La semana transcurre lenta y dolorosamente pero en ningún momento aparecen ni Emanuel, ni Matías. Estoy agotada, apenas duermo por si él llama y no lo noto, casi no tengo apetito y lo que tengo en abundancia es mal humor, aun así Keith sigue distrayéndome en los recreos y de vez en cuando se sienta en el lugar de Mati en clases.
—¿Me dirás qué te pasa? —Keith se sienta en mi banco y me mira— Tienes ojeras y estas pálida.
—Estoy preocupada, no tengo noticias de Ema, ni de Mati, no sé qué hacer, sé que algo malo pasó pero no sé qué es.
—¿Hablaste con algún profesor? ¿Con la adscripta? ¿Con tu madre? ¿Alguien que sepa cómo encontrarlo? ¿Llamaste a todos los hospitales preguntando por ellos? ¿A las fune...
—Ta, ta —Lo interrumpo, sé lo que sigue— ya entendí, hablaré con alguien, pero no sigas.
Decido acercarme a una profesora para pedirle ayuda, no confío en Mónica y me da vergüenza hablar con Tere, así que creo que es la mejor opción que tengo.
Hablo con la profesora de Matemáticas ya que es quien más horas está con nosotros, le cuento brevemente lo que sucede y ella me promete hablar con la adscripta para que llame a su casa y así saber qué está pasando.
—¿Anastasia Itojmau está por aquí? —La adscripta asoma la cabeza en el salón, en la última hora del viernes, dejo el dibujo y me pongo en pie de inmediato.
—Aquí estoy adscripta —Hace señas para que salga, voy con ella, al salir cierra la puerta— ¿Tiene alguna noticia?
—Sí, conseguí encontrar a la madre de Matías, ella dice que ambos están internados, este es su número —Me extiende un papel con el numero—. Dice que si quieres la llames y ella pasa por ti para que puedas ir a verlos y te cuente mejor lo que pasó.
—Muchísimas gracias adscripta, ahora mejor vuelvo a la clase —Le regalo la sonrisa más grande que logro hacer aparecer como agradecimiento y regreso a clases.
Al terminar la clase le aviso a Elissa lo que pasa, llamo a la madre de Matías, Beatriz y ella pasa a recogerme. Es una mujer muy agradable e insiste constantemente en que le diga Bea, aunque estoy tan nerviosa que no hablamos en casi todo el camino, me sudan las manos.
Cuando llegamos me bajo y la sigo en total silencio. Voy detrás de ella como un zombi mirando a todos, aun así no soy del todo consiente de lo que sucede, me doy cuenta que ni siquiera sé cómo son sus padres.
Ella se detiene frente a una puerta y allí saluda a una pareja.
—Nora, Zavier, ella es Anastasia. Anastasia ellos son los padres de Emanuel —Los miro sorprendida, ni sus nombres sabía.
—Un gusto —Extiendo la mano primero hacia Zavier pero él me abraza.
Es de la misma estatura que Mati y parece un ropero mezclado con un físico culturista. A pesar de su tamaño y gran masa muscular parece un hombre tranquilo, cariñoso y sabio, se nota que ha vivido muchas cosas. Su cabello es castaño muy claro, casi rubio, sus ojos son similares a los de su hijo, pero en vez de celestes son azules.
—Encantado querida, me alegro de que estés aquí.
—No sabíamos cómo comunicarnos contigo —Ahora me abraza Nora.
—Tranquilos ¿Cómo están ellos?
—Matías insoportable, como siempre, pero eso es bueno, quiere decir que está bien —Nora ríe un poco pero se le nota la preocupación—. Ema aun no despierta ¿Quieres entrar a verlo?
Me quedo mirándola a los ojos unos segundos, son café claro, igual que su cabello. Es menudita, pero por el abrazo me doy cuenta que es fuerte, no me metería con ella, en eso Ema se le parece, él también es menudito, aunque sus músculos están más marcados que los de ella.
No estoy segura de si debo pasar, tengo miedo de lo que puede encontrar, o más bien de lo que pueda ver, pero finalmente termino aceptando, quiero verlo, necesito verlo.
Entro sola, no puede haber más de una persona en la habitación. Él está entubado, tiene cortes y machucones por todas partes y su brazo izquierdo está enyesado. Al verlo me tapo la boca para ahogar un grito.
Él siempre ha tenido una chispa especial, una que en este momento está apagada, no tiene esa tierna sonrisa que me dedica cada que estamos solos, esa que tanto extraño. O esa que es arrogante, que tanto me irrita pero también extraño. Simplemente está ahí, indiferente, lejos de mi alcance.
Cuando recobro el control sobre mi misma, me siento a su lado, mirándolo, primero sólo hago eso, luego junto el valor suficiente y acaricio su mano. Extrañaba tanto esto, sentir su piel un tanto callosa sobre la mía, aunque él no cierra la mano, simplemente quedan así, sostenidas porque la mía lo hace.
