Amores que matan

5. Rosa negra

» Porque tú le diste colores a este corazón negro en mi interior «

El ruido que Ran hace con la maldita silla de rueditas me está sacando de quicio, pero no hay una forma medianamente —amable— de decirle que pare con esa mierda. Pero mi querido hermano puede tener toda una familia a su cargo, pero no significa que haya madurado y dar vueltas en la silla lo hace feliz, que estúpido.

—¿Como están los niños? —le digo mientras miro los reportes en la computadora, solo así logro que deje la silla en paz.

—Están genial, con Becca estuvimos hablando que el siguiente año podremos llevarlos al Jardín de niños.

—Qué manera de arruinarles la infancia.

—Becca dice que es bueno para que se desarrollen a temprana edad.

—Si quieres desarrollo solo ponles dora la exploradora o Pocoyo, tú y yo crecimos con eso ¿Y miramos?

—Es cierto —pone su mano en la barbilla planteándose la idea.

Ahora soy yo quien hace ruido mientras repiquetea sus dedos en el filo del escritorio, quería preguntarle algo a Ran, pero eso suponía muchas burlas de su parte y hoy en especial, yo estaba bastante irritable.

—¿Como le fue a Nova con la misión?

Dejo mis dedos tranquilos y quito mi mirada para ponerla sobre él, me ahorro todas esas burlas, pero no me quito las dudas.

—¿Sabías que era Damien el que estaba detrás de eso? —le hablo con un tono más fuerte del que esperaba el.

De inmediato frunce el ceño por el cambio de actitud y tarda cinco segundos en examinarme, lose. Para luego relajar la expresión y encogerse de hombros con simpleza.

—Claro que lo sabía, vamos Reimon, podré no estar aquí pero siempre se lo que pasa. Al diablo nunca se le escapa nada.

—Entonces sabes que ese bastardo le disparó ¡Dos putas veces! Casi la mata y todo por tu jodida necesidad de arreglar ese problema a coña fuerza y porque ella está igual o más loca que tú.

—¿Quieres que acepte mi responsabilidad?

Ran era bueno jediéndome la paciencia y hoy no estaba para contenerme, me sentía estúpidamente frustrado. Me levanto de mi silla tan rápido como alcanzo a tomarlo de la corbata y el cuello de la camisa para levantarlo de su asiento para cruzarlo por el escritorio hasta tenerlo pegado a centímetros de mi cara. Ahí su expresión se vuelve a endurecer mientras a mí me tiembla la mano de pura rabia y descontento.

—Quiero que la dejes fuera de todo esto. Puede ser la hija de quién coños sea, hasta de Dios si quieres. Y nosotros podremos ser mafiosos, empresarios, asesinos ¡Lo que quieras! Me importa una mierda. Pero siempre pensamos lo mismo: nunca pondríamos a una mujer en peligro.

—¿Te volviste débil Reimon?

—Me volví más humano, si los papeles fueran otros y ella fuera Becca, no me dirías esto. O si ella fuera mamá, ni siquiera lo dudarías. Oh Arley.

—No metas a ninguna de ellas en esto.

Ahora es Ran quién me toma del cuello del traje, sabía que estaba yendo muy lejos al mencionar a esas tres mujeres, pero solo así lo tendría donde lo quería. Los dos nos soltamos el traje y cada quien se arregla, Ran vuelve a tomar asiento.

—Nunca la he obligado a nada, si Nova hace todo eso es por gusto. Puede dejarlo cuando quiera, así que está conversación ten la con ella no conmigo.

Me paso las manos por el cabello, frustrado de no llegar a ningún sitio con esto. Me tiró a la silla, Ran se para y va a un lado de la oficina por dos copas de whisky, me pone una enfrente y él se sienta a beber la suya. Alguien toca la puerta de la oficina y a ambos nos parece extraño que la secretaria no haya avisado primero.

—Adelante —Ran y yo nos ponemos de pie en cuanto la puerta se abre.

Dos hombres vestidos de negro y armas entran como guardias y un tercero hace su gran entrada, cabello negro, piel pálida, alto. Lo conocía... A medias.

Era el chico que se llevó a Nova esa noche hace una semana atrás. En ese instante me pareció no agradarle, pero ahora parecía que yo no le quitaba ni sumaba nada, simplemente no le importaba nada de mí.

—Perdón por no anunciarnos antes, pero la visita promete ser breve. Soy Murdo, guardia personal de Nova.

—¿Donde esta ella?

—Recuperándose de lo ocurrido, pero desea extenderle una invitación para que lo acompañe a cenar está noche.

Él se aproxima unos pasos y deja sobre el escritorio una caja blanca y listón dorado. Después vuelve a retroceder y aclararse la garganta para hablar.

—Ella no recibe negativas así que lo estará esperando. —de un segundo a otro siento que deja a un lado la formalidad— sé puntual Hainix, a Nova nunca se le hace esperar.

Le da una breve mirada a Ran que ambos cruzan como si fueran enemigos a muerte y sale por la misma puerta detrás de él, seguido de sus dos guardias con dos armas tan grandes como ellos, si su plan era venir desapercibido creo que no lo logro.

Ran cierra la puerta y se apresura a tomar la caja, pero se la quitó antes de que la abra, la contempló por fuera. Eran tan elegante como ella, la abro y dentro encuentro una rosa negra tallada en ¿Cristal? Eso me parecía, era delicada, ruda y auténtica. Es el primer regalo que recibía en mi vida por parte de una mujer que no sea mi madre. Al fondo de la caja hay una tarjeta escrita con fina caligrafía.




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