Amores que matan

21. Mi alma en tus ojos

» Antes solía ver la muerte como un juego, pero a tu lado se siente como un castigo del que no quiero ser merecedor «

Ayudamos a Ran a que sea el primero en escalar el muro, cuando ya está por encima del muro me extiende la mano y Ross pone sus manos en un intento de que me pare sobre ellas y él me impulse a subir. Cuenta hasta tres y me levanta, Ran toma mi mano y me jala hasta arriba con él.

Los dos nos ponemos en posición para extender nuestras manos y ayudar a Ross mientras el encuentra la forma de impulsarse desde el pequeño sobresalto de un ladrillo. Logra tomar la mano de Ran que es más alto que yo y eso es suficiente para que lo atraiga hacia nosotros y logre tomar mi mano para terminar de levantarlo. Cuando los tres logramos estar dentro. es Ross quien nos guía.

Tratamos de que ninguna persona nos descubra, pero el camino para llegar a la casa principal no era corto y menos sencillo. Este lugar está lleno de guardias como si Long no quisiera que nada de aquí entrara o saliera.

Un par de guardias monitorean algunas zonas, pero nos escabullimos cuando cambian de posición, todo estaba saliendo bien hasta ahora. Cuando ya estamos a pocos metros del frente de la casa principal donde se suponía residía Nova y Long nos detenemos a evaluar lo que haremos.

—Bien, todo a sido fácil hasta ahora. Solo necesitamos seguir igual, lograr entrar y el resto será de Reimon. —Sugiere Ross.

—No creo que sea tan sencillo como lo dices. —Defiende Ran.

—Claro que lo es, ella es su mujer. Solo deben hablar, aclarar la situación y por voluntad propia quera volver antes de sacarla a la fuerza y que nos vuelen la cabeza por desafiar a la familia.

En mi mente todo era igual de sencillo que como lo planteaba Ross, pero pensamientos estúpidos me decían que de haber querido quedarse desde un inicio, Nova no se habría ido de la noche a la mañana. Ella era alguien que nunca terminaría de conocer.

Cruzamos miradas entre nosotros y nos disponemos a movernos para llegar al objetivo, estábamos a la esquina de un anexo y con solo doblar y seguir recto ya estaríamos al frente de la casa. Cuando ponemos un pie en esa dirección vemos un muro completo de hombres armados protegiendo la entrada y aunque sabemos que ya nos han visto, solo nos da darnos la vuelta y volver a escondernos.

—Estamos jodidos —balbucea Ran.

—¡Salgan antes de que los matemos a tiros! —Escuchamos gritar a uno. Simultáneamente se escucha como cargan sus armas.

—No tenemos salida, somos tres contra todos ellos. Sería tan estúpido pensar que ganaremos, es como querer volar si saltamos del techo —reflexiona Ross y estoy de acuerdo.

—Bueno... De alguna forma debíamos entrar, seguro mi suegro quiere hablar conmigo —me aliento.

—¡Salgan ahora!

Soy el primero que se pone de pie de nuevo y sale con las manos en alto con el arma sujeta de forma fuerte, a mi lado se pone Ran y Ross en la misma posición. Una luz roja que se cruza enfrente de mis ojos me hace mover un poco la cabeza y cuando veo bajo nuestros cuerpos, estamos apuntados con puntos rojos.

Solo en ese instante me doy cuenta de los francotiradores en lo más alto de los techos. Casi es difícil verlos por el sol en lo alto.

Estábamos jodidos, todo este tiempo ellos ya sabían que estábamos dentro y solo nos dejaron llegar hasta aquí para matarnos como si fuéramos enviados al paredón de fusilamiento.

—¡Bajen sus armas! —grita un hombre que no deja de apuntarnos a nosotros con una M16.

Aunque la diferencia de su arma con la mía, una cz Shadow 2. Es demasiada, no había esperado tanto tiempo como para rendirme aquí. Así que también lo apunto con mi arma.

—¡Estás loco! Baja tu arma —me recrimina Ran, pero soy incapaz de desviar mi mirada de ese hombre con rasgos asiáticos.

—¡Me importa un carajo si trabajan para Long! Su hija es ¡Mi mujer! La madre de mi bebé. Ya nacido o no ¡Ellos me pertenecen! Y no me voy a ir de aquí si no es con ellos.

Grito tan fuerte para que hasta el último hombre en sus filas me escuche, nunca mentí cuando le dije a Nova que podría tomar mi vida cuando quisiera.

—¡Al único lugar a donde irás será al infierno! —me responde y dispara a un costado de mí, está claro que no me apuntaba solo lo hacía como advertencia.

—¡Llama a Long! Dile que Reimon Hainix vino a recuperar lo que ese cobarde le quitó.

—No cumplo órdenes de un bastardo que no está a la altura de nuestro jefe. Les daré una última advertencia, vuelvan por donde llegaron y conservarán su vida o quédense y les serviré sus cuerpos a los perros en la cena.

—Gracias por la advertencia, pero me temo que lo mío son las acciones.

Le apuntó al hombre y aprieto el gatillo sin dudarlo, se tambalea y otro hombre detrás de él lo sujeta, pero sin embargo ninguno dispara contra nosotros.

—La siguiente será entre ceja y ceja, para que cada vez que te veas al espejo recuerdes a este bastardo.

—¡Hijo de puta!

Se suelta de los brazos del que lo sostiene y se abalanza contra mí en una pelea de uno contra uno, lo golpeó con el puño y con el mango del arma, al estar herido no representa una dificultad así que me desestreso golpeándolo hasta que la sangre en su rostro me mancha los nudillos. Todos se han quedado absortos viéndonos, después de todo. A estos asiáticos no les han enseñado a ayudar a un camarada en una pelea que están perdiendo.




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