He caminado sobre un campo de minas durante más tiempo del que estoy dispuesta a admitir. Siempre he sabido el riesgo que corría al abrir mi corazón; al entregar hasta el último resquicio de mi alma. Comprendía lo arriesgado que era avanzar a paso firme sobre la gran explanada repleta de bombas dispuestas a acabar con mi vida en cuestión de segundos, pero eso nunca me paró. Los barrotes tras los que me retenía la cordura se derretían con los sentimientos que se adueñaron de todo mientras la inocencia gritaba eufórica. El amor se convirtió en una venda que robó mi visión y la ilusión jugaba a sus anchas a mi alrededor.
Desde que tengo uso de razón he sido consciente de que nuestras acciones tienen repercusión en la vida de los que nos rodean. Sin embargo, no fue hasta que Levi me rompió en pedazos, que descubrí las dimensiones de las catástrofes que somos capaces de desatar en los demás.
—Levi tiene razón —pienso en alto separándome de su pecho. Mi cabeza no ha parado de darle vueltas a lo que dijo—. No soy mejor que él. Si lo que ha dicho es verdad, llevo tanto tiempo haciéndole daño que no merezco ni que me mire a la cara.
Niega mientras se aleja un poco.
—Para.
—No puedo. No puedo dejar de pensar en el dolor que le he causado. Sé que ha sido de forma inconsciente, pero eso no me hace menos culpable. Soy como una mina en mitad del desierto, el no ser conocedora de mi capacidad dañina no disminuye la destrucción que desataría.
—Ana, ¿te estás escuchando? No eres culpable de nada. Te conozco lo suficiente como para saber que le dejaste claros tus sentimientos en todo momento. Estar a tu lado no es caminar sobre un campo de minas. No te escondes, no huyes. Estar contigo es ver mil carteles que advierten de la peligrosidad del camino y la decisión de Levi fue seguir andando. —Puedo ver la sinceridad brillando en sus ojos. Como una llama sedienta de oxígeno, deseosa de poder llegar a mí y derretir la maraña de malos pensamientos que han comenzado a helar mi corazón—. Además, tú misma has dicho que el amor que sentías por él era real. Hace apenas unos minutos has dicho que esta es su forma de dejar de odiarse por lo que te ha hecho. Así que, dime, ¿de qué eres culpable?
«¿De qué soy culpable?»
No sé qué más hacer. No comprendo qué está pasando ni por qué me siento de esta forma. ¿Qué he hecho mal? ¿Qué puedo hacer para que se sienta mejor? Hace semanas que no sé absolutamente nada de él. ¿Estará bien? ¿Habrá superado el duelo o seguirá negándose la despedida que tanto necesita?
Sigo dando vueltas de un lado para otro de la habitación, intentando encontrar un motivo real que pueda justificar el porqué de sus acciones; sin embargo, hay una única respuesta en la que convergen las cientos de hipotéticas respuestas que mi mente ha generado: nunca le importé. Quizás sus palabras eran ciertas y nuestra amistad no era más que una obligación impuesta por su relación con Isan. Quizás nuestras conversaciones no fueron más que parte de la gran farsa. Puede que las risas no fueran reales, ni las tardes en el acantilado o el...
—¿Puedes parar un segundo? —El rubio detiene mis pensamientos.
—No, no puedo. —Niego repetidas veces—. ¡Está sufriendo! ¡Han muerto! ¿Y tú me pides que pare? No puedo. Necesito estar ahí para él.
—An...
—No Levi, me necesita, lo sé.
Las lágrimas humedecen la fina piel rosada de mis mejillas. No puedo parar, no cuando sé que está mal. No cuando sé que ahora es cuando más necesita mi apoyo.
Sus manos a ambos lados de la cara me obligan a mirarlo a los ojos mientras sus pulgares limpian las lágrimas que caen sin cesar. Me veo reflejada en la preocupación de su mirada, es la misma que vislumbro en el espejo.
—No puedes seguir así. ¿No te das cuenta de que estás tan centrada en él que te olvidas de ti misma? ¿Cuándo fue la última vez que nos sentamos a ver una película, fuimos a cenar o dedicaste más de dos minutos en pensar en ti?
—¡Ha perdido a su madre y su hermana! ¡Lo ha perdido todo, Levi! ¿Y a ti te preocupa que no tenga tiempo para ver una película?
—No es eso...
—¿¡Qué es entonces!? ¿Qué te preocupa?
—¡Tú! Me preocupas tú, joder. ¡Pasé días junto a ti en el hospital mientras te recuperabas de una hipotermia ¡Una puta hipotermia, Ana! ¿Y todo por qué? ¿Por seguir corriendo detrás de una persona que ha dejado claro en múltiples ocasiones que no quiere nada de ti? Alguien que huyó, que se fue sin decir nada. ¿Acaso fue capaz de preocuparse por cómo estabas? ¡No! Dejó que te congelaras bajo la lluvia.
Un punzada me atraviesa el corazón con ferocidad. El dolor es tan intenso que temo no poder controlar mis emociones. Levi tiene razón pero odio que la tenga. Odio no poder dejarlo ir, no poder renunciar a Hardy.
—Te quiero y te admiro por la lealtad que demuestras día a día, pero esto te está haciendo daño. Nos está haciendo daño.
La realidad es que soy culpable de más cosas de las que admitiré. Las inseguridades de Levi no son infundadas, yo misma me encargué de crearlas una a una. Pero eso no le quita razón al moreno que tengo frente a mí a la espera que una respuesta que no sé cómo formular. Puede que mi manera de actuar no fuera la correcta, y es posible que me arrepienta de algunas cosas que ya no puedo cambiar. Pero, no me arrepiento de sentir ni de luchar.
Amé a Hardy.
Amé a Levi.
Es hora de luchar por mí, y quizás, solo quizás, logre amarme tanto como los amé a ellos.
—Soy culpable de haberte querido por encima de mí. Estuve tanto tiempo buscándote que me perdí y rompí la confianza que Levi depositó en mí desde el primer momento. Sé que su infidelidad no está justificada, soy consciente de que se ha comportado como un capullo. También sé que no fue tu culpa que siguiera intentando llegar a ti cuando estaba claro que tú huías de mí. Pero soy culpable de ponerte por encima de mi relación y mi salud mental.
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Editado: 28.03.2022