Amores y descantos

Capítulo 15: Feliz Desagradable Cumpleaños

El día del cumpleaños de Lucas amaneció con un cielo despejado y una ligera brisa que prometía una jornada agradable. Sus amigos en Canadá habían organizado una pequeña fiesta sorpresa para él, con globos, pastel y regalos. A pesar de los esfuerzos de todos por hacerlo sentir especial, Lucas no podía dejar de pensar en Marina. Cada año, solían celebrar juntos, y ahora, la ausencia de su risa y su compañía se sentía como un vacío en su corazón.

La fiesta se llevó a cabo en la casa de uno de sus amigos más cercanos. Mientras los invitados llegaban, Lucas trataba de poner buena cara, agradeciendo los buenos deseos y los regalos. Pero en su interior, la melancolía era ineludible.

—¡Feliz cumpleaños, Lucas! —exclamó su amigo Mark, entregándole un regalo envuelto en papel brillante.

—Gracias, Mark —dijo Lucas, forzando una sonrisa—. De verdad, aprecio todo esto.

La fiesta avanzó, y aunque Lucas se esforzaba por participar y disfrutar, su mente seguía volviendo a Marina. Decidió tomar un momento para él mismo y salió al jardín, buscando un poco de tranquilidad. Fue entonces cuando su teléfono sonó. Era un número desconocido, pero algo en su interior le dijo que debía contestar.

—¿Hola? —dijo Lucas, su corazón acelerándose.

—¿Lucas? Soy la madre de Marina —dijo una voz preocupada al otro lado de la línea—. Necesito que escuches esto con calma. Marina está en el hospital. Ha tenido un episodio de cardiopatía y su estado es grave.

El mundo de Lucas se detuvo. La noticia lo golpeó con una fuerza abrumadora, dejándolo sin aliento.

—¿Qué? ¿Cómo... cómo está ella? —logró preguntar, su voz temblando.

—Está estable por ahora, pero los médicos están muy preocupados. Marina ha estado bajo mucho estrés, y su condición se ha deteriorado. Ella preguntó por ti. Sabía que tenías derecho a saberlo.

Lucas sintió una mezcla de miedo, tristeza y urgencia. Miró alrededor, viendo a sus amigos celebrando en el interior, ajenos a la gravedad de la situación.

—Voy a tomar el primer vuelo a Nueva York —dijo Lucas, con determinación—. Dígale a Marina que estaré allí lo antes posible.

—Gracias, Lucas. Ella te necesita —respondió la madre de Marina antes de colgar.

Lucas entró de nuevo a la casa, con una expresión de determinación en su rostro. Sus amigos notaron el cambio inmediato.

—¿Lucas, estás bien? —preguntó Mark, preocupado.

—Lo siento, chicos. Tengo que irme. Marina está en el hospital. Necesito estar con ella —dijo Lucas, su voz firme.

Sin más explicaciones, Lucas salió apresuradamente, dejando atrás la fiesta y los regalos. Llegó a su apartamento, empacó lo esencial y se dirigió al aeropuerto. Su mente estaba enfocada en una sola cosa: llegar a Marina.

El vuelo a Nueva York fue un tormento de nervios y preocupación. Cada minuto que pasaba sentía como una eternidad. Finalmente, llegó a la ciudad y tomó un taxi directamente al hospital donde Marina estaba internada.

Cuando llegó, fue recibido por la madre de Marina, quien lo condujo a la habitación donde ella estaba. Al entrar, vio a Marina acostada en la cama, conectada a varios monitores y con una expresión débil pero aliviada al verlo.

—Lucas... —susurró ella, su voz apenas audible.

Lucas se acercó rápidamente, tomando su mano con cuidado.

—Estoy aquí, Marina. No estás sola. Voy a estar contigo en todo esto —dijo, su voz quebrándose.

Marina apretó su mano con la poca fuerza que tenía.

—Te extrañé tanto... —dijo ella, lágrimas rodando por sus mejillas.

Lucas sintió una punzada en su corazón, pero trató de mantenerse fuerte.

—Yo también te extrañé, Marina. Pero ahora estoy aquí, y no me iré a ningún lado.

Pasaron las horas, con Lucas sentado al lado de Marina, hablando en susurros y recordando tiempos felices. La presencia de Lucas parecía darle a Marina una nueva fuerza y esperanza.

El cumpleaños de Lucas había comenzado como un día triste y vacío, pero ahora, al estar junto a Marina, encontró un nuevo propósito y una renovada determinación. Sabía que juntos, podrían enfrentar cualquier cosa, incluso las pruebas más difíciles.

—Gracias por estar aquí, Lucas —dijo Marina, sus ojos cerrándose lentamente por el cansancio.

—Siempre, Marina. Siempre estaré aquí para ti —respondió él, acariciando suavemente su mano.

A medida que la noche avanzaba, Lucas se quedó a su lado, dispuesto a enfrentar lo que fuera necesario para ayudar a Marina a recuperarse. El amor que compartían era más grande que cualquier dificultad, y juntos, sabían que podían superar cualquier obstáculo.




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