Amores Verdaderos: Te Encontré

CAPÍTULO 11

DANIEL

Sentía como el aire ingresaba a todo mi cuerpo y como mi estado de inconciencia se disipaba, a pesar de ello me costaba abrir los ojos. Sentía como si estos pesaran kilos y kilos.  

De repente el ligero aroma a flores inunda todas mis fosas nasales. Me encuentro confundido así que me esmero por abrir los ojos y cuando finalmente lo logro la intensidad de la luz me obliga a parpadear en innumerables ocasiones y cuando por fin esa imagen borrosa se disipa de mi mente observo todo el lugar y veo a una persona acostada en uno de los sillones de la habitación.

La confusión me altera por un momento.

¿Qué hago aquí?

¿Qué paso?

No puedo recordar nada y en vano intento levantarme, pues un fuerte tirón en el vientre me obliga a detenerme y sin proveerlo suelto un corto lamento debido al dolor.

─ ¡Daniel! ─ Dice la joven que se levanta en automático en cuanto me escucha.

La observo un momento confundido. Empero, los recuerdos llegan hasta de manera que rápidamente me hacen comprender la situación.

─ Aysel, pequeña…

─ Daniel ¿cómo estás? ¿te sientes mejor?

─ Estoy bien pequeña. ¿Tú estás bien?

─ Sí, estoy bien. ─ Me regala una linda sonrisa. ─ Tenía miedo, mucho miedo. ─ Sus ojos se llenan de lágrimas. ─ Pero estas aquí, ya despertaste. ─ E intenta secarse las lágrimas. ─ Gracias, muchas gracias por lo que hiciste por mí.

─ Eres muy importante para mí. Lo volvería a hacer si fuera necesario. ─ Le respondo expresando todo lo que siento por ella. ─ Pequeña ¿sabes cuánto tiempo pasó?

─ Todo sucedió ayer.

─ Mi madre ¿cómo esta? ─ pregunto muy angustiado. No quiero que mamá se preocupe, ella necesita estar tranquila.

─ Tuvimos que decirle todo lo que sucedió. Ayer estuvo contigo, pero logramos convencerla para que fuera a casa a descansar. Sé que no quieres preocuparla así que manejamos el asunto de la mejor manera posible.

─ ¿Ella está bien?

─ Sí, ahora que te vea despierto se encontrará feliz.

─ Gracias pequeña.

Aysel me sonríe de esa manera que tanto me gusta.

─ Ahora espérame un momento que buscaré al médico.

Aysel sale de la habitación y mientras espero que regrese no puedo evitar sonreír tontamente al recordar que había aceptado ser mi enamorada. Después de un momento la puerta de la habitación se abre e ingresa Aysel acompañada de otro hombre vestido con bata blanca.

Él se acerca y me examina verificando los latidos de mi corazón, mi respiración, entre otras cosas para finalmente indicar que me encuentro bastante mejor de lo esperado y retirarse.

─ Ayer pasaron muchas cosas… ─ susurro tomando de la mano a mi pequeña.

─ Demasiadas. ─ Responde de manera tristona.  

─ Me declare en la cajuela de un auto. ─ Le recuerdo.

─ También me declare en la cajuela de un auto. ─ Me responde de manera tímida.

─ Pequeña, ayer…me robaste un beso. ─ Digo para ver como sus mejillas se pintan de un bonito color rosa.  

Y es que una de las cosas que más me gusta es ver sus bonitas mejillas sonrojadas.

─ ¡No es cierto! Tú lo hiciste, no yo.

─ Puede ser… ─ confirmo ─ pero yo no fui el que inicio.

Aysel me observa aún más roja que antes.

─ Esta bien…lo inicie yo…pero no debiste terminarlo. Además, yo no quería darte un beso. Necesitaba comprobar que estuvieras respirando bien.

─ Pero si estábamos hablando… no necesitabas comprobar nada…─ Digo y por respuesta Aysel se da un ligero manotazo en el rostro. ─ Lo siento no te enojes. Solo quería decirte que…ayer viví un momento repleto de emociones juntas. Felicidad, tristeza, miedo. A pesar de todo estamos aquí. Estamos juntos, estoy feliz por eso. ─ Reconozco. ─ Ayer lo pensé…lo sentí…no quiero volver a perder de vista tu sonrisa. No quiero olvidar tus ojos. Siempre quiero sentir el aroma de tu cabello. No sé qué nos prepara el futuro, pero quiero verte siempre. Sé que el tiempo que nos conocemos es demasiado corto, pero puedo asegurarte de que mi corazón hasta el momento no ha sentido esto por nadie. Pequeña, sé que ayer te hice una pregunta y la verdad no me cansaría de preguntarte una y otra vez. ─ Digo para después con cierto esfuerzo sostener una rosa que se encuentra en un bonito jarrón ubicado a un costado de mi cama. ─ Admito que me gustaría escuchar tu respuesta una y otra vez. ─ Me callo unos segundos. ─ ¿Quieres ser mi enamorada? ─ Pregunto.

Aysel sonríe mientras suavemente coloco la bonita rosa entre sus manos.

─ Acepto. Acepto una y un millón de veces porque también siento todo eso por ti. ─ Dice y mi corazón se llena de alegría.

Aysel se acerca y suavemente hace el intento de darme un abrazo y para después acurrucarse en el lado no lastimado de mi cuerpo.

─ Me haces muy feliz.

─ Tu también, contigo soy muy feliz. ─ Responde.




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