Amores y descantos

capitulo 4. te veo

El Campamento Horizonte se despertaba con el bullicio de campistas ansiosos y llenos de energía. La brisa fresca de la mañana traía consigo el aroma a pino y tierra mojada, mientras los primeros rayos del sol se filtraban entre las copas de los árboles. En el comedor principal, Laura, la directora del campamento, estaba de pie frente a una gran pizarra, lista para anunciar las actividades del día.

—¡Buenos días, campistas! —saludó con entusiasmo, captando la atención de todos—. Hoy tenemos una serie de actividades especiales de trabajo en equipo. Cada uno de ustedes será asignado a un grupo y juntos enfrentarán varios desafíos. El objetivo es aprender a trabajar juntos, apoyarse y, sobre todo, divertirse.

Marina escuchó con interés mientras Laura explicaba las actividades. Después de la llamada con Alex y el apoyo de sus nuevas amigas, se sentía más fuerte, más decidida a aprovechar al máximo su tiempo en el campamento. Cuando Laura comenzó a leer los nombres de los grupos, Marina esperó ansiosamente el suyo.

—Marina, Sofía, Camila, Emma y... Lucas —anunció Laura, sonriendo mientras pasaba la vista por los campistas—. Ustedes serán el Grupo Azul.

Marina sintió una mezcla de sorpresa y nerviosismo. Miró hacia Lucas, quien estaba en el extremo opuesto del comedor. Él levantó la vista y sus miradas se cruzaron por un momento antes de que él desviara la mirada. Marina se preguntó cómo sería trabajar con alguien tan reservado.

Los grupos se dispersaron hacia las áreas designadas para sus actividades. El Grupo Azul se dirigió hacia una zona abierta del bosque, donde una serie de desafíos estaban preparados: una cuerda floja entre dos árboles, un muro de escalada y una serie de puzzles que requerían ingenio y colaboración.

—Hola, Lucas —saludó Sofía con su habitual entusiasmo—. Parece que vamos a ser compañeros hoy.

Lucas asintió, ofreciendo una sonrisa tímida. Marina se acercó y lo saludó también, intentando romper la barrera de su aparente indiferencia.

—Bueno, chicos, ¿por dónde empezamos? —preguntó Camila, mirando los desafíos.

Decidieron comenzar por la cuerda floja. El objetivo era que todo el grupo cruzara de un lado al otro sin tocar el suelo. Fue Sofía quien tomó la iniciativa, cruzando con una sorprendente agilidad. Luego fue el turno de Camila y Emma, quienes se ayudaron mutuamente.

Cuando llegó el turno de Lucas, él mostró una destreza inesperada. Cruzó la cuerda con movimientos precisos, casi como si lo hubiera hecho muchas veces antes. Marina fue la última, y aunque se sentía insegura, con la ayuda y el ánimo del grupo, logró cruzar sin problemas.

El siguiente desafío era el muro de escalada. Cada uno tenía que ayudar a los demás a subir. Lucas, con su fuerza y habilidad, se convirtió en un pilar del equipo, ayudando a todos a subir antes de subir él mismo. Marina se sorprendió al ver lo natural que parecía para él colaborar y apoyar a los demás.

Finalmente, llegaron a los puzzles. Este desafío requería más que fuerza física; necesitaban trabajar juntos para resolver los acertijos. Aquí fue donde Marina brilló, usando su habilidad para resolver problemas y su pensamiento lógico. Lucas, para sorpresa de todos, también mostró una mente aguda y colaboró estrechamente con Marina para encontrar las soluciones.

A medida que avanzaban en los desafíos, Marina y Lucas empezaron a hablar más, compartiendo ideas y estrategias. La distancia que Lucas había mantenido al principio parecía desvanecerse lentamente.

—Eres buena en esto —dijo Lucas mientras resolvían uno de los acertijos más complicados.

Marina sonrió, agradecida por el cumplido.

—Gracias. Tú también. Creo que hacemos un buen equipo.

Lucas asintió, y por primera vez, Marina vio una chispa de calidez en sus ojos.

Cuando terminaron los desafíos, el Grupo Azul celebró su éxito. Laura se acercó a felicitarlos, destacando su excelente trabajo en equipo. Marina miró a sus compañeros, sintiendo una conexión más profunda con ellos, especialmente con Lucas.

A medida que el día avanzaba y el sol comenzaba a ponerse, Marina se dio cuenta de que el campamento no solo le ofrecía un escape de su pasado, sino también la oportunidad de construir nuevas relaciones y descubrir su propia fuerza. Y mientras caminaban de regreso al campamento, conversando y riendo, supo que este verano sería inolvidable.

 

 

 

 

 




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