Amores Verdaderos: Te Encontré

CAPÍTULO 10

AYSEL

Conversamos todo lo que duró el movimiento del auto. Súbitamente el auto se detuvo por completo, ambos desconocíamos la ubicación que podríamos tener así que solo esperábamos no encontrarnos demasiado lejos.

Bruscamente abrieron la cajuela del auto llenando el lugar de la luz del día, parpadeé unos segundos antes de acostumbrarme al brillo del lugar.

Dos hombres se plantan frente a mí, ambos aun cubiertos con las máscaras. Daniel permanece inmóvil y uno de ellos intenta levantarlo desde la atadura realizada en la muñeca. Con fuerza lo levantan y sin ningún cuidado lo arrojan al suelo.

Hacen lo mismo conmigo, aunque con más cuidado, debido a la extraña manera en que nos ataron ninguno puede mantenerse en pie. Me concentro en observar el lugar. Desde donde estoy solo puedo observar el ambiente casi árido, apenas hay unos cuantos árboles separados y esparcidos por todo el lugar. Además de ello no hay rastros de que alguien pueda vivir aquí, aunque desde aquí también logro observar la carretera a una distancia lejana. Aparece una tercera persona y camina apresuradamente hacia uno de los árboles más cercanos y busca algo entre las ramas. Luego empieza a brincar apresuradamente alrededor del árbol, hasta que un sonido vacío lo detiene y empieza a remover la tierra con rapidez.

Continúo observando con detalle todo lo que hace y es entonces que reparo en la manera en que levanta una tapa y entonces reparo en lo que va a suceder.  

─ ¡Suéltenme! – grito con el miedo corriendo por mi cuerpo, mientras me remuevo. Si llegan a encerrarnos era probable que no pudiesen encontrarnos. No nos iban a mantener en una casa sino bajo tierra en medio de la nada. ─ ¡No lo hagan! ¡Les daré lo quieran, pero déjennos ir! ─ Exclamo aterrada. No veo las expresiones de ninguno así que no tengo idea de si al menos lo están reconsiderando. ─ ¡Por favor suéltenos!

Daniel parece notar mi desesperación y empieza a forcejear con el tipo que lo sostiene y logra liberar sus pies, y a pesar de encontrarse con los ojos vendados logra asestarle un golpe, este cae al suelo, así que mi captor se dirige hacia ellos, aprovecho el momento para tratar de soltar las ataduras de mis pies y con desesperación logro con éxito mi cometido. Lo primero que se ocurre es ir hacia el auto, es entonces que la tercera persona se percata de la situación y corre hacia mí. Incremento la velocidad y corro sin mirar atrás, soy consciente de que no puedo hacer nada en el auto ya que no puedo usar mis manos que se encuentran atadas detrás de mi espalda. Sin embargo, continuo con mi intento de forcejear y liberarme y siento como la tela se abre paso entre la piel de mis muñecas, continúo corriendo, pero la desesperación me mantiene en un estado de estrés, temo caer pues si lo hago tardaré en levantarme, quiero gritar y maldecir, pero de nada me serviría hacerlo aquí más que para gastar mi energía. A lo lejos logro observar un auto y siento como la esperanza regresa hasta mí.

Corro aún más rápido y empiezo a pedir ayuda.  

─ ¡Detente! – grita uno de ellos y volteo.

Solo uno continúa siguiéndome mientras dos de ellos mantienen a Daniel boca abajo enseñándome uno de los cuchillos con los que inicialmente nos amenazaron.

– Das un paso y lo matamos, tú decides. – Dicen sin compasión. Enseñando aún más el cuchillo.

Nuevamente observo el auto, se encuentra lejos. Pero se ha detenido.

─ Regresa ahora ¡rápido!

─ Por favor suéltenos, no diremos nada ─ suplico una vez más.

Alguien se ha bajado del otro auto y se dirige hacia nosotros.

─ Métanlo al auto. Quédense con él y no cometan más errores.

El tercer hombre continua hasta llegar a mí, que debido a lo penúltimo que vi me he quedado quieta sin decidirme por completo que hacer. En cuanto está cerca de mí sostiene mis manos con brusquedad y me libera de las ataduras.

─ Ni se te ocurra pedir ayuda o lo matamos y luego seguirás tu. ─ Dice amenazante. ─ Dirás que eres mi novia y solo estabas jugando, está claro.

No respondo.

─ ¿Está claro?

─ S…i…está claro.

El hombre se quita la máscara que lleva y sostiene mi muñeca. Hasta nosotros llega un hombre algo mayor, y nos pregunta si tenemos algún problema o si necesitamos ayuda. El hombre que me sostiene la muñeca se disculpa y crea una excusa bastante creíble. Mientras yo no soy capaz de decir nada.  

Repentinamente ese hombre me abraza y contengo todos mis impulsos de darle un golpe y obligarlo a que me suelte. Entonces observo mis muñecas y estas se encuentran enrojecidas y maltratadas. Sé que esta puede ser una oportunidad de librarme de esta situación. Así que empiezo a disculparme por y disimuladamente enseño una de mis muñecas, el hombre me mira, primero con sorpresa, después, da un asentimiento que solo yo puedo notar y sin más nos despedimos.

─ Actuaste bien linda. Eres muy inteligente.

Me felicita con sorna y me empuja para regresar hasta el auto nuevamente, donde no hay rastros de Daniel. Luego dirige nuestros pasos hacia al árbol y cuando llegamos levanta la tapa y me indica para que baje por ahí.

─ ¡Suéltanos por favor! No diremos nada. ─ Suplico una vez más.




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