

Siempre que hay miles de emociones recorriéndote lo recomendable es estar solo y caminar un rato, así puedes pensar libremente y liberar tu dolor asegurando que si la situación se te sale de las manos no podrás lastimar a nadie.

 

Seguí caminando hasta llegar a la parada de auto buses. Esperé un momento y observé todo a mi alrededor tratando de adaptarme a la realidad.

 

Una vida se va, otra decide cambiar de rumbo, otras están destruyéndose y el mundo sigue igual, en su misma dinámica; unos riendo como la feliz joven pareja que estaba a mi lado, algunos quejándose por el estrés de su trabajo como el hombre que está hablando por teléfono al otro lado de la parada y otros llorando internamente como es en mi caso. Todos están viviendo su vida a pesar de lo que está pasando a su alrededor. Nada se detiene por la partida de una persona, ni siquiera por la tristeza de otra. La realidad es así, todos al final siguen adelante porque nadie es imprescindible en esta vida. Absolutamente nadie.

 

Una lágrima se escapó de mis ojos.

 

—¿Se encuentra bien Señorita? —Pregunto un joven en inglés.

 

Parpadee un par de veces y lo mire, no lo conocía. Busque las palabras adecuadas para responderle en su idioma tal como había aprendido junto Linda los pasados meses.

 

—Estoy bien —Dije en Ingles.

 

—¿Esperas un taxi?

 

—Si.

 

—Disculpe por ser tan atrevido. —Eso llamo mi atención ¿Ahora que quería? —. Es usted muy hermosa —Abrí la boca para advertirle que no estaba para tonterías, pero el prosiguió—, no debería estar triste. La vida es bella, debería estar feliz.

 

Ignore los miles de insultos que vinieron a mi mente solo porque no quería causar más problemas. Respiré hondo y sin mirarlo le dije: —Le agradecería que no siga por ese camino. Este día no estoy de ánimos para escuchar tonterías.




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