Después de Ivon, existieron ilusiones que llegaron a mi vida, pero que sus historias fueron muy cortas. Pero en el 2004 o 2005 , tuve una ilusión que llevo a enfrentarse a mi corazón contra la razón.
Fue de esos amores que te alegran y a la vez te duelen, de esas ilusiones que te llevan a un sueño irreal del cual no quieres despertar.
Ella era Diana, vivía en el barrio y en ocasiones salia a vender en una tienda que su madre tenia; su sonrisa y su mirada me fueron ilusionando y poco a poco se fue metiendo en mi pensamiento y en el corazón. Sabia que estaba mal enamorarme de ella, pero ante un corazón frágil, no podía hacer nada.
A ella nunca le calle lo que sentía, siempre le dije la verdad, pero cada noche que pensaba en ella me decía a mi mismo:- que ella era un amor prohibido.
En ocasiones iva a su tienda con la esperanza de que ella saliera a atenderme; para entregarle un papel donde había escrito un poema y una dedicación de un disco. Cada momento en que tenia la oportunidad le entregaba esas cartas de amor.
Fue una historia muy bonita que creció entre la razón y el corazón, enredada entre miradas que callaban un sentimiento, entre escritos y canciones y el anhelo de serlo todo.
Todo lo que sentí por ella fue real, desde el primer momento hasta el último, que los poemas estuvieron llenos de sentimiento.
Y así paso el tiempo entre la incertidumbre de luchar por ella o hacerle caso a la razón, al final decidí hacer algo que me dolería mucho; decidí escribirle una carta con todo el dolor de mi alma. Una carta que solo buscaba que ella se desilusionara de mi o que me odiara.
Desde ese momento hice de todo para no mirarla y alejarme de la tienda, simplemente quería que ella siguiera su vida y que fuera feliz.
Hoy tiene dos hijas, sigue igual de hermosa, de vez en cuando nos saludamos, pero nunca he intentado hablar con ella para pedirle disculpas.