AYSEL
El día inició mucho más pesado de lo que esperaba.
Me sentía muy triste y era incapaz de levantarme de la cama. Lucero varias veces había venido a verificar mi estado e insistir en que debíamos llamar al médico. Lo cual rechacé en un montón de ocasiones pues bien sabía que mi malestar no tenía origen físico, aunque se estuviera manifestando de esta manera.
Agradecí no tener ninguna clase hoy, de esa manera sentía que podía pasar mi tristeza sin más preocupación que mi propia tristeza. Benjamín también había venido a verme en innumerables ocasiones antes de irse a sus clases de natación.
También le agradecía a él y su discreción. Nadie en casa sabía nada. Aunque al parecer Sandy iba intuyendo la situación.
Ahora mismo estaba sola, así que volví a acurrucarme y envolverme por completo. Nuevamente mis traicioneras lágrimas hicieron su aparición y me encontraba llorando.
Quería dejar de hacerlo, pero la tristeza se hacía cada vez más grande.
─ ¿Qué te pareció? ¿Te gusta?
─ Sí mamá. Me gusta. Me encanta.
─ ¡Me alegra! Ahora es tu turno, vamos inténtalo.
─ ¿Así?
─ Sí, aunque no deberías presionar tanto el pincel. Hazlo un poco más suavecito.
─ ¿Así?
─ Sí, pero un poquito más suave.
─ Creo que tengo mucha fuerza mamá.
─ No pongas esa carita. Para ser la primera vez que lo haces esta muy bien.
─ ¿De verdad?
─ Sí cariño. Esta muy bien. Ahora déjalo secar.
─ ¿Podemos ir al jardín?
─ ¿Quieres salir?
─ Sí mamá. Vamos a ver las flores.
─ Esta bien, pero, regresaremos para que continues pintando.
Lejanamente escuché una voz que me llamaba.
Despierta.
Dulzura abre los ojos.
Los murmullos fueron cada vez más fuertes hasta que desperté.
─ Lucero. ─ Murmuré reconociéndola.
─ Dulzura, levántate. Tus padres ya están aquí.
─ ¿Qué hora es?
─ Son las seis de la tarde.
Traté de levantarme. Aún me sentía confundida y soñolienta.
─ Están preocupados por ti.
No comprendí, hasta que recordé su insistencia de llamar a un médico.
─ Estoy bien. Estoy muy bien.
─ Aún te veo bastante mal. Apenas y has comido en todo el día. ¿Qué pasa dulzura?
Controlé mis ganas de llorar.
─ Estoy bien. Solo me he sentido cansada por las tareas de la universidad.
─ Aysel…
─ ¿Hace cuánto tiempo llegaron mis padres? ─ Pregunté con el fin de desviar el tema.
─ Hace veinte minutos aproximadamente.
─ Iré a verlos. ─ Me levanté de la cama y me dirigí hacia el baño para al menos mejorar un poco mi apariencia.
Cuando salí mis padres ya se encontraban en mi habitación.
─ Buenas noches, papá. ─ Me acerco a darle un beso. ─ Buenas noches, mamá. ─ Hago lo mismo.
─ ¿Cómo estas hija? Lucero nos había dicho que te sentías mal y que no quisiste llamar al médico.
─ Estoy bien papá. Estaba un poco cansada, eso es todo. Estoy muy bien.
─ ¿Por qué tienes los ojos tan hinchados Aysel? Parece que hace días que no duermes bien. ─ Pregunta mamá, acercándose a mí y revisando mi rostro. ─ Además tienes los ojos rojos. ¿Qué has estado haciendo?
─ Estoy bien mamá. Como dije, tuve una semana difícil, eso es todo.
─ Tienes que mejorar tu organización Aysel, no puedes descuidarte de esta manera, para luego lucir tan enferma.
─ Sí, mamá. Entiendo.
─ Vayamos a cenar. Pediré que te preparen alguna sopa muy concentrada, cariño. No me gusta verte decaída. ─ Propone papá.
─ Gracias papá.
Los tres salimos de la habitación justo en el momento que Benjamín también lo hace. Él se acerca hasta nosotros y papá nos rodea a cada uno con sus brazos. Mamá se adelanta y se dirige hacia la cocina.
─ ¿Cómo estuvo tu día campeón? ¿Te divertiste?
─ Sí papá. Además, mi profesor me ha informado que puedo participar en una competencia.
─ ¡Que bueno hijo! Estaré muy orgulloso de verte. ─ Papá acaricia la cabeza de mi hermanito. ─ Deberíamos realizar un viaje en sus próximas vacaciones.
Editado: 29.10.2022