Amores y descantos

capitulo 5. tu mirada

 

El cielo de tonos anaranjados y rosados mientras el Grupo Azul regresaba al campamento tras un día lleno de actividades. Las risas y las conversaciones animadas llenaban el aire, creando una atmósfera de camaradería y satisfacción. Marina caminaba junto a Lucas, sintiéndose más cercana a él después de haber trabajado juntos en los desafíos.

Cuando llegaron al comedor para la cena, el ambiente estaba animado. Los campistas intercambiaban historias sobre sus experiencias del día, y la sala estaba llena de una energía positiva y vibrante. Marina se sentó con Sofía, Camila y Emma, pero su atención seguía desviándose hacia Lucas, que se había sentado en una mesa cercana.

—Creo que a alguien le gusta Lucas —dijo Sofía en un susurro juguetón, levantando las cejas.

—¿Qué? No, solo... solo estoy sorprendida de lo bien que trabajamos juntos hoy —respondió Marina, sintiendo que sus mejillas se calentaban.

Camila y Emma rieron suavemente, pero no presionaron más. Después de la cena, cuando todos se dirigieron hacia la fogata, Marina decidió tomar un pequeño desvío hacia el lago. Necesitaba un momento de tranquilidad para procesar sus pensamientos y sentimientos.

El lago estaba tranquilo, reflejando el cielo estrellado como un espejo. Marina se sentó en una roca junto a la orilla, disfrutando del suave sonido del agua y el canto lejano de los grillos. Sumida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que alguien se acercaba hasta que una voz familiar rompió el silencio.

—¿Puedo unirme? —preguntó Lucas, con una sonrisa tímida.

Marina asintió, sorprendida pero contenta de verlo. Lucas se sentó a su lado, ambos mirando el reflejo de las estrellas en el agua.

—¿Qué haces aquí sola? —preguntó él, rompiendo el silencio.

—Solo necesitaba un momento para pensar —respondió Marina—. Hoy fue un día intenso, pero en el buen sentido.

Lucas asintió, su mirada fija en el lago.

—Sí, lo fue. Me alegra haber podido trabajar contigo y con las chicas. Fue... diferente.

—¿Diferente? —Marina levantó una ceja, intrigada.

—Normalmente no soy muy bueno con la gente —admitió Lucas—. Pero hoy fue... diferente. Me sentí parte de algo.

Marina sonrió, sintiendo una conexión creciente con él.

—Yo también. Es agradable sentir que puedes contar con alguien, que no estás solo.

Lucas la miró por primera vez desde que se había sentado, y Marina sintió que sus palabras no eran solo acerca de los desafíos del día. Había algo más profundo, algo que ambos compartían en su soledad y en su búsqueda de sanación.

—Gracias por hoy —dijo Lucas suavemente—. Por ser una buena compañera.

—Gracias a ti —respondió Marina, su mirada atrapada en la de él.

En ese momento, todo lo demás parecía desvanecerse. El lago, las estrellas, el campamento, todo se desdibujó, dejando solo a Marina y Lucas, dos almas heridas encontrando consuelo en la presencia del otro. Marina vio en los ojos de Lucas un reflejo de su propio dolor y esperanza, y supo que no estaba sola en su viaje hacia la sanación.

—¿Te gustaría volver al campamento? —preguntó Lucas finalmente, rompiendo el hechizo.

Marina asintió, levantándose y sacudiéndose la tierra de los pantalones. Mientras caminaban de regreso, lado a lado, sentía que había encontrado algo precioso: una conexión genuina con alguien que entendía sus luchas y sus miedos.

Cuando llegaron a la fogata, el calor del fuego y el sonido de las risas los envolvieron. Lucas y Marina se sentaron juntos, más cerca que antes, compartiendo historias y disfrutando de la compañía del otro. Y aunque el camino hacia la sanación aún era largo, en los ojos de Lucas, Marina encontró la fuerza para seguir adelante, sabiendo que no estaba sola.




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