La señorita Blanche Monnier, nació en Francia el año 1849, fue la segunda hijo de un matrimonio acomodado y muy respetado en la sociedad parisina. Era una niña modesta y tímida, debido a un padre ausente por su trabajo, y por la creencia que las mujeres se crían mejor solo al lado de sus madres.
En este caso su progenitora era aparentemente una piadosa mujer, miembro de la comunidad que siempre aportaba en obras de caridad, su padre era Decano de la Facultad de Letras de Poitiers, y su hermano mayor, además de participar de varias sociedades y de obras caritativas, consiguió trabajó, gracias a las influencias de su padre, como subprefecto de Puget-Théniers.
Pero solo era una fachada lo de buena mujer, Luise era dominante, controlaba cada aspecto de la vida de su hija, desde que se levantaba hasta que hora debía ir a acostarse, por eso cuando se convirtió en adolescente llevaba una vida muy recatada, se le permitía asistir solamente a recepciones de los amigos de sus padres, donde era la invitada segura, ya que creció para convertirse en una muchacha bella e inteligente.
Eso y la fortuna de sus familia hizo que hubiera muchos pretendientes nobles y adinerados que querían ganar su mano, pero Blanche deseaba esperara a enamorarse antes de comprometerse.
Una tarde por fin sus deseos fueron escuchados, durante una de las recepciones conoció a un abogado que tenía casi el doble de su edad, de quien se enamoró a primera vista. El hombre, Peter, le correspondió, y comenzó el romance entre la pareja, quienes ya planeaban como sería su boda, la que debería ser humilde ya que el novio debía realizar varios trabajos humildes para poder sobrevivir, y no quería que pensarán que se quería casar por el dinero, por eso no les pidió ayuda para el enlace, pero eso no evito que cuando la madre se enteró, se opusiera de la manera más rotunda.
— Deje de ver a ese perdedor ¡Qué dirían de nosotros! Seremos el hazmerreír de todos.
— No me interesa, quiero casarme por amor.
— ¿Y eso que le traerá? Cuando no haya comida en la mesa se alimentará de amor — le respondió sarcástica la mujer mayor — tengo un buen joven de su edad, hija, y de una excelente familia.
— No quiero verlo, no me volveré una amargada como usted por no tener amor en mi corazón — recibió una cachetada de su madre como respuesta.
— No me hable así, soy su madre, respéteme.
— No necesito su permiso, puede hacer lo que quiera, soy mayor de edad, no dejaré de amar a Peter porque usted me lo ordene.
Por un tiempo la muchacha siguió con su relación, contra los deseos de su familia.
— Casémonos ahora mismo — propuso el hombre, una tarde que caminaba por el parque.
— Quisiera contar con la bendición de mi familia, así papá puede conseguirle un trabajo.
—No quiero, si hago eso pensaran que la quiero solo por su dinero y contactos — suspiro — ellos nunca me aceptarán.
— Cuando vean que no dejaré mis planes con usted dejarán de presionarme para dejarlo.
En el año 1874, al llegar a casa la muchacha se encontró con Thomas, un joven de buena cuna, con quien su familia deseaba se comprometiera.
— Srta. Blanche — se levantó al verla entrar — le traje estas flores — le pasó un hermoso ramo de rosas y lilas.
— Gracias — la joven contesté al muchacho, aunque miraba molesta a su madre.
— Cariño, Thomas me contaba que pronto viajaría a Inglaterra...
— Me duele la cabeza madre, disculpen, pero me retiraré a mi cuarto.
— No se preocupe por mí, no avise de mi visita.
La madre estaba roja de furia, pero tuvo que guardar las apariencias mientras estuviera la visita, cuando se fue entró como torbellino en la habitación de su hija.
— Debe golpear la puerta antes de entrar a mi cuarto — pero la muchacha de nuevo recibió una cachetada que la tiró a la cama.
— Nunca pensé que me haría pasar una vergüenza como está, esas nuevas amistades que frecuentan la han hecho olvidar los buenos modales que le inculque.
— No seré hipócrita nunca más, prefiero que Thomas sepa lo que siento por él, no me importa enfrentarme al qué dirán.
La madre se fue hecha una furia, pensando cómo hacer que la muchacha la obedeciera. Unos días después Peter quedó en el parque esperando horas a Blanche, apenas amaneció, la busco por los lugares que frecuentaban, como no la encontró, se armó de valor y fue directamente a la mansión Monnier.
— Sra. Louise — saludó nervioso el hombre a la madre de su amada.
— Supongo que vino a buscar las cosas de la que fue mi hija.
— No, ayer quedamos de vernos con ella y no llegó.
— Pensé que se había ido con usted, como amenazaba siempre, pero si no está... entonces... ¿De verdad no sabe nada de mi hija? — preguntó angustiada.
— Como cree que le estaría mintiendo en algo tan grave.
La familia Monnier puse avisos dando una recompensa si se daba algún dato que llevará a encontrar a Blanche, pero nadie se ganó ese dinero.
Por años Peter iba a preguntar dónde la Sra. Luise por su amada, al no tener noticias, dedicaba todo su tiempo libre a buscar a la jovencita, pero lamentablemente en 1885, 11 años después de la desaparición de Blanche, el hombre murió, llamando a la muchacha con su último aliento.