Amores que matan

4. Sabor a sangre

» Esto asusta, lose. Talvez eres la persona correcta en el momento incorrecto «

Bajo del auto y me apresuró a llegar al elevador con Nova en los brazos, aquí es donde maldigo el haber comprado un Pen House. Quería que el maldito ascensor subiera más de prisa al piso veinte. Cuando por fin llegue abrí el departamento con mi huella,

Nova aún tenía los ojos abiertos, pero no hablaba mucho y eso era alarmante. Siempre tenía algo que decir y ahora que necesitaba que siguiera hablándome para saber que aún estaba en este mundo ¡No lo hacía!

Cuando llegamos al departamento la dejo recostada en el sillón, su herida está sangrando y aunque es una cantidad aceptable, me preocupa. Voy al baño por el botiquín y lo riego por toda la mesa de centro. Démosle gracias a Dios que me meto en peleas y me toca curarme yo solo o sino no sabría ni un carajo de cómo hacerlo.

Subo su camisa y evaluó el daño, una bala ha entrado y la otra solo ha sido un roce, nunca me imaginé sacarle una bala a mi futura esposa. Pero dicen que las mejores relaciones nacen de las peores circunstancias.

—Deberé sacarte la bala yo mismo o sino no se detendrá el sangrado.

—Está bien yo confío en ti.

Mierda no lo hagas. Tomo la pinza y localizo la bala, ella respira hondo cuando ve que estoy por sacarla. Yo también lo hago al sentirme tan presionado, la mano me tiembla cuando me introduzco en su herida apartando tejido para llegar a la bala.

En su cara se mira todo el dolor que siente y el que aún le falta por soportar, no la culparía si ahora mismo se largará a gritar, estaba siendo demasiado fuerte de forma admirable. Tocó la bala y la sujeto con fuerza para jalarla y sacarla de su cuerpo, la dejo encima de un cenicero y rápido presiono mis manos encima de su herida para aligerar el sangrado. Cuando siento que el flujo de sangre a disminuido y se ha quedado en su sitio quito mis manos de encima.

Su sangre está por todas mis manos, es un rojo intenso y se siente frío, un latigazo de electricidad me recorre desde la espina dorsal. Casi tiene el mismo color que su labial. Sin pensarlo meto uno de mis dedos a mi boca para degustar su sangre era la primera vez que hacía eso. Y cuando sentí el sabor metálico fue como un choque de éxtasis entre mi cuerpo y mi mente.

—Exquisita.

—¿Lo haces con todos? —lo dice en tono juguetón.

—No. Eres la primera persona de la que pruebo su sangre.

Ella sonríe satisfecha, su mano avanza hasta mi nuca y me atrae hasta ella, cuando su aliento chocar con el mío, solo succiona mi labio superior levemente y después deja un beso corto en mis labios. Cuando siento calor en mis mejillas invoco todo mi puto control y me separó a centímetros de ella.

—Debería terminar de curarte.

Ella se vuelve a recostar de lleno en el sillón y solo asiente, mientras cierra sus ojos. Observó cómo muerde su labio cuando oprimo su herida para detener el sangrado.

—levanta los brazos.

Ella lo hace y enrollo una venda en sus costillas y abdomen, sonríe satisfecha cuando todo parece quedar bien y la ayudo de nuevo a recostarse.

—¿Puedes prestarme tu teléfono? Creo que deje el mío en la oficina.

Asiento y le pasó mi teléfono, ella teclea con atención el número de alguien, se lo pega al oído y se escuchan los tres vips correspondientes antes de que alguien al otro lado de la línea conteste.

—Murdo —es lo primero que dice ella y con eso me basta para saber que es un hombre.

Ella sigue hablando y yo me hago el desentendido recogiendo todo lo que use para curarla mientras ella acaba su llamada con el tal "Murdo"

—Si, es la misma dirección que te dije, está bien te esperaré.

Ella cuelga y me devuelve el teléfono.

—¿Te vas? Estás herida.

—Lo siento Señor protector, pero mi papá aún me regaña si duermo fuera de casa, además gracias a tu buen trabajo la herida está mejor. Gracias Reimon.

Cada vez que ella decía mi nombre lo decía de una forma que parecía que el mismísimo Dios me estuviera hablando, Yo no sabía mucho de ella, pero parecía que a ella no le pasaba lo mismo y de seguro Ran ya le había contado parte de mi vida.

—Quiero hacerte dos preguntas.

—Bien, es lo mínimo que puedo hacer para agradecerte salvarme la vida. Adelante.

Me siento a su costado y me aclaro la garganta, meditando cual será mi primera pregunta.

—¿Quién es tu papá con exactitud?

—Eres directo ¿Eh? Me agrada. Mi papá es Long Fredly, un mafioso con padres europeos y chinos, con un récord de exportaciones de cocaína a Centroamérica. Buscado en muchos países, tiene tratos con los altos mandos de la política canadiense, por eso este país le permite vivir aquí.

Esa información era interesante y talvez útil en algún momento. Me sorprendió que me la diera de forma tan simple.

—¿No tienes rasgos asiáticos?

—físicos no, pero si genéticos, como el color de mi piel, no subo de peso con facilidad mi madre era de París, yo nací ahí. Supongo que tengo más físico de ella que de papá.




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