* Nota de la Autora: Pensaba poner solo acontecimientos históricos en Amores Trágicos, pero este me gustó tanto que, aunque no está confirmado como real, me pareció bello de contar.
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En el año 1158, un pequeño de tres años iba a ser el nuevo Rey de Castilla con el nombre de Alfonso VIII, pero debía esperar algunos años, así cuando cumplió los 13 recién fue coronado como el Monarca de Castilla
Un año después se casó con Leonor de Plantagenet, la hija del Rey Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, lo que lo convirtió en el cuñado del mítico Ricardo Corazón de León.
Pero como pasaba en casi todos los matrimonios de ese tipo, ninguno de ellos se amaba, por lo que el esposo pasaba poco con su mujer, pero esto no impidió que tuvieran diez hijos, los que estaban bajo la tutela de su madre, ya que su padre siempre estaba lejos con cualquier excusa, odiaba tener a sus pequeños cerca.
Así la situación del matrimonio, un día Alfonso fue a cazar con un halcón para poder estar tranquilo de los llantos de sus numerosos hijos, se quedó en un castillo lejano del que era el hogar de su familia.
Una tarde su ave de presa hirió a una paloma blanca, como consiguió huir del ataque, asi que el rey uso una flecha para matarla, el ave cayó en un bello jardín, el monarca entró orgulloso a buscar su presa.
— Buenas tardes mi Señor — le dijo una mujer que a él le pareció una visión del paraíso.
— Buenas tardes — respondió embobado el gobernante, la dama frente a él tenía los ojos y el cabello oscuro, la piel clara, y una voz muy suave.
"Por Dios, parece un ángel — pensó el aristócrata".
— Lo siento señora, no quise molestarle — sin darse cuenta su voz bajo de volumen, sintió como si estuviera en un lugar santo.
— No me molesta, solo quise tratar de ayudar a este pobre ser — tomó a la paloma, inerte — no me gusta ver que ningún ser muera.
— Lo siento — por primera vez le dolió haber matado un animal — ... yo... debo irme
Muy confuso el Rey se retiró, sin poder dejar de voltear para ver a la jovencita, que llevó al ave muerta al patio interior.
— Mi Señor ¿Y su presa? — preguntó el caballero que lo acompañaba.
— Creo que la presa fui yo ahora — respondió embobado.
— ¿Cómo dice? — respondió el lacayo, confundido.
— Nada, no es importante, vamos.
Volvió al palacio donde estaba alojando, apenas clareó el siguiente día, mandó a uno de sus servidores a averiguar todo lo que pudiera sobre la muchacha que lo hechizo.
— Señor, llegó el sirviente que mando al pueblo — le informaron ya que el gobernante cada cinco minutos preguntaba por su enviado.
— Háganlo traer inmediatamente.
— Mi Rey — el joven hizo una reverencia.
— ¿Qué averiguó? — preguntó ansioso por las respuestas.
— Se llama Raquel, tiene 17 años, soltera, sus padres, que eran su única familia, murieron hace unos años. Por fortuna para ella su padre le dejo muchas propiedades, de cuyas rentas vive. Su madre le enseñó el oficio de curandera, así que planta hierbas medicinales con los que prepara remedios que vende, o regala si ve que las personas no tienen como pagar. Es muy apreciada por la mayoría de los vecinos del lugar.
— ¿Supo a qué iglesia va los domingos? — al ser soltera, era más fácil para él acercarse a la joven, y que mejor que en un lugar tan santo.
— Señor... es que... ella es judía.
— Vaya, no creía que fuera de uno de esos.
Sabía que debía abandonar su plan de convertirla en su amante, al no ser católica no era posible ninguna relación entre ellos. Pero eso chocaba con sus deseos, por unos días logró controlar sus impulsos, pero al final lo que sentía por ella fue más fuerte, y llegó a su jardín, donde ella de nuevo estaba recogiendo hierbas.
— Buenas tardes Srta. Raquel – saludó respetuoso.
— Buenas tardes mi Señor.
El hombre quedó sin saber que más decir, todo lo que había ensayado se le olvido, su mente estaba en blanco, por suerte ella, al verlo en ese estado, lo invitó a tomar té en su casa.
Por unos meses se visitaron como amigos, hasta que él le confesó sus sentimientos, los que ella acepto porque también se había enamorado de Alfonso.
Con el tiempo, cuando había que tomar medidas contra los judíos, el Rey fue muy blando, y en muchos casos hacía leyes que ayudaban a los del pueblo de Raquel, en desmedró de los españoles, lo que empezó a molestar a muchos, más cuando su aventura con la judía fue de dominio público. Nadie de la corte podía creer que su gobernante hubiera cometido tamaña estupidez.
Por un año la situación se mantuvo en secreto, pero luego a Alfonso ya no le importó las habladurías, y sin preocuparse de lo que dijeran los demás, llevó a Raquel a uno de sus castillos, con esto ya los negociantes que vieron afectados sus ingresos por los comerciantes judíos, fueron a hablar con la Reina para pedirle su mediación con su esposo, pero ella tuvo que reconocer que no podía hace nada, ya que desde antes que se convirtió en amante de Raquel, no le hacía caso en nada.
La situación fue tan complicada, que llegó hasta Roma, ya que los eclesiásticos veían con miedo, que como nunca antes los judíos habían tenido tanta presencia en la corte. Al-Fakkar, que era médico, oficiaba como visir y embajador del Rey, además de ministro de exteriores; y por si fuera poco, llegó a ser además Rabino Mayor de Castilla. Sus familiares viajaban con escolta del Reino de Castilla; tal situación de poder producía recelos entre los cristianos.
La Reina Leonor, que veía furiosa, que el sentimiento de su esposo por su amante no disminuía con el tiempo, como con las anteriores, tuvo miedo que Alfonso se separa de ella y se casará con Raquel. Como hija del Rey de Inglaterra, no estaba dispuesta a sufrir tan grande humillación.
Busco el apoyo de varios súbditos que estaban contra la amante del Rey, y con su ayuda económica contrató a dos asesinos