Amores Verdaderos: Te Encontré

CAPÍTULO 24

AYSEL

En cuanto desperté caí en un estado de pánico, ya que no reconocía el lugar donde me encontraba.

Me levanté, y vi que estaba con la ropa con la que había utilizado en mi supuesta boda. Me habían cubierto con algunas mantas, muy abrigadoras, por cierto. Los últimas días había tenido dolor de cabeza constante, hoy no era la excepción. El dolor había empezado a invadirme y la ansiedad de no saber dónde estaba empezaba a desesperarme.

Caminé lentamente hasta llegar a las cortinas, pero tenía miedo, así que no me atreví a abrirlas.  En su lugar, fui hacia una de las puertas y la abrí, y tal como lo imaginé, era el baño y el vestuario. Me lavé la cara y regresé a la cama.

Me sentía confundida, con dolor de cabeza, con miedo… me volví a acostar y caí profundamente dormida.

Desperté sin saber cuanto tiempo había pasado, pero parecía haber anochecido ya que la habitación se encontraba más oscura.

Tenía hambre. Mi estómago me lo estaba recordando. Cuando no lo pude soportar más, me levanté y me dirigí a otra puerta. La abrí con cuidado… lentamente. Había un pasillo con varias ventanas, todas con las cortinas cerradas y las luces encendidas.  

Arreglé un poco mi cabello y me puse mis zapatos. Me urgía un baño, pero primero necesitaba comer. 

A paso lento y silencioso salí de la habitación, recorrí el pasillo y llegué hasta unas escaleras. Bajé observando para todos lados. No había nadie, y a pesar de que iba en silencio, el sonido de mis pisadas perturbaba la paz del lugar.  

Llegué a lo que parecía un recibidor. No sabía a dónde ir, no quería ir al lugar equivocado y conocer a la persona equivocada, mi supuesto esposo aún no se había tomado la molestia de conocerme y yo no quería conocerlo. De pronto un aroma a café llegó hasta donde estaba. Empecé a seguirlo esperando llegar hasta el lugar del cual provenía.

Escuché las voces de algunas personas, tuve miedo, pero estaba más hambrienta, así que toqué la puerta. De inmediato un mujer me abrió y me recibió con una cálida sonrisa.

─ Señorita, buenas tardes. Pase por favor.

─ Gracias. ─ Ingresé lentamente. En una de las mesas estaban servidas algunas tazas con café y algunos bocadillos. Ahí también estaba un hombre, el cual se levantó en cuanto me vio ingresar y se acercó.

─ Un gusto señorita, soy Héctor. ─ Se presentó amablemente.

─ Yo soy Lana. ─ Dijo la mujer que me abrió.

 Ambos me sonrieron de buena manera.

─ Yo soy Aysel. Encantada de conocerlos.

─ Lamentamos no haberla despertado antes, pero pensamos que estaba cansada y preferimos no molestarla. ─ Intervino Lana.

No dejé de ver la taza con café y los panecillos, Lana pareció notarlo y me ofreció una sopa. Tenía la intención de guiarme hacia el comedor, así que pregunté si podía quedarme con ellos.

Lana dijo que sí.

Pasé un momento agradable con ellos. La sopa era deliciosa. Después me invitaron a conocer un poco más de la casa. Un poco renuente acepté. Caminamos por los pasillos y llegamos a una puerta que daba a la salida. Afuera era sumamente precioso.

─ ¡Qué preciosas flores! ¡Son maravillosas! ─ ¡Exclamé embelesada!

─ ¿Cierto? ─ Lana me sonrió. ─ Héctor hace un buen trabajo.

─ Hago lo que me gusta. ─ Dijo Héctor un poco tímido.

─ Es realmente precioso. No había visto un jardín tan bonito. ─ Caminamos un poco más, la casa era inmensa. Y los jardines un sueño. Súbitamente el aroma tan agradable incremento, quería investigar, pero antes de dar un paso Lana intervino.

─ No podemos ir a ver ahí señorita.

Tenía curiosidad, pero no pregunté. Regresé con ellos a la casa.

Adentro, Lana se ofreció en acompañarme a mi habitación.  

─ Puede tomar un baño si desea. ─ Me enseñó el vestuario. ─ Todo lo que traía lo organice aquí.

─ Gracias.

─ Gracias a usted. Hace mucho que no vemos a nadie más que a nuestro jefe. ─ Mencionó sonriendo. ─ Dijo que una jovencita encantadora vendría a visitarnos y se quedaría con nosotros.

─ Oh bueno… ─ No sabía que decir, el sonido de un pequeño teléfono me salvó. ─ Es Héctor, creo que ya llego el señor Gustavo. Debo retirarme, la esperamos para la cena, vendré a avisarle. 

─ No se preocupe, estoy aún algo cansada. Prefería descansar.

─ En ese caso, le informaré al Señor Gustavo. Buenas noches.

Lana se retiró, suspiré tranquila. Me di un baño rápido y fui por mi ropa.

Me acosté, pero antes cerré la puerta con seguro.

Me sentía inmensamente triste y las lágrimas corrían por mi rostro. ¿Cómo había llegado hasta aquí? Ya no importaba. Ya todo estaba hecho y no encontraba ninguna solución. Solo debía continuar con mi vida.

Me puse a pensar en Daniel, en lo mucho que me gustaría que estuviera a mi lado. Extrañaba su voz, sus ojos, su sonrisa, sus abrazos… sus besos. Extrañaba tenerlo a mi lado escuchándome, cantándome.




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