—Hola —Me sonrojo mucho al hablar, al fin y al cabo estoy hablando sola... aunque quiero creer que él me puede oír—. Vine a verte, estaba... bueno estoy muy preocupada por ti y me alegra saber que vas a estar bien, tienes que despertar pronto ¿Sabes? Las clases son muy aburridas sin ti. Hay un chico nuevo, se llama Keith, en realidad no es nuevo, pero no lo había notado hasta que chocamos, es muy agradable, te caerá muy bien, entiende y habla el sarcasmo.
Me río un poco, sin embargo, en ese momento también se me escapa una lágrima.
—Mis notas están volviendo a bajar, cuando nos conocimos creí que serías una pésima influencia para mí, al final resulta que no es así, eres una muy buena influencia, me haces estudiar y todo. Además me siento muy bien estando en tu compañía, sé que casi todo el tiempo trato de estar indiferente, igual debes saber que eres importante para mí, tienes que despertar.
No puedo evitar dejar salir un sollozo, me limpio rápidamente las lágrimas, me quedo mirándolo y acariciando su mano una media hora más. Luego me levanto y beso su frente.
—Mañana veré cómo hago para salir de la casa y prometo venir a verte, para entonces quiero que estés despierto ¿sí? no quiero verte así otra vez, hasta mañana —dudo unos segundos, pero con un nudo en la garganta le susurro—. Te quiero Ema.
Al salir de la sala voy directo al baño, me dejo resbalar por la pared, abrazo mis rodillas y lloro, lo hago como por cinco minutos hasta que entra Nora, se sienta a mi lado y acaricia mi cabello.
—Él estará bien, el médico dijo que en cualquier momento va a despertar, sólo es cuestión de esperar. Vamos, si nosotros no desesperamos, tu menos debes hacerlo —Cuando levanto la mirada ella me sonríe—. Arriba, que cuando despierte no le gustará saber que estuviste así.
—No creo que sea bueno que lo primero que le pido sea que le guarde un secreto a su hijo, de cualquier modo no creo que quiera escuchar un regaño como sus primeras palabras luego de despertar —ambas reímos, la mía sale seca y sin ganas— ¿Qué pasó? ¿Cómo fue el accidente?
—Volvíamos de cazar una bruja, cuando de repente aparece otra y para la camioneta. Tenías que verla, la detuvo con una sola mano e hizo un hechizo para aplastarla, por suerte no lo suficientemente rápido como para evitarnos escapar. Ema no consiguió sacarse rápidamente el cinturón ya que se había atorado, por eso resultó tan herido, por suerte Matías se lo cortó para ayudarlo a salir... —A medida que habla mi cara se desfigura ¿Una bruja? ¿Aplastar una camioneta? ¿Me está tomando el pelo? ¿O quedó mal por el accidente?— ¿Por qué me miras así? No me digas que Ema... Oh, por dios ¿No sabes nada de a qué nos dedicamos?
Niego rotundamente, no sólo con la cabeza, mi mente también se niega a creer lo que dice. Esa enfermedad genética de la que me había hablado Ema ¿es ser bruja? No puede ser, las brujas no existen, sólo en mis libros o películas ¿Verdad?
—Sé que es difícil para ti creerlo Anastasia pero ahora que he abierto la boca no puedo negarte la realidad ni puedo hacerme la loca. Si no me crees te entiendo pero debes saber que no miento, te lo demostraría si no fuera tan arriesgado, ellas son reales y peligrosas.
—Pero... ¿Cómo? Se supone que no existen ¿Cómo sabe que de verdad son peligrosas? Digo... ¿Alguna vez les ha dado la oportunidad de demostrar lo contrario?
—Una mató a mi hijo mayor hace unos cinco años y otra nos intentó matar hace una semana, creo que es bastante prueba. Además, las encontramos por las huellas mágicas que dejan en sus víctimas. He sabido de muchas que curan humanos pero luego terminan matándolos, o tomándolos como rehenes, o haciéndole cosas peores.
—O sea que son cazadores de brujas... —suspiro aún sin poderlo creer, el mundo da vueltas, me cuesta respirar, tengo que centrarme para poderlo hacer, para evitar un ataque de asma— y quieren que Ema también lo sea....
—Es tradición en la familia serlo, en mi familia todos lo han sido y en la de Zavier también, casi se podría decir que es genético.
—Alguien tiene que hacer el trabajo sucio... —repito las palabras de Ema, ahora entiendo lo qué quería decir— ¿Pueden reconocerlas de sólo verlas?
—Algunas veces sí, quedan pocas, ellas no son humanas, no tienen sentimientos agradables, como amor, amistad, solidaridad, ni siquiera compasión, sólo odio y desprecio. Pero hay gente "normal" que también siente así, algunas intentan ocultarlo para pasar desapercibidas, pero siempre terminan demostrando su verdadera naturaleza. Con algunas basta sólo con verles la cara de locas o psicópatas.
Me levanto, no puedo seguir escuchándola, especialmente porque no quiero creerle, aunque el aturdimiento me dice que es verdad y tarde o temprano deberé aceptarlo, espero que sea más tarde que temprano.
