El sol brillaba con un calor suave y reconfortante cuando Marina finalmente salió del hospital. Después de días de incertidumbre y miedo, el diagnóstico fue un alivio: su condición estaba controlada con la medicación adecuada. Aun así, el camino hacia la recuperación sería largo y requeriría de cuidados constantes.
Lucas estaba a su lado, sosteniendo su mano mientras caminaban hacia la salida. Sentía una mezcla de alivio y tristeza. Estaba increíblemente agradecido de que Marina estuviera fuera de peligro, pero sabía que su tiempo juntos estaba llegando a su fin. Sus padres habían sido inflexibles: necesitaba volver a Canadá, y cuanto antes.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Lucas, observando a Marina con atención.
—Un poco débil, pero mucho mejor. Gracias por estar conmigo, Lucas —respondió ella, sonriendo suavemente.
Lucas apretó su mano con ternura, pero su corazón se hundió al pensar en la despedida inminente. Había pasado noches enteras al lado de Marina, temiendo por su vida, y ahora que estaba mejor, sentía que el destino era cruel al separarlos.
Al llegar al estacionamiento, se encontraron con la madre de Marina, quien había venido a recogerlos.
—Gracias, Lucas, por todo lo que has hecho —dijo ella, abrazándolo—. Marina, cariño, vamos a casa.
Lucas ayudó a Marina a entrar en el auto y luego se dirigió a la madre de Marina.
—Voy a quedarme un poco más para asegurarme de que todo esté bien, pero... —su voz se quebró— tengo que volver a Canadá en unos días.
La madre de Marina asintió con comprensión.
—Lo entiendo, Lucas. Siempre serás bienvenido aquí. Gracias por estar aquí para Marina.
El trayecto a casa fue silencioso. Marina miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos, mientras Lucas se debatía internamente sobre cómo decirle adiós. Al llegar a casa, Marina se dirigió a su habitación para descansar, y Lucas se quedó en la sala, contemplando la inevitable despedida.
Horas más tarde, mientras el sol comenzaba a ponerse, Marina salió de su habitación y encontró a Lucas sentado en el sofá, con la mirada perdida.
—Lucas... —dijo suavemente, sentándose a su lado.
Lucas la miró, con los ojos llenos de tristeza.
—Marina, mis padres insisten en que vuelva a Canadá. Quieren que termine mis estudios y me asegure de tener un futuro estable. No tengo opción.
Marina asintió, tratando de ser fuerte.
—Lo entiendo, Lucas. Pero duele pensar en estar sin ti después de todo esto.
Lucas tomó su mano y la miró a los ojos.
—No quiero dejarte, Marina. Pero prometo que esto no es un adiós definitivo. Encontraremos la manera de estar juntos, pase lo que pase.
Marina sintió las lágrimas acumulándose en sus ojos, pero se negó a dejarlas caer.
—Prométeme que nos mantendremos en contacto, que no perderemos lo que tenemos.
Lucas asintió con determinación.
—Te lo prometo, Marina. Te escribiré todos los días, te llamaré cada vez que pueda. Nuestro amor es fuerte, y esto solo es una pausa, no un final.
Se abrazaron con fuerza, sintiendo el peso de la separación inminente. Al día siguiente, Lucas se despidió de la madre de Marina y la abrazó una última vez antes de dirigirse al aeropuerto.
—Te amo, Marina. Nunca lo olvides —dijo, su voz temblando de emoción.
—Yo también te amo, Lucas. Cuídate y vuelve pronto.
Lucas asintió, luchando contra las lágrimas mientras se alejaba. Marina lo observó hasta que desapareció de su vista, sintiendo un vacío en su corazón pero también una chispa de esperanza. Sabía que su amor era lo suficientemente fuerte para superar la distancia y el tiempo.
De vuelta en Canadá, Lucas se dedicó a sus estudios, pero su mente y corazón siempre estaban con Marina. Ambos sabían que el camino no sería fácil, pero estaban dispuestos a luchar por su amor. Mientras tanto, Marina se enfocó en su recuperación, con la promesa de que, algún día, estarían juntos de nuevo.