El Campamento Horizonte estaba lleno de alegría y expectación mientras los campistas se preparaban para la gran fiesta de la noche. Las luces de colores adornaban los árboles, y la música animada resonaba en el aire. Era una noche para celebrar, para olvidar los problemas y disfrutar del momento.
Marina estaba en su cabaña, arreglándose junto a Sofía, Camila y Emma. Las risas y los comentarios entusiastas sobre la fiesta llenaban el espacio, pero Marina no podía dejar de pensar en Lucas. Desde su conversación junto al lago, había sentido una conexión más profunda con él, pero también había notado que él parecía distante.
—¿Estás bien, Marina? —preguntó Emma, notando su expresión pensativa.
—Sí, solo estoy un poco nerviosa por la fiesta —respondió Marina, tratando de sonreír.
—Va a ser genial, ya verás —dijo Sofía, ajustando su vestido con una sonrisa.
Finalmente, las chicas salieron de la cabaña y se dirigieron hacia la zona de la fiesta. Las luces brillaban en la oscuridad, creando una atmósfera mágica. Los campistas ya estaban bailando, riendo y disfrutando de la noche.
Marina buscó a Lucas con la mirada, y finalmente lo vio en un rincón, hablando con algunos chicos. Su expresión era seria, y aunque sus amigos intentaban animarlo, parecía perdido en sus pensamientos. Marina se acercó, decidida a averiguar qué estaba pasando.
—Hola, Lucas —saludó, tratando de sonar casual.
—Hola, Marina —respondió él, con una sonrisa forzada.
—¿Estás bien? Pareces distante.
Lucas suspiró, evitando su mirada.
—Sí, estoy bien. Solo... muchas cosas en la cabeza.
Marina sintió una punzada de preocupación. Quería ayudarlo, estar allí para él, pero no sabía cómo.
—¿Quieres hablar? Podemos ir a un lugar más tranquilo.
—No, está bien. Deberías disfrutar de la fiesta —dijo Lucas, apartándose.
Marina lo observó alejarse, sintiendo que la distancia entre ellos crecía. Trató de distraerse, bailando con sus amigas y riendo, pero no podía dejar de pensar en Lucas. ¿Por qué se estaba alejando justo cuando parecían estar más cerca?
A medida que avanzaba la noche, Marina notó que Lucas se mantenía al margen, observando pero sin participar. Finalmente, decidió darle un poco de espacio, esperando que él se acercara cuando estuviera listo. Sin embargo, lo que sucedió a continuación la dejó aún más confundida.
Una chica del campamento, Laura, se acercó a Lucas y comenzaron a hablar. Al principio, parecía una conversación casual, pero luego Marina vio algo que la hizo sentir un nudo en el estómago. Laura se inclinó hacia Lucas, y él no se apartó. Luego, de repente, sus labios se encontraron en un beso.
Marina sintió una oleada de emociones: confusión, celos y tristeza. ¿Había estado tan equivocada sobre los sentimientos de Lucas? Trató de apartar la mirada, de no dejar que la afectara, pero no pudo evitar sentirse herida.
La fiesta continuó, pero para Marina, la magia se había desvanecido. Decidió alejarse, buscando un lugar tranquilo donde pudiera estar sola. Encontró un banco apartado y se sentó, dejando que las lágrimas rodaran por sus mejillas.
No mucho después, escuchó pasos acercándose. Levantó la vista y vio a Lucas, con una expresión de culpa y preocupación.
—Marina, lo siento. No quería que lo vieras así —dijo él, sentándose a su lado.
—¿Por qué lo hiciste, Lucas? —preguntó ella, su voz quebrada—. Pensé que habíamos conectado, que sentías algo por mí.
Lucas bajó la cabeza, luchando por encontrar las palabras correctas.
—Lo siento. Estoy... asustado, Marina. Me estoy enamorando de ti, y eso me asusta más de lo que puedes imaginar. Pensé que si mantenía distancia, si besaba a alguien más, podría evitar esos sentimientos. Pero me equivoqué.
Marina lo miró, sintiendo una mezcla de dolor y comprensión. Podía ver el miedo en sus ojos, el mismo miedo que ella había sentido tantas veces antes.
—Lucas, no puedes huir de tus sentimientos. Si te alejas de mí, solo nos harás daño a los dos —dijo suavemente, tomando su mano.
Lucas asintió, sintiendo las lágrimas arder en sus ojos.
—Lo sé. Y no quiero perderte, Marina. Solo... necesito tiempo para enfrentar mis miedos, para aprender a confiar en estos sentimientos.
Marina lo abrazó, sintiendo que, a pesar del dolor, había esperanza. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba dispuesta a recorrerlo con él.
—Estoy aquí para ti, Lucas. No estás solo en esto —susurró, sosteniéndolo con fuerza.
La noche continuó, y aunque la fiesta seguía en el campamento, para Marina y Lucas, la verdadera celebración era la de enfrentar sus miedos y encontrar el valor para seguir adelante juntos.