En el año 1312, murió el Rey Fernando IV de Castilla, dejando a su heredero, Alfonso, sin poder tomar todavía el poder por ser menor de edad.
Unos años después, en 1320, en Galicia nació una niña, era hija natural de Pedro Fernández de Castro, primer señor jurisdiccional de Monforte de Lemos, y nieto del rey Sancho IV de Castilla, pertenecía a una de las familias más antiguas e ilustres de Galicia.
Su madre fue Aldonza Lorenzo de Valladares, descendiente de una rama ilegitima del Rey Alfonso VI de León. Unos años después del nacimiento de la pequeña, la madre murió, así el padre se vio en el dilema de qué hacer con su hija.
— ¿Qué harás ahora con ella? Supe que la familia materna no la quiere por haber nacido fuera de un matrimonio.
— No lo sé, no tengo tiempo de cuidar infantes — dijo el padre de la pequeña que estaba aprendiendo a caminar — no puedo ocuparme de ella.
— Mi hija necesita una dama de compañía.
— ¿Quieres llevártela Juan Manuel? — lo miró esperanzado, así podría quitarse ese peso de encima.
— Sí, la trataría como merece por su alcurnia.
— Bueno hermano, me parece bien — fue a buscarla y se la entrego, aliviado.
Así la pequeña Inés de Castro pasó a vivir en el palacio de don Juan Manuel, Duque de Peñafiel y Marqués de Villena, y se convirtió en la compañera inseparable de hija del duque, su prima Constanza.
Cuando en 1326, el Rey Alfonso alcanzó su mayoría de edad, formó una alianza con el Señor de Vizcaya, y pretendió casarse con la pequeña Constanza, que en ese momento tenía 9 años. Los esponsales de Constanza y Alfonso fueron ratificados por las cortes de Valladolid, pero dada la minoría de edad de la novia el matrimonio no llegó a consumarse, aunque la niña empezó a usar el Título de Reina Consorte de Castilla.
Pero en 1328 Constanza fue repudiada, al estar interesado el Infante Alfonso en un matrimonio con su prima, la infanta María, hija del Rey de Portugal, con el fin de estrechar lazos con este reino.
— Hija, lo lamento, pero el contrato de matrimonio se rompió — le explicó el padre.
— No puede ser — la niña ya se había acostumbrado a ser considerada como una futura reina — ¿Quién me va a querer ahora? Me van a repudiar todos.
— Te buscaré inmediatamente otro candidato.
— Por favor padre, que sea otro heredero de un reino.
— Para usted, hija, es lo menos que puedo hacer.
Luego de varios sondeos, su padre le consiguió un nuevo compromiso.
— Será la futura Reina de Portugal.
— Gracias padre, se lo agradezco mucho.
Pero el Rey Alfonso, vio con malos ojos este enlace.
— Si ellos se unen, perderé mucho poder, debo evitarlo — le dijo a uno de sus consejeros, con quien empezaron a planear una solución.
Así el monarca decidió secuestrar a la niña, y la encerró en el Castillo de Toro, quería obligar al padre de la infante para que rompiera el compromiso con el heredero al trono portugués.
Don Juan Manuel pidió de vuelta a su hija, pero el rey castellano se negó a entregársela. No obstante, el matrimonio de Constanza se celebró por poderes, primero en Portugal, el 28 de febrero de 1336 en el convento de San Francisco en la ciudad de Évora con la presencia del infante Pedro, sus padres y varios obispos, y posteriormente en Castilla. Aunque los novios eran primos, bisnietos del rey Pedro III de Aragón, ya se había logrado obtener la dispensa papal correspondiente para la unión.
Así la situación, el Rey portugués decidió tomar cartas en el asunto.
— Sr. Embajador, dígale a su alteza que debe dejar en libertad a la esposa de mi hijo, además he tenido noticias de que su forma de tratar a mi ilustre hija, a pesar que es su esposa, la trata como si fuera del pueblo. Ella es de la realeza y debe tratársele con el respeto y dignidad que merece.
— Su Majestad, mi Señor el rey Alfonso IV trata como corresponde a su excelentísima esposa, esos rumores mal intencionados solo buscan destruir la unión que se hizo con ese matrimonio. Además le recuerdo que no ha hecho llegar las fuerzas comprometidas para nuestra santa guerra contra los infieles.
La situación desembocó en una guerra entre los dos reinos que duró tres años, y suscitó la preocupación de otros reinos cristianos, y del Papa Benedicto XII que desempeñó un papel crucial para poner fin a esta contienda. La paz entre los dos reinos se acordó en Sevilla en el verano de 1339.
Un año más tarde, en octubre de 1340, el Rey portugués ayudó al Rey castellano y tuvo una participación destacada en la batalla del Salado. Luego de esto, finalmente Constanza pudo viajar a Portugal, en cuyo séquito iba la noble gallega, Inés de Castro.
— Es muy afortunada prima, será la futura Reina de Portugal.
— Así debía ser, nací para ser la madre de Reyes.
Cuando por fin llegaron a palacio, el novio quedó extasiado con la belleza de Inés, y se alegró pensando que ella era su futura esposa.
— De verdad tuve mucha suerte, no creo difícil enamorarme de mi ilustre esposa. Aunque su dama de compañía viste mejor que mi novia.
— Mi señor — le dijo uno de sus acompañantes al darse cuenta del error — a quien usted piensa que es su esposa, es solo una dama de compañía, su futura esposa es la otra dama.
El corazón del príncipe quedó destrozado, pero trato de que no se notará.
— Hijo, le presento a su esposa, Constanza Manuel de Villena.
— Un gusto mi señor Pedro — la jovencita lo vio con ojos enamorados, de que su vista se posó en él, su corazón fue del Infante.
— Igualmente — pero mientras besaba la mano de su joven esposa, sus ojos estaban clavados en Inés.
Unas semanas después de consumar su boda, Constanza estaba muy molesta con su prima, ya que su esposo no ocultaba su interés en ella.
— ¡Inés! — llamó molesta la muchacha.
— Dígame prima.