Anastasia y el mundo de él

Capítulo 22

    No necesito abrir los ojos para saber que él ya está despierto, lo noto por el escalofrío que recorre mi columna, en realidad no es un escalofrío porque no siento frío, lo que siento es calor especialmente en las mejillas. Sé que estoy colorada sin necesidad de un espejo y más que nada sé que me mira porque estoy luchando intensamente por no sonreír, por mantener el rostro inexpresivo.

    ¿Ya se habrá dado cuenta de que estoy despierta? ¿Notará que mis músculos están tensos reprimiendo una sonrisa? ¿Notará que mi respiración ya no es tan tranquila, incluso que comienzo a agitarme? ¿Notará que me siento feliz de despertar y poder verlo?

     —Eres tan hermosa cuando sonríes y aún más cuando intentas ocultarla.

    —Se supone que duermo, así que shh —Ya no puedo reprimir la sonrisa.

    —Duerme tranquila, sólo no dejes de sonreír.

    —Ya me despertaste —Le hago puchero, incluso me tiembla el labio— ¿Qué hora es?

    —Todavía no están todos despiertos, al menos no he oído las voces de todos, puedes dormir un poco más si quieres.

    Extiendo los brazos hacia él, es un acto reflejo, lo deseaba, sin embargo, no quería hacerlo.

    Ema no tarda en llegar a mi lado, siento como el colchón se hunde a mi lado, tanto como mi sonrisa se hace más amplia. Coloca los pies bajo la sabana y me abraza.

    —¿Por qué tienes el pelo mojado?

    No puedo evitar reírme, soy genial escapando del cuarto sin que se haya dado cuenta ¿Será así de fácil estando en su casa o es que aquí está relajado? No creo que ninguna bruja lo siguiera hasta aquí y menos que alguna de aquí los ataque habiendo tantos cazadores en la casa.

    —Solo me di un pequeño baño ¿No notaste que me levanté?

    —No, lo siento, estaba cansado.

    —Tranquilo, no es que me hayan secuestrado o algo, sólo me levanté.

    —Podría haber sido un secuestro —suena preocupado, incluso tal vez molesto.

    —Claro, van a entrar a una casa llena de cazadores y secuestrarme, a mí, que no soy nadie.

    —Tú eres alguien y alguien muy importante, además eres el blanco perfecto, no pondrás mucha oposición y siendo el miembro más débil de la familia todos correríamos a salvarte. Si me secuestran a mí o a alguien más, primero lo pensarían, le darían vuelta, pensarían un plan muy bien calculado y luego del postre tal vez irían a salvarme o a quien sea.

    —¿Del postre? Minga, luego de la siesta —río y beso su mejilla—. Yo saldría corriendo a salvarte aunque probablemente no sirva de mucho.

    —Preferiría que te quedes durmiendo una larga siesta.

    —Es la segunda vez en cinco minutos que me dices débil —Pongo cara triste y luego escondo mi rostro en su pecho, huele tan bien.

    —No eres débil, aun así no estás lista para enfrentarte a brujas.

    —Me dijiste débil, me dijiste débil, me dijiste débil —Mi vos es chillona, casi de berrinche.

    —No, no dije eso, tú lo pusiste en mi boca.

    —Hay otras cosas que me gustaría poner en tu boca —Rozo mis labios con los suyos sonriente—, sin embargo, como soy débil no lo haré —río leve y escondo mi rostro en su pecho nuevamente.

    —Vamos, no me tientes así y luego te escondas, no seas mala.

    —Además de débil, soy mala, a no, no, no, no deberías tener una novia así, me iré de tu vida y más nunca volveré —Me tiro hacia atrás y pongo la mano en la frente en un gesto dramático—, juro que no volverás a saber de mí.

    —Te quiero —Lo fulmino con la mirada, me hago la dramática y él se pone serio y meloso—, no te dejaré ir a ningún lado o iré contigo hasta el fin del mundo.

    —Ah, ta —Lo golpeo suavemente en el pecho sonrojada—, no me dejas ser dramática.

    —Señora dramática ¿Qué le parese si luego del desayuno nos perdemos?

    —¿Perdernos? —La idea me agrada, seguro es una aventura— ¿Literalmente o de tu familia?

    —De todo, salgamos solos tú y yo, a algún lado, creo que vi un mapa de la ciudad bajo la tele.

    —Ah no, no, si vamos a perdernos es sin mapa ¿Cuál es el chiste de perderse con mapa?

    —Está bien, mi Soldadita.

    Le doy un corto beso y me levanto, ante lo que él me toma de la cintura y vuelve a tirarme a la cama, sobre él.

    —Oye, eso no es un beso de buenos días, no uno digno al menos, creo que me merezco más que eso.




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