Un escalofrío me recorre la espalda logrando tensarme de forma casi inmediata. Cierro los ojos -con la esperanza de poder calmar mis nervios- pero su voz vuelve a atravesar el corazón que destruyó tiempo atrás.
—Cuanto más huyas, más tiempo pasará persiguiéndote.
Mis manos temblorosas se convierten en poderosos muros concéntricos capaces de opacar el nerviosismo que embarga mi cuerpo. Sé que no es él. Puede que la persona de la que creí haberme enamorado se hubiera acercado al hospital a comprobar cómo estaba todo, pero él no. He tardado semanas en darme cuenta de que nunca fue quien creí que era.
Sigo asomada a la ventana, observando la oscuridad que embruja la noche. Me sorprende la ausencia del frío rayo lunar que alumbra las pesadillas nocturnas, pero supongo que el satélite tendrá más vidas que iluminar, quizás la mía ya no lo necesite. Una sonrisa se forma en mis labios al pensar en Levi, él es mi luz inapagable. Mas es tan efímera como la risa de una mariposa. Una mala sensación lleva aprisionándome el pecho desde hace días. Siento que algo malo está sucediendo delante de mis ojos y no soy capaz de ver más allá.
Compruebo de nuevo los mensajes sin respuesta que llevan horas a la espera de ser leídos. La madrugada ya está avanzada y sigue sin haber rastro del rubio en casa. Aunque he dado por hecho que ha salido con amigos después de las clases, una pequeña vocecilla sigue gritándome que algo va realmente mal y no puedo hacer mucho por apagar el sonido insidioso que golpea insistente.
«No puedo seguir así. Esto no es sano».
Cierro los ojos, centro mis pensamientos en mi respiración e inspiro con tranquilidad. Siento mis pulmones expandirse y contraerse mientras realizan el intercambio gaseoso que me mantiene en pie. Intento dejar mi mente en blanco siguiendo los consejos de relajación de la chica que he estado viendo en YouTube en los últimos días, pero lo único que veo es oscuridad y un silencio tenebroso acechando desde las sombras. El sonido de las llaves introduciéndose en la cerradura de la puerta de casa hace que mi mente se active por completo. Me pongo en pie de un salto, casi con la misma rapidez con la que mi corazón ha comenzado a latir.
La escena transcurre a cámara lenta, cuando estamos juntos la vida pasa a otro ritmo. Parece que el universo está confabulado con el amor y me deja disfrutar de los pequeños detalles que el resto de mundanos pasarían por alto; como el rizo que le cae por la frente cuando ha estado sudando, la humedad de sus labios que acaricia la fina piel rosada con una delicadeza similar a la de su tacto sobre mi piel o las pequeñas arrugas que se forman en su entrecejo cuando algo le preocupa. Su llegada tira de los extremos de mis labios hacia arriba, mas la existencia de una marca amoratada en su cuello hace que el mundo caiga sobre mí.
La visión se torna borrosa, pero es lo suficientemente nítida como para observar la culpabilidad con la que sus ojos reparan en mi presencia.
—¿Qué coño has hecho, Lev? —digo con los ojos anegados en sentimientos indescriptibles y un dolor en el pecho tan fuerte que no puedo siquiera explicar.
Sus labios se abren. Las palabras no encuentran el camino al a superficie. La habitación se convierte en un árido campo de batalla donde los cañones humeantes y casquillos esparcidos por el suelo anuncian el final. Las marcas de carmín en su piel se convierten en la bandera de paz que nunca augura nada bueno, el impasse que da lugar a la destrucción definitiva.
Nuestra historia no fue un drama adolescente sin precedentes, ni un amor épico o interminable, aunque lo intenté.
—An...
Niego mientras mis piernas se mueven de un lado a otro con nerviosismo. ¿Por qué no puedo sacarlo de mi mente? ¿Por qué sigue atormentando mi calma?
—No eres real —susurro sin poder darme la vuelta. Mi mente frustrada está tratando de suplir su ausencia con la recreación mental de la persona que creía conocer. Y aunque sé que el propósito de mi castigado corazón no es otro que buscar consuelo, no puedo seguir escuchando las palabras de un fantasma.
—Mi recuerdo es tan real como tu dolor.
Sigo escuchando su voz haciendo eco en mi mente. Es como si una parte de él se hubiera quedado en lo más profundo de mí y se negara a desaparecer.
—¿Por qué sigues aquí?
—Porque tú me quieres aquí.
Mi movimiento de cabeza lo contradice. No lo quiero aquí.
—Eres más fuerte que todo esto, siempre lo has sido. Tú no huyes, no miras a otro lado. Te enfrentas a la realidad y buscas una forma de lidiar con ella. Sabes que no estás sola.
—¡Cállate, joder! No quiero nada de ti.
Giro mi cuerpo con brusquedad, dispuesta a encarar al fantasma del pasado que sigue estando presente, pero su figura desaparece dejando una estela de humo blanco que logra cegar mis sentidos. Sin embargo, en mitad de ese pequeño laberinto sin salida, justo donde él me dejó, me doy cuenta de que por primera vez en mucho tiempo, hay algo de verdad escondida entre mis palabras.
No quiero nada de él. Ya no.
***
Hace una hora que salí del hospital, pienso volver y pasar la noche lo más cerca de papá que pueda, pero necesitaba despejar la mente. Me quito la chaqueta y la dejo sobre el muro de piedra que hay en la trasera de urgencias. Un papel cae del bolsillo, logrando captar mi atención. Lo recojo y de un pequeño salto me siento sobre la rugosa superficie rocosa que se clava en la piel de mi trasero. El dolor que me causan las pequeñas piedras sueltas de la superficie son completamente despreciables en comparación con lo que sucede en mi corazón.
Abro la nota.
Yo también soy plenamente consciente de mis actos. +34628956324 -J.
Una sonrisa se forma en mis labios. Sin pensarlo demasiado, guardo su número en la memoria y le envío un mensaje.
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Editado: 28.03.2022