Cambridge 1962
Corría el año 1962, caminaba por las calles de Cambridge, con aires de renovación y una meta que seguir. Acababa de bajar del metro, el cual había tomado desde el Downtown de Boston. Luego de cruzar el Puente Longfellow con sus candados y sus preciosas vistas del Río Charles, llegué a Cambridge; posiblemente una de las zonas más conocidas del mundo gracias a sus dos famosas universidades. Y es que, aunque mucha gente asocia el MIT y la Universidad de Harvard a Boston, realmente se encuentran en la ciudad cercana de Cambridge.
En aquel momento vestía unos pantalones campana, una remera sin mangas; color naranja con letras en el pecho, formando alguna palabra de moda. En mi brazo colgaba una chaqueta de cuero amarillo con flecos. Una vincha color violeta sobre mi cabeza, sostenía mi cabello rubio, peinado con raya al lado, perfectamente arreglado. Debía ir en dirección a mi pequeño departamento, ubicado en Inman Square justo encima de una cafetería, llamada Drink—pink, la cual era atendida por el señor y la señora Howins. Quienes eran los dueños de la cafetería y del departamento que yo alquilaba. Me había gustado mucho aquella zona, en la cual se encontraban cafeterías, tavernas, restaurantes portugueses y brasileiros, en su mayoría. Un ambiente divertido.
Para llegar allí, podía bien subir al bus MBTA número 69 o caminar desde la estación Central Square, donde me encontraba. Decidí caminar para recorrer un poco la ciudad. Está claro que ya había ido con anterioridad, para ver varios departamentos, firmar el contrato de alquiler en el elegido y registrarme en Harvard; donde estudiaría.
<<De igual manera quise recorrer el camino a pie. Me sentía con mucha energía y entusiasmo.>>
Nadie podría imaginarse en aquel momento que esa jovencita de aspecto juvenil y vivaz, era arcaica en esta vida y poseía una gran fortuna. Es más, hacia un par de años atrás había recibido otra herencia a mi haber. Aunque, de algún familiar de uno de mis exesposos millonarios de mitad de siglo.
<<No sabía bien de cual. Tampoco me interesaba saber>>
Me había casado un par de veces en el pasado. Solo ocurría que mis matrimonios no duraron mucho tiempo. Siendo que dos de mis esposos de los que herede habían muerto, uno en la guerra y otro en el mar. Mis otros matrimonios terminaron distinto. Yo terminaba huyendo después de unos diez años, cuando ya no podía ocultar mi condición, por supuesto.
De esta última herencia , solo una de sus propiedades me cautivó.
Pues se trataba de una curiosa mansión, ubicada en la zona de Long Island. A solo 40 minutos de Manhattan, en la Gold Coast. Era un barrio donde vivía la burguesía, en una época pasada. Aquella zona había tenido su auge en la década del treinta y era la zona elegida por todos los mega ricos y poderosos del momento. Como se puede ver en la película de el gran gatsby. Yo fui testigo de muchos ricos de esa índole en aquella época.
Recuerdo haber sido invitada a varias fiestas en aquella zona, había acudido alguna que otra vez. Y solo acudía porque se me hacía largo el viaje a Europa y aquí llevaba muchos meses sin tomar ni una sola gota de alcohol, por culpa de la ley seca. Pero en aquel lugar no existía la ley.
Grandes fiestas se celebraban casi todos los días de la semana, el único día que no había fiesta solían ser los miércoles. Día que utilizaban solo para dormir y reponer el cuerpo para más fiesta. Claro, esta gente vivía en su paraíso terrenal.
Grandes banquetes, preparados con comidas y tragos exóticos traídos de todo el mundo. Humos de yerbas y perfumes nunca olidos; podía apreciar tu nariz en aquellos castillos modernos. Cuadros y objetos desconocidos para la mayoría de las personas, se mostraban solo para los invitados. Dentro de aquellas mansiones se ocultaban muchos secretos irrevelables, los cuales llevaban a sus concurridos a un éxtasis sin igual.
Pero bien sabido es que las cosas vanas no suelen durar mucho y esto solía pasar. Tanto descontrol llevaba a grandes calamidades, por lo cual, luego todos estos cambiaban su forma de vida, volviéndose sanos y puritanos.
Así viven los burgueses, siempre al extremo.
Esto acontecía, como dije antes, en la época de la ley seca, donde era muy popular aquel lugar entre los más acaudalados. Incluso grandes mafiosos asistían, siendo claro, los anfitriones y proveedores mayoritarios de alcohol. Según decían, incluso, al Capone tenía propiedades allí.
Un día decidí ir a ver cómo era la mansión que había heredado. Se me ocurrió que quizás podría quedarme a vivir algún tiempo allí.
Cuando fui a verla me pareció tan grande y fría que nunca más volví a poner un pie en esa propiedad.
The Gold White, era el nombre que se leía en el portón de entrada de aquella mansión, el cual abarcaba varios metros de largo. Este se encontraba custodiado por guardias de seguridad, los cuales me pedían los documentos para poder ingresar.
El camino que llevaba hasta el edificio principal, era una calle asfaltada y decorada con todo tipos de flores a los costados, un jardín que se extendía por hectáreas, según me informaba un mayordomo que me acompañaba. Esta contaba con piscinas externas e internas, totalmente climatizadas, además en el jardín podían encontrarse canchas de tenis, vóley, futbol, básquet, hasta un minigolf. Además de las caballerizas y un lago artificial. La propiedad se extiende por más de doce mil metros cuadrados. La mansión contaba con treinta y dos dormitorios, y treinta y dos baños totalmente equipados para estancia de dueños e invitados de alta clase. En la sala de entrada se podía ver vestidores para cambiar de ropa antes de ingresar o salir de la propiedad. El salón más impresionante era el comedor, que contaba con una mesa muy larga para unos doscientos comensales, aquella mesa parecía de una corte real, ya que contaba con miles de detalles en oro, al igual que las sillas, muchos centros de mesa se situaban sobre esta, de aspecto monárquico inigualable. La habitación era larga, llena de cuadros y colgantes, digno de realeza.