El otoño había llegado a Nueva York, y con él, una sensación de melancolía se había instalado en el corazón de Marina. Desde que ella y Lucas habían decidido tomar un descanso, la tristeza había comenzado a invadir cada aspecto de su vida. Intentó seguir adelante, enfocándose en sus estudios y actividades, pero el vacío que sentía era innegable.
Finalmente, después de semanas de lucha interna, decidió buscar ayuda profesional. La terapeuta, una mujer de mediana edad con ojos amables, la recibió en su consulta con una sonrisa comprensiva.
—Hola, Marina. ¿Cómo te sientes hoy? —preguntó la terapeuta.
Marina suspiró, sintiendo el peso de sus emociones.
—Honestamente, me siento perdida. Desde que terminé con Lucas, no he podido encontrar la paz. Todo me recuerda a él, y a veces siento que no puedo seguir adelante.
La terapeuta asintió, tomando notas.
—Es normal sentirte así después de una ruptura, especialmente si la relación era significativa para ti. Vamos a trabajar juntas para ayudarte a procesar estos sentimientos y encontrar una manera de seguir adelante.
Mientras tanto, en Canadá, Lucas también había decidido buscar ayuda. Se sentía atrapado en una espiral de tristeza y arrepentimiento, incapaz de dejar de pensar en Marina y en lo que habían compartido. Su terapeuta, un hombre calmado y paciente, lo escuchó atentamente.
—Lucas, el duelo por una relación perdida puede ser muy difícil. Es importante que te permitas sentir y procesar estas emociones. Vamos a trabajar juntos para que puedas encontrar una manera de sanar.
A medida que las semanas pasaban, ambos comenzaron a hacer progresos. Marina aprendió técnicas de manejo del estrés y a reenfocar su energía en actividades que la apasionaban. Lucas, por su parte, comenzó a reconectar con viejos amigos y a encontrar consuelo en la naturaleza que lo rodeaba.
Sin embargo, los recuerdos de su tiempo juntos seguían presentes, y algunos días eran más difíciles que otros. Un día, después de una sesión particularmente intensa, Marina decidió tomar un ascensor para bajar a la calle. Cuando las puertas se cerraron, sintió una ola de claustrofobia y ansiedad que rápidamente se transformó en un ataque de pánico.
—No puedo respirar... —susurró, tratando de calmarse mientras el ascensor descendía lentamente.
El aire parecía volverse más denso a su alrededor, y su visión se nubló. Cuando las puertas finalmente se abrieron, salió tambaleándose, respirando con dificultad. Necesitaba desesperadamente un cambio, algo que le diera esperanza.
Impulsivamente, decidió comprar un boleto de avión para Canadá. No tenía un plan claro, solo la necesidad de ver a Lucas y hablar con él. Sin embargo, su ansiedad aumentó mientras esperaba en el aeropuerto, y cuando llegó el momento de abordar, no pudo obligarse a entrar en el avión. El miedo y la incertidumbre la paralizaron.
Llorando, salió del aeropuerto y se dirigió a un parque cercano, donde se sentó en un banco, sintiéndose más perdida que nunca. Su teléfono sonó, y vio que era su terapeuta, preocupada por su bienestar.
—Marina, ¿estás bien? —preguntó la terapeuta.
Marina respiró hondo, tratando de calmarse.
—No. Traté de ir a ver a Lucas, pero no pude subir al avión. Me siento tan frustrada y desesperada.
—Es normal sentir miedo ante la incertidumbre. Has dado grandes pasos hacia la sanación, pero recuerda que el proceso no es lineal. A veces damos un paso adelante y dos atrás, y eso está bien. Lo importante es que sigas intentándolo y no te rindas.
Marina asintió, sintiéndose un poco más tranquila. Sabía que el camino hacia la recuperación sería largo y difícil, pero también sabía que no estaba sola. Con el apoyo de su terapeuta y de las personas que la querían, encontraría la fuerza para seguir adelante.
Mientras tanto, Lucas también estaba en una sesión con su terapeuta, hablando sobre sus sentimientos por Marina y la lucha por superarla.
—A veces, siento que nunca la olvidaré —admitió Lucas—. Pero sé que necesito seguir adelante.
La terapeuta lo miró con comprensión.
—El amor verdadero nunca se olvida completamente, Lucas. Pero puedes aprender a vivir con esos recuerdos y encontrar nuevas formas de felicidad. El tiempo y el esfuerzo que estás invirtiendo en tu bienestar te ayudarán a sanar.
Ambos, separados por la distancia pero unidos por sus experiencias compartidas, continuaron su camino hacia la recuperación, con la esperanza de que algún día sus caminos se cruzaran de nuevo, más fuertes y más sabios por todo lo que habían vivido.