Amores Verdaderos: Te Encontré

CAPÍTULO 25

Meses después.

DANIEL

─ ¿Y cómo vas estos días Daniel?

─ Bastante bien.

─ Eso es muy bueno. ─ Me observó un tanto serio.

Sabía que mentía, pero ¿cómo expresar algo que me costaba entender?

─ Daniel, necesito que me cuentes…

Opté por interrumpirlo.

─ No sé qué me pasa. ─ Espeté serio, aunque por dentro tenía ganas de darme golpes contra la pared. Estaba confundido. Me sentía mal por no poder comprender lo que me pasaba. Sí, lo sabía, tenía amnesia. Me lo habían dicho, me habían explicado lo que me sucedería, pero no acertaron del todo, me sentía vacío por dentro. ─ Practiqué todos los ejercicios. Tal como lo indicó. Puedo hacerlos ahora.

─ Eso es bueno, en un momento lo veremos, te sigo explicando; los resultados vendrán poco a poco o abruptamente…

Dejé de escucharlo, mi vida o lo poco que conocía de ella me estaba volviendo loco. Vivía con una mujer que decía ser mi madre, una niña pequeña llamada Noelia y solía venir a verme alguien de mi edad. En ocasiones trataba de convivir con ellos, pero a veces sentía que iba a explotar de la rabia. De la ira. De no entenderme a mí ni a ellas. De no sentir lo mismo que ellas sentían por mí. De verlas como extrañas cuando la realidad era que no conocía a nadie más que a ellas. Y es que en el fondo esperaba sentir una pisca del amor que me profesaban. Quería entenderlas, pero este vacío solo me hacía alejarme.

─ Daniel, por favor necesito tu atención.

Traté de concentrarme y escuchar.

─ Vuelvo a explicarte, como te decía… ─ Nuevamente me desconecté y empecé a pensar en otras cosas. Pero había algo en mi cabeza que me inquietaba. No sabía si era producto de un recuerdo o mi imaginación. Y eso era lo que me hacía explotar. Recordaba haber visto a alguien, ella estaba ahí, lloraba y me decía cosas que no podía recordar, eso era todo lo que al parecer tenía en mente.   

─ Daniel… ─ Volvió a rugir. Estaba molesto. Se le notaba. El señor Salazar al parecer no tenía mucha paciencia. Bueno… tan poco era muy anciano, le calculaba unos cuarenta años. ─ Daniel ¿qué sucede?

─ Es lo mismo que me pregunto yo. ─ Respondí evasivo y a la vez con intenciones de hablar. No sabía si lo único que había en mi cabeza debía ser conocido por mi terapeuta.

─ Puedes confiar en mí. ¿Te molesta algo?

─ No.

─ ¿Quieres decirme algo?

─ No.

─ ¿Cómo te fue durante la semana?

─ Estuve en casa con mamá y Noelia. Me fue como siempre.

─ ¿Algo más? ─ Se notaba que estaba por perder los estribos, a estas alturas no me importaba, era yo quien ya los había perdido hace tiempo. ─ Vamos puedes relatar algo más…

─ Los días fueron monótonos.

─ Creo que es momento de continuar con tus otras actividades, este conversatorio lo posponemos para mañana.

Asentí de mala gana. Últimamente hacia todo de mala gana. Me levanté junto con mi terapeuta y ambos nos dirigimos hacia otra estancia, de repente una muchacha llamó mi atención, sin querer, una palabra broto de mis labios “pequeña”. Debía significar algo, debía ser algo de mi subconsciente, traté de pensar y recordar, en ese corto trayecto exploté todo lo que podía de mi cerebro ya que había empezado a invadirme una gran ansiedad. Un fuerte dolor se extendió por mi cabeza, era tan fuerte que me detuve y traté de tranquilizarme, no era la primera vez. Mientras el dolor disminuía conforme regulaba mi respiración, mi terapeuta no hizo más que mirarme con reproche.

Al parecer yo era uno de los pacientes más problemáticos que le había tocado tratar.

─ Creo que probaremos otra técnica muchacho.

─ Si es más efectiva que esta, por supuesto. ─ Dije algo más calmado.

 

AYSEL

Durante los siguientes meses, continué con un hábito monótono, todos los días iba a la universidad, desayunaba con Gustavo, almorzaba en la universidad y cenaba con Gustavo. Mis días algo libres los pasaba con Lana y Héctor.

De paso, había notado que ellos se llevaban bastante bien. Hasta podía pensar que pronto el amor se haría presente.

Me había comunicado con mi hermano, mis padres, Sandy, Lucero y Grace. El tiempo había pasado y hoy era un día diferente y especial.

Especial porque era mi cumpleaños y diferente porque por primera vez no estaba junto a mi familia.

Estaba despierta desde la madrugada, eran las seis de la mañana y no me apetecía levantarme. Suspiré triste. Hacía unas semanas ya había finalizado mi semestre académico, tenía pensado hacer clases vacacionales, pero estas iniciarían las siguientes semanas. En palabras tenía tiempo.

Descansé un momento más y luego me levanté. Desde hacía algunas semanas había empezado a llevar un curso de yoga. Realicé algunos ejercicios y luego me preparé para empezar mi día.

Ya me estaba calzando los zapatos cuando el sonido del celular me llevé a correr como una chiquilla hasta la cama. ¡Era mi hermano! Contesté y como todos los años, me dedicó la misma canción, hablamos un momento y luego me envió fotos de mi pastel. El que se comería él solo. No pude evitar derramar algunas lágrimas de felicidad. 




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