Anastasia y el mundo de él

Capítulo 35

    Así llegamos al primer jueves de Agosto, hasta ahora el día más frío del año. Por eso Ema me abraza al salir del liceo, debo admitir que vine un poco desabrigada, por suerte él me dio su campera, lo cual es una lástima ya que le queda genial, especialmente porque ya no viste de negro todo el tiempo, en este caso la prende es azul oscuro, no marino, un par de tonos más claro, tipo ultramar o algo así.

    Tampoco tiene esos grandes cambios de actitud, es como si ya no le importara que el mundo exterior vea lo que hay dentro de él, como si ya no le importara si alguien nota que se rodea de gente, aunque sí se comporta muy protector conmigo.

    Estamos riendo por todas las estupideces que haremos en mi cumpleaños, por lo visto no nos darán las horas del día, tampoco las del fin de semana que pasaré en su casa y tal vez ni siquiera las de la semana.

    Me divierte mucho ver a mis compañeros salir, acaba de sonar el timbre que da fin a todas las clases de la mañana, por lo que la mayoría sale casi como si fuera una estampida, o una ola, la cual al chocarse contra un muro se divide en cinco partes. Los que van a comprar algo a alguno de los quioscos que hay en la cuadra de enfrente y los que van directo a sus casas, tomando a la derecha o a la izquierda. La mayoría va a la derecha y luego a la izquierda ya que a unas cuadras pasan casi todos los ómnibus para ir a casi cualquier parte de la ciudad.

    Nosotros primero tomamos a la derecha, aunque la casa de Ema está a la izquierda, pero si tomáramos a la izquierda, luego deberíamos tomar a la izquierda nuevamente y la calle termina en la siguiente cuadra, por lo que es más corto tomar primero a la derecha y luego nuevamente a la derecha.

    Cuando llegamos a la esquina estoy distraída observando a mis compañeros, algunos van en grupos charlando y bromeando, otros van más tranquilos, otros van solos caminando rápido y otros van solos caminando tranquilamente, simplemente disfrutando el pequeño paseo.

    —¡Sorpresa! —Ambos nos sobresaltamos cuando Laura nos sorprende al aparecer de detrás de un contenedor.

    Ema se pone en alerta tan rápido como deja de estarlo al notar que quien nos sorprende no es una amenaza, por suerte sólo ha hecho el amague de tomar la navaja que lleva en el bolsillo, no sé cómo reaccionaría mi tía al hecho de que mi novio anda armado y la usa ante cualquier cosa que pase.

     —¡Hola tía! —La abrazo fuerte— Te extrañé mucho ¿Cómo estás?

     —Hola señora —Ema extiende la mano para saludarla.

    —¡Tu novio me está llamando vieja!

    Ella finge estar ofendida y hasta casi histérica.

    —¡Ema, que grosero! —También finjo estar ofendida unos segundos, finalmente ambas reímos, aunque él no se lo haya creído, es más, sonríe coqueto.

    —No mal interpreten mis palabras, sólo no sé de qué forma debo actuar frente a una mujer tan hermosa.

    ¡Que zalamero! ¡Dios! ¿Cómo puedo tener un novio tan zalamero?

    Al menos a Laura le gusta lo que dice, de todos modos no cae en su juego.

    —¿Aunque vengo a llevarme a tu novia crees que soy hermosa?

    La sonrisa de Ema se borra por unos segundos, luego vuelve como si nada.

    —Sí, sin embargo, la quiero en casa para las diez, sino tendré que castigarla, sin más salidas por un mes.

    Parece una madre dejando salir a su hija con su novio, por lo que todos reímos.

    Luego de despedirnos vamos a comer, es un lugar donde encargábamos cuando mi madrina estaba viva, nunca comí pizzetas o milanesas a la napolitana tan ricas como en este lugar.

    Observo a mi tía, está disfrutando el momento, aunque de todos modos parece un poco incomoda.

    ¿Por qué todo el mundo se pone así cuando quiere decir algo y no sabe cómo? ¿No es más fácil simplemente decirlo?

    —Dispara —Algunas veces creo que debería cerrar la boca, no obstante, como siempre lo creo luego de haberla abierto no hay problema, tal vez debería probar con pensar antes de abrirla o alguna cosa de ese estilo— ¿Qué quieres decirme? ¿Es sobre Daniel?

    Me mira sorprendida, parece no entender de qué estoy hablando, al menos es así por unos segundos, luego entiende claramente y suspira.

    —No, en realidad sólo quiero informarte que —Me mira, está incómoda, insegura y parece estar segura de que lo que dirá es malo, incluso parese estar triste por tener que decirlo— me quedaré aquí por el próximo año, tal vez si tengo suerte seán dos... y quería saber si te gustaría vivir conmigo por ese tiempo.

    Si viniera un completo desconocido y me propone viviera en su casa o en cualquier casa que no sea la de Mónica, diría que sí más rápido que volando, sin embargo, Laura parece triste.




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