Anastasia y el mundo de él

Desenfoque

 Al llegar a la casa me detengo, no sé si por lo que vendrá o porque el lugar da verdadero miedo. Es de un piso, el patio del frente estaba techado. Sin embargo, ahora una de las vigas que lo sostienen está caída y todo el techo está inclinado hacia ese lado, además de que faltan algunas chapas.

    El suelo es de material, está todo agrietado y lleno de yuyos. Las paredes aún tienen partes blancas, muy pocas, casi nada, esta toda cubierta de moho, especialmente donde se une con el techo.

    En la parte frontal hay dos ventanas las cuales tienen los vidrios rotos. Entre ellas sólo se puede ver el oxidado marco de metal, por donde se puede ver el pasillo que da al interior de la casa. Por eso no me molesto en golpear para anunciarme, tal vez ni siquiera debería estar aquí.

    Sé por qué estoy aquí, vengo a entregar mi alma, vida y poderes al mal, suena un poco exagerado y dramático, sin embargo, es la pura verdad. Si entro tendré que dejar todo atrás, mi familia, mis amigos, al chico que me gusta, los estudios, mi futuro, en fin, todo. Ya no podré cosechar lindos recuerdos con nadie.

    Muchos recuerdos se agolpan en mi mente intentando demostrar que si con sólo quince años he juntado muchos hermosos momentos, entonces tengo muchísimos más por hacer.

    Miles de flashes se cruzan en mi mente. Una niña con cara de sorpresa pensando si le estoy hablando en serio o si le estoy tomando el pelo. Luego esta frustrada porque sus compañeros de clases pierden el año escolar debido a que no saben leer y ella lee excelente.

    Una preadolescente gritándome mientras abraza un libro. O enojada porque le hice spoiler o porque la mande a hacer algo que estaba intentando no hacer.

    Un niño haciendo caras raras porque se aburre mientras los adultos hablan de cosas aburridas. O feliz porque le muestro como hacer las cosas que le cuestan y luego le doy su oportunidad para que aprenda, mientras los demás lo hacen por él y no le dan la opción de hacerlo él mismo.

    Todo es como pequeñas fotos que aparecen. Sin embargo, hay un recuerdo que sobresale entre todos, como un video. Estoy con un chico, uno al que no le he perdido pisada desde que inicie el primer año de liceo. Nos rateamos de matemáticas ya que ambos somos muy buenos y como nos creemos "muy inteligentes" estamos en el salón junto a dónde la profe está dando la clase.

    Estamos jugando Póker, está prohibido hacerlo por plata, aún así toda nuestra clase siempre se reúne en las horas libres para jugar.

    Estoy perdiendo vergonzosamente, así que finjo seguir frustrada por mi mala racha, él se ve feliz, hay buenas cartas en la mesa y estoy segura de que en la mano tiene aún mejores. En la mesa hay dos aces, el de corazón y el de trébol, también está la Q y el diez de corazón y el diez de trébol. Lo que quiere decir que él puede tener póker, full, color, escalera, o simplemente el doble par que hay sobre la mesa.

    Antes de empezar esta partida he apostado hasta mí último centavo, aunque no sabía que cartas tenía en mano, no importa ya estaba aburrida de perder, quería sacarme esto de encima de una vez.

    Él parece muy feliz, por lo que supongo que tiene póker. Me mira, intentando agregar suspenso a la situación, le regaño, para que deje de hacerse el interesante, que si ganó muestre sus cartas y todo se acabe de una maldita vez.

    Tras echarme la lengua en plan niño rebelde enojado, hace lo que le pido y efectivamente tiene un par de aces en sus manos. Pongo la cara más triste que puedo, para que crea que he perdido, él ríe, victorioso, incluso baila.

    Cuando se tira sobre la plata lo detengo, "¿No quieres ver mis cartas?", se sorprende por mi pregunta, aunque no mucho, está seguro de que ganó, para su alegre mente no hay otra opción, por eso disfruto tanto ganándole, porque me encanta su cara cuando le gano, es en plan ¿Cómo puedes ganarme? Y a la vez ¿Por qué espero menos de ella?

    Tiro mi ka y jota de corazones mientras le canto "Escalera real" en su hermoso rostro, él deja de sonreír por unos segundos, luego me mira como esperaba que lo hiciera y finalmente me abraza felicitándome.

    Lo más lindo del recuerdo es cuando, muy lentamente, se aparta, sus ojos se posan en los míos y se detiene, la sonrisa de ambos se mantiene por unos segundos, hasta que nos damos cuenta de lo cerca que estamos el uno del otro y de que la sonrisa que tiene el otro en el rostro la causamos nosotros mismos, eso aumenta más la emoción que crece dentro de nosotros.

    Eso nos bloquea, dado que nos damos cuenta que quien está frente a cada uno no piensa dar el primer paso. Ahora me arrepiento, pero en ese momento sólo pensaba que si lo hacía y estaba interpretando mal las señales, todo los momentos que compartiéramos en delante serían incómodos.

    Allí acaba el recuerdo, con ambos apartando las miradas y separándose lo más que podíamos el uno del otro, cohibidos y maldiciéndonos por no haber hecho lo que deseábamos. La mayor culpa la llevo yo ya que en ese momento sabía que todo esto pasaría, debí tomar la oportunidad, total el final ya estaba cerca.




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