Amores que matan

17. Los sueños son el reflejo de los anhelos

» En el fondo anhelaba tanto que pudiéramos compartir esos pequeños momentos juntos, pero los dos sabemos que el tiempo no regresa «

No podía dormir, había muchos pensamientos en mi cabeza y todos genuinamente conducían a Reimon, no quería que se volviera a sentir solo. Quería hacerle saber de alguna forma que pronto volvería a su lado no importando de qué forma.

Bajo las escaleras con mucho cuidado, estaba a mitad de la noche. Todos ya estaban dormidos para ese entonces, las semanas habían pasado y el tiempo no mejoraba nada. No quería volverme loca pensando muchos finales trágicos y ninguno feliz.

Toco el ultimo escalón que me guía a una de las salas dentro de la mansión, camino con sigilo con los pies descalzos por el frio mármol del piso, me escabullo hacía la cocina que está a un costado. La luz bajo la alacena me ayuda a ver por dónde ir perfectamente.

Me paralizo ni bien cruzar el umbral, porque no estaba sola. Murdo estaba del otro lado de la encimera con un cigarrillo en la mano derecha, un cenicero a su costado donde cada tanto depositaba las cenizas que consumían el cigarrillo. Y un vaso de agua a su izquierda a medio beber.

—Hey, ¿Qué haces aquí?

—Lo mismo podría preguntarte —apaga el cigarrillo contra el cenicero para no incomodarme con el humo— deberías estar durmiendo Nova, a este punto es cuando más energías deberías de guardar.

—Vamos, no es para tanto. Solo quería algo de tomar.

Suspira y se levanta, retira un poco la silla de la encimera para que pueda sentarme, no digo nada y simplemente tomo su gesto. Se dirige a la nevera y la escanea un poco.

—Naranja o fresa.

—Fresa.

Asiente y va por un vaso a la alacena para llenarlo de jugo de fresa, me lo pone enfrente y vuelve a tomar asiento, los dos estamos en silencio. Termino mi vaso de jugo y al percibir que Murdo no tenía ganas de entablar una conversación decido irme.

—Bueno, descansa Murdi. —sus ojos se me clavan, nunca le gusto que le dijera así.

—Llámame así de nuevo y lo pagaras.

—Murdi.

Hace el amago de levantarse de la silla pero soy más veloz y me levanto antes, aunque sabía que no se atrevería a perseguirme. Me dirijo a las escaleras y con algo de dificultad subo los primeros escalones, al sexto me tengo que detener porque siento agua bajando por mis piernas, me resultaba extraño, antes no tenía ganas de ir al baño.

Me empiezo a alarmar cuando un intenso dolor viene de pronto a mi pelvis y espalda baja. Trato de aferrarme al barandal, pero no sabía si bajar o tratar de subir a mi habitación. Lo único que me quedaba era vez hacia la puerta de la cocina esperando que me escuche.

—Murdo... —espero, pero no, tal vez lo dije muy bajo— ¡Murdo!

En el segundo intento sí que sale disparado de la cocina y se acerca casi corriendo al sitio donde lo espero, su asombro es notable, me mira y luego al charco que está a bajo de mí. Trato de mantener la calma, pero el dolor viene en aumento.

—Ayúdame por favor, creo que va a nacer.

—Oh por dios.

Se pasa las manos por la cara y sube hasta llegar a mí, con cuidado me toma en sus manos y sube hasta mi habitación, patea la puerta para pasar y me deja con cuidado en la cama, trata de irse, pero lo detengo.

—No te vayas por favor.

—Nova tengo que avisarle a tu papá. Y él ya está dormido.

—Llámalo por teléfono, pero no me dejes.

Suelta todo el aire que había estado reteniendo y saca su teléfono, marca y se lo pone al oído, se frustra un par de veces, pero a la cuarta ya contestan.

—¡Señor! Nova está en su habitación, parece que el bebé nacerá hoy. Dígame que hacer.

Se aleja un poco para hablar, aunque es bastante corta la conversación porque luego cuelga.

—Murdo...

—Tranquila, él viene para acá, dijo que me quedara contigo. Él sabe qué hacer.

Asiento y los dos juntos esperamos a que más de una persona venga, Murdo estaba desesperado de la tardanza no paraba de caminar en círculos. Hasta que Tocan la puerta y él se dispone a abrirla.

Trato de respirar con calma pero el dolor es insoportable, trataba de resistir todo lo que podía pero a la vez quería sacar esto dentro de mí. La habitación se llena de golpe con personas de la servidumbre que traen agua caliente, toalla, productos de higiene y alcohol, había perdido a Murdo de vista, pero papá entra a la habitación y se acerca a mí.

Toma mi mano y me habla al oído, atrás de él viene una mujer con un traje completo para asistir una cirugía o algo parecido.

—Nova, ella es la doctora Veles, te ayudara con tu parto, trabaja en los laboratorios, lo siento. Pero es tarde para tratar de llevarte a un hospital.

—¿Mi bebé nacerá aquí?

—si mi niña. Se que es doloroso pero tu cuerpo ya paso por mucho estos meses y será riesgoso, pero sabes que no hay un hospital lo suficientemente cerca.

—No importa papá, solo quiero que mi bebé nazca.




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