—Debo irme, no puedo llegar tarde a casa, sino me encontraré con algo peor que una bruja —Me sorprende mi broma, estoy tan aturdida que para levantarme tengo que sostenerme de la pared y aunque quiero correr apenas consigo moverme—. Si Ema se despierta ¿Me avisa? Yo vendré mañana apenas pueda... aun así necesito saber si despierta.
Le doy mi número a Nora, Zavier se ofrece a llevarme, asegura que no puede dejar a su nuera andar sola por la calle y más con lo aturdida que estoy. No le presto demasiada atención, ni siquiera me molesto en negar que soy su nuera, mi mente aún sigue encerrada en el baño, en las brujas, en que lo que amenaza a Ema aún sigue allí fuera y volverá a por él.
Estoy tan aturdida que ni me doy cuenta que ya estamos en casa hasta que Zavier apaga la camioneta.
—Gracias señor, es muy amable de su parte.
—Dime Zavier, cariño, cuando quieras volver a verlo avísame y paso por ti, me hace bien salir un poco, nos vemos, descansa que te ves muy mal.
—¿Gracias...? —Frunzo el ceño, no sé si es un cumplido o un insulto. Entro en la casa en seguida— ¡Ya llegué!
Así como llego me voy a mi cuarto, me quedo allí un rato, tratando de vaciar mi mente, al ver que no consigo nada me vuelvo a levantar, un baño me vendrá bien.
Al salir estoy un poco más relajada, me pongo el pijama y me acuesto aferrada al peluche que Ema me había regalado, no son ni las seis.
—Querida, despierta —Tere me está sacudiendo suavemente— ¿Vas a cenar? Tu hermana está preocupada por ti y no se animaba a despertarte ¿Está todo bien?
—Si Tere, sólo estoy cansada, no quiero cenar, sólo quiero descansar.
—Anastasia —Nunca me dice por mi nombre, eso y su tono demuestran que está enojada—. Vas a levantarte ahora mismo, a cenar y luego me contarás qué te pasa, te quiero en cinco minutos en la mesa y arréglate o Mónica se enojará mucho.
La odio, al menos por unos minutos. Me hace bien cenar, sin embargo, no puedo quitarme el nudo que tengo en la garganta, tengo que forzar la comida para que entre y para que no vuelva a salir.
Al terminar voy a la azotea y allí espero a que Tere termine su jornada laboral, deberían pagarle extra por todo lo que hace por mí.
—Bueno, cuéntame qué te tiene tan angustiada —Se sienta a mi lado y me cubre con una manta.
Le cuento todo lo relacionado con Ema, en realidad le cuento sólo lo necesario, no digo nada de sus cambios de actitud ni de los brujos. Sólo que estudiamos juntos, que salimos algunos fines de semanas, lo del accidente, cambiando un poco las circunstancias y sin dar mucho detalle también le cuento el peligro que corre, en cambio, no le digo su origen.
—Bueno pero si el médico dice que va a estar bien, tienes que confiar, es cuestión de tiempo, verás que pronto estará bien y habla con tu hermana, está preocupada por ti —Afirmo con la cabeza y ella me abraza—. Él te gusta ¿Verdad?
—Creo que sí, no estoy segura, lo que él me provoca nunca lo había provocado nadie. Además, aunque así sea, él está rodeado de enigmas y peligros, no sé si debo estar cerca de él, para colmo, tampoco sé si quiero estar lejos.
—Sé lo que es, me pasó una vez, no sé cómo ayudarte hermosa, eres tú la que debe decidir yo debería decirte que si es tan peligroso no te le acerques, trata de mantenerte lo más lejos posible. También sé que probablemente si te lo exijo, más querrás estar cerca y además sé que si él te gusta mucho no te alejarás, así que te aconsejo que trates de pensarlo bien —Me despeina y me regala una sonrisa comprensiva y tierna—. Piensa con el cerebro y con el corazón, los escuchas a ambos y saca lo mejor de lo que te digan. Además recuerda que tus elecciones se pueden cambiar.
Besa mi frente y me deja allí pensando ¿Qué debo hacer? Le quiero, se lo dije hoy y lo hice porque lo siento. Pero... ¿Brujas? Esto parece una de las películas que me gustan, el problema es... ¿Cómo terminará?
Si me dejo llevar por el corazón, por ahora no tengo de qué preocuparme, no obstante, sé que en algún momento me involucraré tanto como para que sí sea un problema. O tal vez no lleguemos a nada que yo le quiera no significa que él me quiera a mí y aunque lo haga quizás no lleguemos muy lejos juntos.
También puedo hacerle caso a mi cerebro y esconderme de él, mantenerme a salvo, de cualquier modo sé que nunca soportaré la duda de qué podríamos haber sido felices juntos, aunque sea un tiempo.
No sé qué hacer, por ahora no me preocuparé por eso, primero quiero que esté bien y luego saber si siente algo por mi o sólo me ve como una amiga.