CAPÍTULO 12

ALGUNAS SEMANAS DESPUÉS

DANIEL

Hoy me daban de alta, por fin, después de pasar varias semanas encerrado en una habitación, aun no me encontraba del todo recuperado y tenía que seguir un montón de recomendaciones de parte del médico, tenía una lista con las cosas que debía o no hacer, inclusive me dieron un manual para tomar una ducha sin afectar la herida.

Estaba impaciente, demasiado.

Mis días aquí se remontaban a salir de la cama, caminar unas cuantos pasos y dar algunas vueltas en la habitación, ingresar a la cama nuevamente, desayunar, almorzar y cenar alimentos saludables pero que no eran del todo de mi agrado y técnicamente no los disfrutaba…extrañaba los platillos de mamá. 

No podía dejar de observar el reloj de la mesilla una y otra vez y comprobar que aún faltaba una hora y que el paso del tiempo parecía lentificarse por millones,

¡Una hora!

Una hora parecía toda una vida.

Solo es una hora Daniel Saeli Durand.

Podía resistir.

Regresaría a mi casi vida cotidiana.

A lo de siempre.

Nuevamente observaba el reloj y no habían pasado ni tres minutos.

¡Maldición!

Sé que a mamá no le gusta que maldiga.

Pero ¡Maldición!

Quiero salir ¡en este momento!

¿Qué puedo hacer?

Ya leí todas las revistas al derecho y al revés.

Aunque podía hacer el intento de jugar ese juego que solía jugar de pequeño.

Me detuve a analizar la habitación y observar con absoluta atención.

Frasco. Frasco. Jeringa. Frasco. Jeringa. Cable. Frasco. Jeringa. Cable. Espejo. Frasco…

Repetí el juego alrededor de cinco veces.

Y volví a observar el reloj.

Faltaban cuarenta y cinco minutos.

¡No es posible!

Definitivamente la paciencia no era ninguno de mis dones.

Observo un espejo en la mesilla, lo levanto y lo acerco a mi rostro me veo terrible. Tengo unas inmensas ojeras y me veo cansado y aburrido.

Con esta cara Noelia no creerá que realmente me quede con Óscar. Hará tantas preguntas que desde ya me siento agotado de tener que responder todas.

Lo mejor que podía hacer era tratar de dormir.

Dormir siempre ayuda al cuerpo. Pero me costaría trabajo conciliarlo. Ya no me aplicaban sedantes como al principio. Y el aburrimiento me provocaba de todo menos…sueño.

Observo nuevamente la mesilla, no han pasado ni cinco minutos.

Intento tararear la canción que mamá me cantaba cuando era niño.

De repente entre un ligero estado de somnolencia veo una bonita cabellera rubia que se agita delante de mí.

No sé en que me estado me encuentro. No puedo asegurar si estoy dormido o despierto.

AYSEL

Llegamos al hospital después de tardar mucho más de lo esperado debido al tráfico y nos dirigimos hacia una de las habitaciones detrás de una enfermera. Los otros médicos y enfermeras corren de un lado para otro.

La señora Rebeca me acompaña.

Vinimos juntas para llevar a Daniel a casa.

Noelia lo extraña mucho, en realidad demasiado.

─ Extraño mucho tener a mis hijos juntos

─ En un momento lo estarán. Noelia estará tan contenta. – Menciono.

─ ¿Los que los atacaron…?

─ Están en la cárcel. Ya los condenaron. No volverán a hacer daño. – Respondo de la forma más serena que puedo.

***

─ Lo lograste muñeca, mírame estoy aquí. Tras las rejas.

─ Es lo que te merecías. Nunca debiste intentar siquiera hacerme daño. – Me alejo de él, pero antes... – Y por favor no me llames de esa manera. No me gusta. – Y me alejo de su celda.

─ Me vengaré muñeca. ¡No lo olvides!

Es lo último que escuchó de Andrew.

***

─ ¿Te encuentras bien?

─ Sí, estoy bien. Daniel me protegió y evitó que me pasara algo malo. Tengo mucho que agradecerle. – Digo.

Ambas subimos al ascensor, con cierta prisa pues la enfermera que iba delante nuestro ya no está y al parecer aún no se ha percatado de que nos quedamos atrás.

─ Me agrada que estén juntos. Me hace feliz verlos. Mi hijo te quiere mucho.

─ También lo quiero mucho. ─ Respondo con cierta vergüenza. Aun me cuesta hablar así con alguien.

─ Y también gracias por apoyar a mi hijo con su trabajo.

─ No se preocupe, papá dice que está en deuda con Daniel.  

─ Que opinan tus padres de esto…