Amores que matan

20. Tres amigos en una misión suicida

» En el lugar donde se sienten las lágrimas y el dolor, no puedo evitar pensar que es una amarga felicidad «

Nos encontrábamos todos desayunando en el gran comedor, Axael y Becca se entretienen con los niños al igual que Ran. Ross come en silencio y yo igual, ninguno de los dos se mira pero la tensión se siente. Ayer por suerte, Axael logró convencerlo de seguir con esto. Aunque eso no cambiaba el hecho de que no le gustará todo lo que estaba pasando.

—Siento lo de ayer, me excedí con ustedes y fui egoísta. Lo reconozco. —me atrevo a disculparme, él toma un sorbo de jugo y luego me mira fijamente.

—Te entiendo, el miedo nos hace actuar de esa forma, pero también quiero que me entiendas, amo a Axael de forma desmedida, no quiero que le pase nada y si sé que está en peligro no dudaría en llevármela. Ella es esa clase de persona que antepone a todos antes que, a ella misma, así que a mí me toca ponerla a ella como mi prioridad aún si eso significa dejar a otros atrás.

Todo se queda en silencio y por supuesto que los demás lo habían escuchado.

—Gracias por quedarte.

—Cambia esa cara, vamos a encontrarla y todo estará bien.

Eso en el diccionario de Ross significaba: Para eso están los amigos. Seguimos comiendo ahora ya más animados y platicando de otras cosas para distraer la mente.

NOVA

Me recuesto contra la barandilla del balcón y observo a lo lejos, el aire mueve mi cabello y me eriza la piel, desde la mañana había estado sintiendo un sentimiento extraño en el pecho. Como un nudo que no puedo tragar.

—Nova...

Salto de mi lugar por la sorpresa repentina, miro atrás de mí y encuentro a papá con Murdo escoltándolo.

—Dime papá.

—Saldremos unas horas, necesito llevarme a Murdo conmigo, pero dejaré al resto de mis hombres para tu seguridad, si necesitas algo solo llámame de inmediato. Trataremos de no demorar mucho.

—Claro, no te preocupes. Estaré bien papi.

—Te quiero mi niña.

Me deja un beso en la frente y sale de la habitación con Murdo por detrás, dejo la espléndida vista del balcón y regreso adentro. Me asomo con cuidado y en silencio a la cuna junto a mi cama. Esa pequeña personita aún descansa sobre las mantas, con las mejillas rojas y las manos blancas.

—Hola mi bebé. Duermes mucho ¿Lo Sabes?

Con mi dedo delineó su rostro con cuidado y acaricio su mano que es del tamaño de mi meñique, sin querer lo toma con fuerza mientras sigue perdido entre sus sueños. Intenta llevarse mi dedo a la boca como un chupete, pero lo libero suavemente y solo alcanza a llevarse su propia mano a la boca.

—Te pareces tanto a tu papá.

Empieza a agitarse un poco conteniendo las ganas de estallar en llanto, acaricio su cabeza para que se calme y siga durmiendo.

—Yo también lo extraño mi bebé.

REIMON

Trato de respirar profundamente, lo que estábamos a punto de hacer era algo extremo. Miro a Ross con su teléfono en mano monitoreando las coordenadas que Axael nos dio y así encontrar la casa donde estaría Nova. Ran se asegura que su paracaídas este en orden y no deja de asomarse cada tanto a la compuerta que está abierta de la avioneta en la que viajamos.

Yo solo me pierdo en mi propio mundo de dudas y miedos, donde podríamos no salir vivos o puede que sin, pero sin ella. Me tranquilizaba un poco saber que no nos encontraríamos con la Cosa Nostra de frente, según lo que logró averiguar más Axael, ellos tenían más casas y en la que estaría Nova solo estaba ocupada por ella, su papá y su seguridad propia.

Pero que, de verse en peligro, no había duda de que Long recurriría a sus lazos con la Cosa Nostra. Todos nos ponemos alerta cuando Ross guarda el teléfono en su chaqueta y de aproxima a la compuerta junto a Ran.

—Es hora, ya estamos sobre el sitio. Estamos preparados para saltar —avisa al piloto que desciende más, pero sin ser detectado en la tierra.

—Mierda, siento que quiero vomitar. —comienza Ran, era un gallina cuando quería.

—Bueno Rancito, será mejor que vomites cuando estés en tierra firme. —habla Ross

—¿Que?

No le da tiempo a reaccionar y con una patada en el abdomen lo tira de la avioneta, grita maldiciendo a Ross aunque se calla cuando da vueltas por el aire.

—Eres un hijo de puta —le digo al ver a mi hermano cayendo al vacío esperando por nosotros.

—No estamos para perder tiempo, así que ¿Saltaras ahora? O tengo que aventarte igual.

—Cálmate desquiciado, iré por mi cuenta.

—Bueno, entonces nos veremos abajo.

Sin mucho se aproxima y salta al aire, él a comparación de Ran si lo estaba disfrutando y logra llegar casi al nivel del Ran que trata de alcanzarlo para golpearlo. El piloto me mira por el espejo asiento con la cabeza y también me lanzo.

El aire me pega de golpe en la cara y por momentos me es difícil respirar moderadamente, Ran es el primero en abrir su paracaídas con ayuda de Ross que luego de ayudarlo abre el suyo.




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