Amores y descantos

Capítulo 3: Voces del Pasado

El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas de la cabaña, despertando lentamente a Marina. Sus compañeras de cabaña ya estaban despiertas, preparándose para el día. Sofía y Camila discutían animadamente sobre las actividades que querían probar hoy, mientras Emma se peinaba frente al espejo.

Marina se levantó y se unió a la conversación, tratando de ignorar el nudo de tristeza que todavía sentía en el pecho. Justo cuando estaba a punto de sugerir unirse a la caminata por la montaña, su teléfono vibró sobre la mesita de noche. Al ver el nombre de Alex en la pantalla, su corazón se aceleró.

—Dame un segundo —dijo a sus compañeras, tomando el teléfono y saliendo de la cabaña.

Caminó unos metros hacia el bosque, buscando privacidad. Contestó la llamada con una mezcla de ansiedad y esperanza.

—¿Alex? —dijo, tratando de mantener la voz firme.

—Marina, ¿dónde te has metido? He estado llamándote y mandándote mensajes, pero no respondes —la voz de Alex sonaba molesta, casi acusadora.

—Estoy en un campamento, necesitaba un cambio de aire —respondió ella, sintiendo cómo la tensión empezaba a acumularse.

—¿Un campamento? —Alex se rió, pero no había humor en su risa—. ¿De verdad crees que huir de los problemas va a solucionarlos?

La punzada de dolor y rabia que sentía se intensificó. Había esperado que la distancia le diera claridad, pero en lugar de eso, Alex seguía hiriéndola con sus palabras.

—No estoy huyendo, Alex. Estoy tratando de sanar, de encontrarme a mí misma —dijo Marina, sintiendo que su voz temblaba.

—¿Sanar de qué? ¡Eres tú la que decidió terminar! —gritó Alex, su voz resonando en el tranquilo bosque.

Marina cerró los ojos, tratando de controlar las lágrimas que amenazaban con salir.

—Terminé porque ya no podía soportar más la forma en que me hacías sentir, Alex. Necesitaba un respiro, necesitaba espacio —susurró, con la voz quebrada.

Del otro lado de la línea, Alex guardó silencio por un momento. Cuando volvió a hablar, su tono era más suave, casi suplicante.

—Marina, podemos arreglar esto. Solo vuelve y hablemos, por favor.

Antes de que pudiera responder, escuchó pasos detrás de ella. Se giró y vio a Sofía, Camila y Emma, quienes se habían acercado sin que ella se diera cuenta. Sus rostros mostraban preocupación y curiosidad. Habían escuchado.

—Tengo que irme —dijo Marina, cortando la llamada antes de que Alex pudiera decir algo más.

Se quedó allí, mirando su teléfono, sintiendo una mezcla de vergüenza y alivio. Las chicas se acercaron, formando un pequeño círculo a su alrededor.

—¿Estás bien? —preguntó Sofía, poniendo una mano en su hombro.

Marina asintió, aunque las lágrimas empezaban a caer por sus mejillas.

—Solo... solo necesitaba hablar con él. A veces es difícil, ya sabes.

—Lo entendemos —dijo Camila, con una mirada comprensiva—. Todos hemos pasado por cosas difíciles. Pero estamos aquí para ti.

Emma, que normalmente era más reservada, dio un paso adelante y abrazó a Marina. Las otras dos chicas se unieron, formando un cálido círculo de apoyo. Marina dejó que las lágrimas fluyeran, sintiendo un peso aliviado de sus hombros. Por primera vez desde que llegó al campamento, sintió que no estaba sola.

Cuando finalmente se separaron, Sofía sonrió y dijo:

—Vamos, tenemos un día lleno de aventuras por delante. Y prometo que no dejaremos que nada ni nadie te arruine el día.

Marina sonrió, sintiendo un renovado sentido de esperanza. Mientras caminaban juntas hacia el comedor para el desayuno, decidió que este campamento realmente podría ser el comienzo de algo nuevo, algo mejor. Y aunque el dolor del pasado seguía presente, con el apoyo de sus nuevas amigas, sentía que podía enfrentarlo.




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