Amores que matan

16. Cuando una estrella muere, no lo hace en silencio

» Una supernova, una explosión cósmica masiva. Eso ocurre cuando una estrella decide quemarse que desvanecerse «

París, Francia

Despertar de nuevo y en esa misma casa de mi niñez era un golpe duro de realidad. Cada vez que paso mi mano por mi vientre me sorprendo, era irreal el hecho de estar esperando un hijo y encima de Reimon. Mi había perdido todo mi embarazo, ya solo quedaban un par de semanas. Antes de irse Reiza se había encargado de quitarme una última cosa y esta jamás regresaría.

Porque el tiempo no es algo que se pueda retroceder, sufro en silencio por los momentos perdidos. Sabía que alguna vez el pasado nos haría pagar nuestro karma.

Me visto con la ropa que papá ha traído para mí y el simple hecho de verme al espejo hace que me desborde en lágrimas. ¿Esto era lo correcto? no quería dejar a Reimon, no quería que pensara que lo estábamos abandonando. Él que tanto lucho por sentirse parte de algo, no sabía si el sería capaz de soportar tanto dolor y encima si soy yo quien se lo está causando.

El bebé dentro de mi patea con fuerza, aun no sabía que seria, papá tampoco lo sabía así que suponía que Reimon nunca quiso saberlo antes que los dos juntos, si él espero tanto y nunca perdió la esperanza de que yo despertaría para ver nacer a nuestro bebé. Yo honraría esa decisión, tampoco quería saber lo que sería hasta estar los tres de nuevo reunidos.

Alguien toca a la puerta y rápidamente me limpio las lágrimas y actuó de la manera más casual que puedo.

—Adelante.

La puerta se abre y encuentro a Murdo asomándose por el costado. Le sonrió cuando lo veo y lo insto a que pase.

—Pensé que seguirías durmiendo.

—¿Bromeas? creo que ya he dormido lo suficiente todos estos meses. No me puedo quejar, me siento de maravillas.

—¿Que tal va? —señala mi vientre algo avergonzado.

—Hey pierde la vergüenza, dile bebé o algo.

—Aun no sabes que género es ¿Cierto?

—No y supongo que así es mejor, las sorpresas siempre vienen bien.

—Entonces supongo que estas usando estos días para pensar un nombre ya sea niño o niña.

—De hecho, con Reimon ya habíamos dicho que de ser niño se llamaría Eros, Garret Eros.

—Entonces ambos sabían de tu embarazado antes de que pasara todo.

—No, pero en la misión donde salí herida tuvimos una conversación sobre el futuro.

—¿Y si es niña?

—Eris, Leah Eris.

Sonrió mientras siento sus movimientos dentro de mí, sea niña o niño, estaba claro que sus futuros nombres les encantaba. Y ha Reimon aún más, llevarían algo de sus padres.

—Tu padre quiere hablar contigo. Te espera en el laboratorio. Me pidió escoltarte.

Asiento y ambos salimos de la habitación, recorremos la casa hasta casi cruzarla por completo, la mansión de papá aquí, era inmensa y en la otra punta de esta casi al terminar la propiedad tenía un ala exclusiva donde tenía sus laboratorios de drogas y armamento.

Era una maldita fortaleza, por eso las autoridades no lo habían encontrado aún.

Cuando llegamos Murdo posa su pulgar en una máquina que detecta su huella y abre las puertas para nosotros, dentro del lugar se encuentran varias personas trabajando en los próximos cargamentos. Tomamos un pequeño ascensor que nos lleva a una sala aún más subterránea.

Cuando llegamos solo este papá y dos de sus hombres, cuando se detiene el ascensor salgo y Murdo se queda sin salir, avanzo y llego junto a papá, en automático los dos hombres se dirigen junto a Murdo en el ascensor y se van. Dejándonos solos.

—Mi bella Nova. Como esta mi princesa y nuestro futuro heredero.

—Oh heredera.

—Tienes razón, será igual o más hermosa que su madre y abuela.

—¿Que hacemos aquí?

—Me siento en la obligación de mostrarte esto, aunque no me gustaría sabiendo tu estado y que será una impresión bastante fuerte, pero precisamente estaba esperando tu regreso para poder terminar con esto de la mejor forma y despedirnos juntos.

Mi seño se frunce al no comprender nada, aquí solo había máquinas y cámaras criogénicas. Papá le hace una seña a otro trabajador que está en un palco cubierto de cristal manejando un panel de control. Este presiona algunos botones.

Y la cámara criogénica que esta frente a nosotros, donde antes se percibía todo blanco por el frio extremo, poco a poco hace disipar la neblina y en el cristal se ve algo.

El cuerpo criogenizado de Reiza.

De la impresión casi me caigo de espaldas, pero papá me sujeta. A comparación de la última vez, esta con los ojos cerrados, casi en paz. Vestido con un traje a medida blanco y su cabello negro como la noche. Ya no estaba lleno de golpes ni de heridas de bala.

Su cuerpo y piel pálida parecían estar sanados.

—¿Por qué?

—Es mi hijo Nova y sé que yo mismo le di y le quité la vida, no podía tirar su cuerpo como si fuera un perro. Necesitaba traerlo hasta acá para que descansara en el mausoleo junto a su madre y...

—A mi madre.

En lo profundo de la mansión, donde los bellos jardines terminaban había una capilla. Figuraba ser una iglesia donde se encontraba el mausoleo familiar. Las cenizas de mi madre, de On jo la madre de Reiza y ahora... las de él.

—Se que él nunca nos perdonó y que te hizo un daño irreparable, pero pensé que tal vez quisieras despedirte. Después de todo, la sangre es familia. Podemos negar el apellido y hasta el parecido, pero no la sangre.

Él tenía razón, era mi hermano. Trato de matarme, pero al final él se dejó matar solo para acabar con algo que él no había iniciado. Lo miro y detallo su rostro, las palabras no me salían, pero en mi cabeza le decía muchas cosas. Que lo perdonaba, que en otra vida me gustaría encontrarlo y ofrecerle el cariño que siempre quiso, que nunca fui su competencia y de haber pedido ayuda yo se la hubiera dado.

—Creo que ya me he despedido.




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