Mientras los campistas se reunían para el desayuno, un rumor comenzó a circular. La dirección del campamento había recibido noticias inquietantes: un grupo de padres preocupados, liderados por la familia de Lucas, había iniciado una petición para cerrar el campamento, alegando que no era seguro y que no ofrecía beneficios reales para los jóvenes. La noticia se propagó rápidamente, causando una ola de miedo y preocupación entre los campistas.
Marina encontró a Lucas sentado solo en un rincón del comedor, su expresión oscura y pensativa. Ella se acercó y se sentó a su lado, tomando su mano en un gesto de apoyo.
—¿Has escuchado lo que está pasando? —preguntó ella, su voz llena de preocupación.
Lucas asintió, sin levantar la vista.
—Sí. Mis padres están detrás de todo esto. Están decididos a sacarme de aquí, y parece que no les importa a quién más afecten en el proceso.
Marina apretó su mano, tratando de transmitirle fuerza.
—No pueden hacer esto, Lucas. Este lugar significa mucho para todos nosotros. No pueden quitarnos esto.
Lucas levantó finalmente la mirada, sus ojos llenos de dolor y frustración.
—Lo sé, pero no sé cómo detenerlos. Siempre han tenido el control sobre mi vida. Estoy harto de que tomen decisiones por mí, pero no sé cómo luchar contra ellos.
En ese momento, Sofía, Camila y Emma se acercaron, uniéndose a la conversación.
—Hemos estado escuchando los rumores —dijo Sofía—. No podemos dejar que cierren el campamento. Tenemos que hacer algo.
Camila asintió, su expresión resuelta.
—Podríamos organizar una protesta pacífica, mostrarles a los directores y a los padres lo importante que es este lugar para nosotros.
Emma añadió, con una chispa de determinación en sus ojos:
—También podríamos reunir firmas de todos los campistas y sus familias, demostrar que la mayoría apoya mantener el campamento abierto.
Lucas miró a sus amigos, sintiendo una mezcla de esperanza y desesperación. Aunque apreciaba su apoyo, la sombra de sus padres aún pesaba sobre él.
—Eso podría funcionar, pero no estoy seguro de que sea suficiente. Mis padres son muy influyentes. Tienen contactos y saben cómo presionar a la gente.
Marina lo miró fijamente, con una determinación inquebrantable.
—Lucas, no estamos solos en esto. Tienes a todos nosotros a tu lado. No dejaremos que te saquen de aquí sin luchar. Este lugar nos ha dado tanto, y no podemos permitir que nos lo quiten.
Lucas sintió un nudo en la garganta. A pesar de sus miedos y dudas, las palabras de Marina y el apoyo de sus amigos le dieron una renovada sensación de esperanza.
—De acuerdo —dijo finalmente—. Vamos a luchar por esto, juntos.
Pasaron el resto del día organizando su plan. Hablaron con los otros campistas, quienes rápidamente se unieron a la causa. Prepararon pancartas y escribieron una carta dirigida a la dirección del campamento, explicando lo mucho que significaba este lugar para ellos.
Al caer la noche, se reunieron en torno a la hoguera, listos para presentar su caso. Los directores del campamento, informados de la situación, se acercaron para escuchar.
Marina se levantó, sosteniendo la carta en sus manos. Su voz temblaba ligeramente, pero estaba llena de determinación.
—Este campamento es más que un lugar para pasar el verano. Es un hogar para muchos de nosotros. Nos ha enseñado lecciones valiosas, nos ha ayudado a crecer y a encontrar nuestro camino. No podemos permitir que nos lo quiten sin luchar. Les pedimos que consideren nuestras palabras y vean el verdadero valor de este lugar.
El silencio que siguió fue pesado y lleno de expectación. Los directores intercambiaron miradas, sorprendidos por la pasión y la unidad de los campistas.
Finalmente, uno de ellos habló:
—Hemos escuchado sus preocupaciones y entendemos lo que este campamento significa para ustedes. Prometemos revisar la situación y hacer todo lo posible para mantener este lugar abierto.
Hubo un suspiro colectivo de alivio entre los campistas. Aunque la batalla aún no estaba ganada, habían dado el primer paso hacia la protección de su hogar de verano.
Mientras la noche se cerraba sobre el campamento, Lucas y Marina se sentaron juntos, observando las estrellas. La tensión de los últimos días comenzaba a disiparse, reemplazada por una sensación de esperanza y unidad.
—Gracias por estar a mi lado, Marina —dijo Lucas, apretando su mano.
—Siempre, Lucas. Pase lo que pase, estaremos juntos en esto —respondió ella, mirándolo con cariño.
El futuro aún era incierto, pero en ese momento, sabían que mientras se tuvieran el uno al otro y a sus amigos, podían enfrentar cualquier desafío.