10 años más tarde.
"Buenos días princesa. He soñado toda la noche contigo. Íbamos al cine y tú llevabas aquel vestido rosa que me gusta tanto. Solo pienso en ti princesa... pienso siempre en ti."
—La vida es bella.
Despertar con esa tarjeta era como estar en un mundo de fantasía donde el amor era el poder más grande. Sonreía y sonreía como una estúpida al leerla varias veces. En mi estómago había un par de mariposas haciendo de las suyas, todo era tan perfecto que parecía irreal.
Dejando la tarjetita a un lado, me estire sobre la cama para poder levantarme.
Luego de mi rutina mire el reloj en mi mesita nocturna.
—¡No puede ser! —Dije levantándome de un salto.
<<¿Por qué me dejaron dormir tanto?>>
Sin detenerme a pensar corrí hasta el pasillo. Se suponía que tenía que despertar más temprano. Este será un día especial como pude ser tan tonta y quedarme dormida.
—Rosy —Llame a su puerta sin dejar de tocar—. Rosy por favor, levántate.
Los nervios me atacaron. Con el tiempo Rosy había sacado mis hábitos, incluidos el de tener el sueño demasiado pesado. Intentando detener el impuso de entrar e invadir su privacidad seguí tocando insistente.
—Buenos días, princesa —Escuche a mi amor detrás de mí.
—Que buenos días, ni que buenos días nada —Dije molesta—. ¿Por qué no me has despertado?
Sebastián confundido se detuvo a milímetros de mí.
—Te ves hermosa cuando te enojas —Susurro besando mi nariz.
Molesta le di un empujón —Déjate de tonterías. Sabes que hoy es un día muy importante para nuestra hija.
—Lo sé, princesa —Dijo sonriendo tentadoramente
—¿Y porque no me has despertado? Es tardísimo, Sebastián.
—Princesa —Dijo besando brevemente mis labios—, no te desperté porque ayer te volviste a quedar despierta hasta tarde escribiendo tu libro, pensé en dejarte descansar para que tuvieras la energía necesaria para nuestra hija. Ah, déjame terminar. Temprano llame a Daniel para que la viniera a buscar así aprovecharíamos para ir por su regalo sin que se dé cuenta. Ahora, ve a ponerte guapa que se nos hace tarde.
Sin saber que decir, lo bese. Sin duda alguna, tenía al esposo más perfecto del universo. Estaba completamente segura que no existía hombre en la tierra que soportase mis cambios de humor con tanta dulzura como lo hacía Sebastián. —Discúlpame, amor. Es que estoy tan nerviosa que no sé qué me pasa. Esta semana he estado muy estresada con la fundación y para colmo viene mi hija y me dice que va a una audición para una escuela de arte y ni siquiera se atreve a decirme cual va a hacer su presentación. Me siento inútil al no poder ayudarla.
—Amor, es una sorpresa, Rosy podrá tener 8 años, pero su carácter es igual o más fuerte que el de su madre. —Aseguro mirándome divertido—. Ella quería que fuese una sorpresa para ti. No te pasara nada si te dejas sorprender ¿o sí?
Suspire dándome por vencida.
Sebastián soltó una risa de satisfacción.
—Vamos, amor. Ve a ducharte para que bajes a tomar el desayuno que he hecho especialmente para ti. —Sus palabras me convencieron así que como una niña asentí y besando sus labios me fui para la habitación.
Sin darme cuenta el tiempo había pasado volando. No habían pasado más de diez años para que mi vida pasara del dolor a la felicidad. En estos momentos me sentía completa y satisfecha, tenía todo lo que una mujer podía desear; un esposo incondicional que me amaba con locura, una hija maravillosa que o paraba de darme motivos para seguir luchando, un par de ángeles en el cielo que me cuidaban en todo momento y amigos que sin tener la necesidad me apoyaban en todo. Definitivamente, no podía pedirle más a la vida. Lo que me resultaba más increíble al pensar que obtuve todo esto haciendo algo tan sencillo: Perdonar y seguir adelante.
Media hora después, baje a la cocina. Como siempre, el desayuno estaba impecablemente servido. Cada día amaba más a mi esposo, todos sus detalles eran un incentivo para estar segura que mi decisión había sido la correcta.
—¿Quién eres tú y que has hecho con mi esposa? —Dijo divertido.
—Si te refieres a la espelucada de hace unos minutos, no tengo ni idea.