Anastasia y el mundo de él

Capítulo 3

    Frente al espejo me mira una chica de catorce años, cabello castaño rojizo, más tendiendo a rojo que a marrón, aunque eso según cómo pegar la luz sobre sus rulos perfectamente formados. Su cara es un poco redondita, mejillas llenas de pecas que se sonrojan con facilidad. Ojos de color gris con pequeñas manchas de colores, como verde, celeste o marrón, sobre los bordes; nariz y labios comunes ante mi punto de vista.

    La chica es un poco llenita, no demasiado, más bien tiene la cantidad de grasa necesaria y en los lugares precisos, para su corta edad tiene un cuerpo bien formado, pero detesta que lo noten, siempre usa ropa suelta tratando de disimularlo.

    Intenta sonreír en el mismo momento que yo lo hago, suspiramos, no estamos convencidas de nuestra apariencia. Los vaqueros de siempre, con una remera que me había heredado mi madrina, Selena dice que era su favorita y a mi tía le molesta que la use, aunque me hace sentir cerca de ella, lo uso sólo en momentos muy especiales.

    ¡Eh ahí el problema! Eso es lo que más me choca de estar usando esta remera. Éste no es un momento singular, sólo voy a salir con un chico insoportable y arrogante, no tiene nada de especial, incluso es contra mi voluntad, o eso es lo que me repito una y otra vez.

    Recojo un poco de mi cabello formando una corona de dos trenzas, vuelvo a echarle una mirada a la chica del espejo, trato de convencerme de que no me importa cómo se ve, me doy la vuelta y camino hacia la puerta de la habitación.

    —¿A dónde vas? —Elissa salta de su cama y aterriza a unos pasos de mí, no había notado que estaba allí— No irás a ningún lado sin maquillaje —Pone los ojos en blanco, me da la sensación de que estoy olvidando algo elemental, aunque a mi parecer no es tan importante—, no irás al liceo —¿En serio? Qué bueno que me avisa, juro que no me había dado cuenta—, irás a una cita, con un chico lindo y debes estar a su altura.

    —Elissa —Trato de ser paciente, ella sólo quiere ayudarme—, tengo catorce años, no es una cita, es sólo una salida de compañeros de clase y no es lindo, además es él quien debe esmerarse por estar a mi altura, si eso fuera importante.

    —Si, en eso tienes razón hermanita, aunque te esmeres en disimularlo, tienes un cuerpo precioso, mucho mejor que el mío y eso que se supone que me desarrollé más que tú —Eso es cierto, Elissa es mayor por tres años y aunque no es fea, es muy flaca, come como una vaca y aun así apenas tiene carne sobre sus pequeños huesitos, en cambio tiene un rostro mucho más  lindo que el mío— pero vamos, ya es hora de que uses maquillaje, además debes taparte esas pecas, no son la moda.

    Claro, ella siempre está a la moda, su madrina, ósea nuestra tía, siempre le compra lo que ella quiere, mi hermana es adorable conmigo, pero muy malcriada y mi tía feliz de rascarle el lomo cada vez que ella quiere.

     Así es con todo, las vacaciones, la comida, la ropa, el lugar en la cama, la fiesta de quince, todo y a mí me tocaba lo que sobraba, si queda algo.

    —Tal vez un poco de brillo pero nada más, no quiero que piense que me interesa en algo lo que opine de mi apariencia y ni se te ocurra tocar mis pecas —No puedo evitar dirigir la mirada a la foto de mi mesa de noche, en ella está mi madrina abrazándome y ambas reímos, ella tenía la cara llena de pecas, a diferencia de mí que sólo tengo en las mejillas.

     Elissa suspira y se rinde, sabe que no vale la pena luchar contra mí con respecto a ese tema.

    Una hora después me encuentro en la entrada del parque de diversiones, mientras hago la fila para entrar, me miro en el reflejo del celular.

     Elissa me convenció de pintarme ligeramente los ojos de blanco y delinearlos, no me agrada mucho, pero era eso o soportarla haciendo un mini berrinche. Al entrar me quedo asombrada, hace años que no vengo al parque de diversiones y cambió mucho, hay juegos nuevos y los viejos están cambiados.

     Camino un poco, estoy aterrada, no me animo a llamar a Emanuel y no sé dónde encontrarlo, pero antes de que entre en pánico aparece a mi lado.

    —Ah, pero no me avisaste que teníamos que arreglarnos tanto —Toma mi mano y besa los nudillos, sin apartar un segundo su mirada arrogante de la mía, realmente disfruta haciéndome sentir incómoda—. Te ves tan hermosa como siempre.

    —Gracias —No, no ¿Cómo que gracias? Ya de por si es muy humillante que me haga sonrojar tanto sólo en un minuto, no quiero que piense que además disfruto sus halagos, aunque no puedo negar que sí me gusta tener un poco de atención de vez en cuando.

    —Bueno ¿A dónde vamos primero Señorita? —Extiende su brazo para que lo tome, aun así no me animo, la verdad ya estoy bastante incomoda como para empeorarlo teniendo más contacto con él del meramente necesario.

    —Podemos subirnos a todos ¿No?

    —Si, por supuesto.




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